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El sol brillaba intensamente en Berlín mientras nos preparábamos para otro emocionante día en la Eurocopa. El ambiente en la ciudad estaba cargado de anticipación y emoción. España se enfrentaba a Italia en un partido decisivo, y Nico estaba más concentrado que nunca. Su determinación y pasión por el juego eran evidentes, y yo no podía estar más orgullosa de él.

Hugo, mi hermano pequeño, estaba casi tan emocionado como yo. Era su primera vez en un evento de esta magnitud, y sus ojos brillaban con una mezcla de nerviosismo y admiración.

—¡Hoy es el gran día, Hugo! —le dije mientras nos dirigíamos al estadio.

—¡Sí, Sara! Estoy tan emocionado. ¡No puedo creer que voy a ver a Nico y a todos esos increíbles jugadores en acción! —respondió, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Llegamos al estadio, donde nos encontramos con la multitud de aficionados vestidos de rojo y amarillo, ondeando banderas y cantando canciones de apoyo. Hugo y yo nos unimos a los cánticos, sintiendo la energía vibrante que nos rodeaba. La atmósfera era contagiosa, y pronto nos encontramos riendo y animando junto a los demás.

Cuando los jugadores salieron al campo, el rugido de la multitud fue ensordecedor. El estadio estaba lleno de vida, y el sentimiento de unidad y esperanza era palpable. España necesitaba esta victoria, y todos estábamos listos para apoyarlos con todo nuestro corazón.

El partido comenzó con una intensidad abrumadora. Ambos equipos mostraron una habilidad y estrategia impresionante, pero la defensa de España se mantuvo firme. Cada vez que Nico tocaba el balón, mi corazón latía más rápido, orgullosa de verlo en el campo, luchando por su país.

El tiempo parecía detenerse cuando, en el minuto 55, España marcó el gol que cambiaría el destino del partido. El estadio estalló en júbilo, y Hugo y yo saltamos de nuestros asientos, gritando de alegría.

—¡Gol! ¡España está ganando! —gritó Hugo, con los ojos llenos de admiración y felicidad.

—¡Sí, lo están logrando! ¡Vamos, España! —respondí, abrazándolo con fuerza.

El resto del partido fue una montaña rusa de emociones. Italia intentó recuperar terreno, pero la defensa española fue impenetrable. Cuando el árbitro finalmente señaló el final del partido, el estadio se llenó de gritos de victoria y celebraciones.

Después del partido, nos dirigimos a una zona designada para familiares y amigos de los jugadores. Nico había arreglado que nos encontráramos allí para presentarnos a algunos de sus compañeros de equipo. Hugo estaba visiblemente emocionado, su mente joven apenas podía procesar la idea de conocer a tantos futbolistas famosos en un solo día.

—Sara, ¿crees que podré conocer a Pedri y Lamine? —preguntó Hugo, con la esperanza brillando en sus ojos.

—Claro que sí, Hugo. Nico los presentará. Estoy segura de que estarán encantados de conocerte —le aseguré, sonriendo.

Poco después, Nico apareció, aún sudando y con una gran sonrisa en su rostro. Se acercó a nosotros y nos abrazó con fuerza.

—¡Lo hicimos! —dijo, con la voz llena de emoción.

—Estoy tan orgullosa de ti, Nico. Fue un partido increíble —le respondí, besándolo suavemente.

—¡Nico, jugaste genial! ¡Fue increíble verte en acción! —añadió Hugo, mirando a su ídolo con ojos llenos de admiración.

—Gracias, Hugo. Me alegra que hayas disfrutado el partido. Ahora, ¿estás listo para conocer a algunos de mis amigos? —preguntó Nico, guiñándole un ojo.

Hugo asintió con entusiasmo, y nos dirigimos hacia un grupo de jugadores que estaban conversando animadamente. Nico se acercó a Pedri primero, quien nos saludó con una sonrisa amistosa.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora