El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, bañando la habitación con tonos cálidos de naranja y rosa. La luz se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente acogedor. Sin embargo, dentro de mí, la tormenta no cesaba. Sentada en la cama, observaba a Hugo, que estaba concentrado en su cuaderno, dibujando lo que parecía ser un robot.
A pesar de que la imagen frente a mí era una escena cotidiana, llena de la inocencia y simplicidad de un niño, mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones. Los últimos meses habían sido difíciles, por decir lo menos. Desde la pérdida de nuestro bebé, todo había cambiado de manera irreparable. Aunque intentaba mantenerme fuerte por Hugo y por Nico, había momentos en los que sentía que el dolor era demasiado para soportarlo.
Dejé escapar un suspiro, tratando de aliviar la tensión que sentía en el pecho. Justo en ese momento, Nico entró en la habitación. Al verme, su expresión se suavizó, y se acercó, sentándose a mi lado en la cama. Me envolvió con un brazo, y sentí cómo su calidez me ofrecía un consuelo que tanto necesitaba.
—¿Cómo estás, amor? —preguntó en voz baja, como si temiera romper el frágil silencio que nos rodeaba.
—Estoy… —dudé, sin saber realmente cómo responder. Había tantas cosas que quería decir, pero ninguna palabra parecía suficiente—. Estoy aquí, supongo.
Nico me apretó un poco más contra él, como si entendiera todo lo que no estaba diciendo. Era una de las cosas que más amaba de él: su capacidad para comprenderme sin necesidad de explicaciones.
Hugo, que hasta ese momento había estado absorto en su dibujo, levantó la vista y nos miró. Había algo en su expresión, una mezcla de curiosidad y preocupación que me hizo preguntarme cuánto estaba entendiendo de todo lo que había pasado.
—¿Qué dibujas, Huguito? —le preguntó Nico, rompiendo el silencio con su tono suave y cariñoso.
—Es un robot —respondió Hugo con entusiasmo—. Pero no es un robot cualquiera. Este puede volar y hablar con los animales. Y si alguien está triste, les cuenta chistes para hacerlos reír.
Nico sonrió ampliamente, visiblemente impresionado por la imaginación de mi hermano pequeño.
—Es genial, Hugo. Deberías mostrárselo a mamá y papá, seguro que les encantaría —dijo, sus palabras llenas de orgullo.
Hugo sonrió tímidamente, claramente complacido con el cumplido. Volvió a concentrarse en su dibujo, y por un momento, la habitación se llenó de una calma que casi me hizo olvidar todo lo que estaba mal.
—Hugo —dije después de un rato, sintiendo la necesidad de hablar con él—. ¿Has estado pensando en papá últimamente?
Mi pregunta lo tomó por sorpresa. Hugo dejó de dibujar y me miró con seriedad, sus ojos reflejando una madurez que no correspondía a su edad.
—Sí —respondió, después de una pausa—. A veces lo extraño mucho. Me gustaría que estuviera aquí para ver mis dibujos, para jugar conmigo…
Sus palabras perforaron mi corazón. Hugo era aún tan joven, y sin embargo, había perdido tanto. Sentí cómo mis ojos se llenaban de lágrimas, pero las contuve. No quería que él viera mi dolor. Necesitaba ser fuerte para él.
Nico, que había estado en silencio, me apretó la mano, dándome fuerza. Luego, se inclinó hacia Hugo, tratando de hacer que la conversación fuera un poco más ligera.
—Papá estaría muy orgulloso de ti, Hugo —le dijo con una sonrisa—. Y sabes, aunque no esté aquí físicamente, siempre está contigo. En tus recuerdos, en tus sueños… en todas esas cosas que te hacen ser tú.
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DESTINO//NICO WILLIAMS
RomanceTras la agotadora temporada de exámenes de enero, Sara decide relajarse y celebrar con sus amigos en una discoteca conocida de la zona. Es allí donde su amigo Asier le presenta a Nico, un encuentro que rápidamente se llena de tensión y atracción. La...