18.El tren

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—¡Y en presencia de todos ustedes me complace inaugurar la nueva línea de Bancos de Westerville! —  el hombre trajeado, muy posiblemente hombre de negocios, cortó orgullosamente el cordón rojo de inauguración con unas finas tijeras para después festejarlo con todos los presentes que vitorearon con euforia aquel logro.

Se trataba de otro de los eventos aburridos papá y de gente prestigiosa al que obligatoriamente yo y mis hermanos tuvimos que asistir. Papá estuvo presente en el pedestal del protagonismo al lado del hombre que cortó el cordón, y nosotros, a un lado de él firmes y organizados por nuestros números, portando nuestros respectivos uniformes .

Además de que querían la presencia de toda la línea de personas de alto prestigio, —como papá, quien seguramente se involucró en la inauguración de dicho Banco sumamente importante— también quisieron aprovechar nuestra presencia para aumentar la seguridad del evento, ya que contábamos con la presencia de muchas personas ricachonas e importantes.

Mientras ellos celebraban como gente de clase y con una copa de champán, me dediqué a balancearme un poco sobre mis pies. Sé que no debería hacerlo pero es que esto era jodidamente aburrido.

Intenté mirar a mis hermanos, quizá para hallar a un cómplice de entretenimiento, pero incluso ni Klaus me devolvió la mirada para intentar algo menos aburrido juntos.

—No puedo creer que me sacaran de casa para esto — mascullé disimuladamente hacia mi hermana más cercana para matar mejor el tiempo.

—A mí no me gustan los sitios con tantas personas — murmuró.

Iba a ser mi perdición. Lo sabía. Llevábamos una eternidad en esta misma posición mientras ellos disfrutaban que hasta parecíamos estatuas a su merced. Los meseros no se habían acercado para ofrecernos bocadillos porque para ellos, eso arruinaría la visión.

Y, para variar, el hambre estaba matándome. ¿Por qué no comí algo en casa?

Pero justo mientras la música sonaba, los trajeados paseaban conviviendo entre más trajeados degustando bocadillos y... Simplemente pasándola genial, algo tenía que suceder. Todos oímos el grito de auxilio pleno proveniente de una mujer que, por supuesto, nadie pasó por alto.

Lo primero que pasó fue que los presentes se detuvieron y miraron confundidos y alertas a sus alrededores, buscando el origen de aquel grito, la banda también dejó de tocar y mis hermanos y yo nos miramos por primera vez.

Absolutamente todos guardamos silencio por si el grito volvía a escucharse y comprobar que era verdaderamente un grito de auxilio, pero de pronto el ambiente se había vuelto tan silencioso. Inquietablemente silencioso a decir verdad.

—Ehh... ¡Su atención por favor! — habló el mismo hombre de antes por el micrófono, tratando de forzar una sonrisa que tranquilizara a todos —. Les pedimos no hacer una escena de pánico, lo que fuera que haya sido ese sonido ya se está investigando y no deb...

—¡¡Auxilio!! — la voz aterrada de la mujer volvió a sonar para sorpresa de todos. Y fue ahí donde todos ignoraron al hombre del micrófono y empezaron a correr a protegerse dentro del recién inaugurado Banco.

Reginald nos dio la órden de acompañarlo.

—¡Vengan aquí, muchachos! ¡Rápido!

Siendo expertos en acatar órdenes, lo seguimos en un santiamén, pero claramente con ese riguroso orden que ensayamos tantas veces para no perder compostura en situaciones riesgosas.

Estando todos adentro, la banda, los meseros, la gente, todos, el hombre del micrófono comenzó a calmar a los invitados mientras que papá nos daba indicaciones a nosotros por separado.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora