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El día de la final de la Eurocopa había llegado. La emoción y la tensión se mezclaban en el aire mientras nos preparábamos para el partido que definiría la historia del fútbol español. España contra Inglaterra. Nico y el resto del equipo habían trabajado incansablemente para llegar hasta aquí, y hoy era el día para demostrarlo todo.

Nos dirigimos al estadio con una mezcla de nervios y anticipación, junto nuestros outfits que se basaban en unos pantalones blancos y la camiseta de Nico, y nos hicimos las rayas en las caras. Hugo, que había sido nuestra pequeña fuente de alegría y esperanza durante todo el torneo, estaba más emocionado que nunca. Su energía era contagiosa y nos ayudaba a mantener la calma en medio de la tormenta emocional.

—¡Vamos, Sara! ¡Hoy ganamos la Eurocopa! —dijo Hugo, saltando de emoción mientras nos dirigíamos al estadio.

—Sí, Hugo. Hoy es el gran día. Vamos a apoyar a Nico y al equipo con todo nuestro corazón —respondí, sonriendo y tratando de calmar mis propios nervios.

El estadio estaba lleno de aficionados que ondeaban banderas y cantaban a todo pulmón. Los colores rojo y amarillo dominaban el paisaje, y la pasión de los seguidores españoles era innegable. Nos encontramos con otras familias y amigos de los jugadores, y nos abrazamos, compartiendo la esperanza y la emoción del momento.

El himno nacional resonó en el estadio, y vi a Nico entre los jugadores, con una expresión de concentración y determinación en su rostro. Sentí una oleada de orgullo y amor por él, sabiendo cuánto había trabajado para este momento.

El árbitro pitó el inicio del partido y el balón comenzó a rodar. Desde el primer minuto, quedó claro que ambos equipos estaban dispuestos a darlo todo. Inglaterra, con su potencia y velocidad, no sería un rival fácil. Pero España, con su habilidad técnica y cohesión como equipo, estaba lista para el desafío.

La primera mitad fue una batalla intensa. Ambos equipos tuvieron oportunidades, pero las defensas se mantuvieron firmes y el marcador se mantuvo 0-0. Cada pase, cada tiro, cada movimiento en el campo era crucial. Mis manos estaban frías de los nervios, y cada vez que Nico tocaba el balón, contenía la respiración.

El segundo tiempo comenzó con la misma intensidad. Y entonces, en el minuto 47, llegó el momento que cambiaría el rumbo del partido. Nico recibió un pase perfecto y gracias a eso se desmarcó con agilidad y, con un disparo preciso, envió el balón al fondo de la red. El estadio explotó en un rugido de celebración.

—¡Gol! ¡Nico Williams! —grité, con lágrimas de alegría en mis ojos mientras abrazaba a Hugo.

—¡Lo hizo! ¡Nico lo hizo! —gritó Hugo, saltando de emoción.

El marcador mostraba 1-0 a favor de España, y la esperanza llenaba nuestros corazones. Pero Inglaterra no se quedó atrás. En el minuto 73, un jugador Francés logró empatar el partido con un gol impresionante. El estadio se sumió en un tenso silencio, y los nervios se intensificaron.

Quedaban solo minutos para el final del partido, y la posibilidad de una prórroga era real. Pero entonces, en el minuto 86, Mikel Oyarzabal, en una jugada brillante, logró marcar el segundo gol para España. El estadio estalló en gritos y aplausos. Nos abrazamos, llorando de felicidad.

—¡Vamos! ¡Mikel Oyarzabal! —gritó Hugo, con la voz llena de emoción.

—¡Estamos ganando! ¡Lo estamos logrando! —dije, con el corazón latiendo con fuerza.

Los minutos finales fueron una prueba de nervios. La defensa española se mantuvo firme, rechazando cada intento de ataque inglés. Cuando el árbitro finalmente pitó el final del partido, el estadio se sumió en un caos de celebración. España había ganado la Eurocopa, 2-1.

Corrimos hacia la zona de encuentro para familiares y amigos, donde los jugadores se reunirían con nosotros después de sus compromisos con la prensa. Cuando vi a Nico, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas.

—¡Lo hiciste! ¡España ganó la Eurocopa! —dije, besándolo apasionadamente.

—Sí, lo logramos. Estoy tan feliz, Sara —respondió, sonriendo ampliamente.

La celebración continuó en el vestuario del equipo, donde los jugadores se unieron a sus familias y amigos en una explosión de alegría y alivio. Cantamos, bailamos y nos abrazamos, celebrando este logro increíble. Hugo estaba en su elemento, corriendo de un lado a otro, hablando con todos los jugadores y disfrutando cada momento.

—Sara, esto es increíble. Nico es un héroe —dijo uno de los padres de los jugadores, sonriendo.

—Sí, lo es. Todos ellos lo son. Estoy tan orgullosa de todos —respondí, con lágrimas de felicidad en mis ojos.

Más tarde, regresamos al hotel del equipo, donde había preparada una gran fiesta para celebrar la victoria. La música, las risas y la alegría llenaban el aire. Nico y yo aprovechamos para disfrutar de este momento juntos, sabiendo que días como estos eran los que hacían que todo el esfuerzo valiera la pena.

La fiesta duró hasta altas horas de la madrugada, pero finalmente, regresamos a nuestra habitación. La emoción del día aún latía en nuestros corazones, y el ambiente estaba cargado de una mezcla de alegría y deseo. Nico me miró con una intensidad que me hizo estremecer.

Nos besamos con urgencia, nuestras manos recorriendo los cuerpos del otro con familiaridad y deseo. Nico me levantó en brazos y me llevó a la cama, donde nos dejamos llevar por la pasión del momento. Su toque era experto y tierno a la vez, despertando sensaciones que solo él podía provocar.

—Te amo, Sara. Cada día más —susurró, mientras sus labios recorrían mi cuello.

—Yo también te amo, campeón de Europa. Eres todo para mí —respondí, arqueando mi cuerpo hacia él.

La ropa desapareció rápidamente, y nuestros cuerpos se encontraron en una danza de placer y amor. Nico sabía exactamente cómo tocarme, cómo hacerme sentir deseada y amada. Sus manos eran suaves pero firmes, y cada caricia encendía una chispa de deseo en mi interior.

—Eres perfecta, Sara —dijo, mirándome a los ojos mientras se movía dentro de mí.

—Y tú eres mi todo, Nico —respondí, perdida en la intensidad de sus ojos.

El placer aumentó, y nuestras respiraciones se entrelazaron en un ritmo que solo nosotros entendíamos. Cada movimiento, cada susurro, nos llevaba más cerca del clímax. Finalmente, el éxtasis nos alcanzó, y nos aferramos el uno al otro mientras las olas de placer nos envolvían.

Nos quedamos abrazados, nuestros cuerpos aún temblando por la intensidad de la experiencia. El amor y la felicidad eran palpables en el aire, y supe que este momento sería uno de esos que recordaríamos para siempre.

—Gracias, Nico. Por todo. Por hacerme sentir tan especial —dije, acariciando su rostro.

—No, Sara. Gracias a ti. Eres mi inspiración, mi fuerza. No sería nada sin ti —respondió, besándome suavemente.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía y el amor que compartíamos. Sabíamos que el camino hacia la final había sido duro, pero estábamos más unidos que nunca. Con el amor y el apoyo mutuo, sabíamos que podíamos superar cualquier desafío que se nos presentara. Y mientras nos abrazábamos bajo las estrellas, sentí una profunda paz y certeza de que, pase lo que pase, estaríamos bien.

Ya sabéis darle ⭐, vos estimee.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora