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Era finales de agosto, y el verano empezaba a dar paso al otoño. Las hojas de los árboles comenzaban a cambiar de color, y el aire se sentía un poco más fresco, anunciando la llegada de la nueva estación. Habían pasado siete meses desde que compartimos con el mundo la noticia de nuestro embarazo, y ahora, mientras me acercaba al final de este viaje, me sentía emocionada y nerviosa por igual. Nuestro bebé, nuestro pequeño Hugo, estaba casi listo para llegar al mundo.

Nico ya había vuelto a la rutina de la temporada de fútbol. Como siempre, estaba totalmente concentrado en su trabajo, pero también había una nueva suavidad en su mirada cada vez que hablábamos sobre el bebé. Sabía lo mucho que significaba para él ser padre, y verlo tan comprometido con su equipo y con nuestra familia me hacía amarlo aún más, si eso era posible.

Ese día, sin embargo, era especial. Era el primer partido de la temporada, y el estadio estaba lleno de emoción y expectativas. Las gradas se llenaban rápidamente de aficionados con camisetas, bufandas y banderas, todos listos para animar a su equipo. Para Nico, este partido no solo marcaba el inicio de una nueva temporada, sino también el comienzo de una nueva etapa en su vida: la etapa de ser padre.

Llegué al estadio temprano, acompañada por Marta, la esposa de uno de los compañeros de equipo de Nico, que también estaba embarazada de su primer hijo. Nos habíamos hecho muy amigas durante los últimos meses, compartiendo consejos y experiencias sobre el embarazo. Era reconfortante tener a alguien con quien podía hablar sobre todo lo que estaba viviendo, alguien que entendía exactamente por lo que estaba pasando.

Marta y yo nos acomodamos en nuestros asientos en la zona reservada para las familias de los jugadores. Desde allí, teníamos una vista perfecta del campo, y podíamos sentir la energía de la multitud mientras el estadio se llenaba. A pesar de estar embarazada de casi ocho meses, no quería perderme este partido por nada del mundo. Sabía lo importante que era para Nico tenerme allí, apoyándolo, y yo también quería estar presente para compartir ese momento con él.

—Estás brillante hoy, Sara —comentó Marta mientras nos acomodábamos en nuestros asientos—. ¿Cómo te sientes?

Sonreí, acariciando mi vientre.

—Gracias, Marta. Me siento bien, aunque un poco pesada. Ya sabes cómo es esto en las últimas semanas. Pero no me perdería este partido por nada.

—Lo sé —respondió ella, riendo—. Yo estoy igual. Es difícil moverse, pero estar aquí lo vale. ¡Es el primer partido de la temporada! Además, estoy segura de que Nico apreciará que estés aquí para animarlo.

La conversación fluyó fácilmente mientras esperábamos que comenzara el partido. Podía sentir las suaves pataditas de Hugo dentro de mí, como si también estuviera emocionado por lo que estaba por venir. Me acaricié el vientre, sintiendo esa conexión tan especial con mi hijo, sabiendo que pronto lo tendría en mis brazos.

El estadio estalló en vítores cuando los jugadores salieron al campo. La música resonaba en los altavoces, y los gritos de la multitud llenaban el aire con una energía palpable. Me puse de pie junto a Marta, animando a Nico y a su equipo mientras corrían hacia el campo. Mi corazón latía con fuerza al verlo, tan concentrado y decidido, como siempre lo había sido en su carrera. Aunque había visto muchos de sus partidos antes, este tenía un significado especial. Sabía que él también estaba pensando en nosotros, en su familia, mientras se preparaba para darlo todo en el campo.

El pitido del árbitro marcó el inicio del partido, y todos los ojos se centraron en los jugadores. Nico estaba en su mejor forma, moviéndose con agilidad y precisión, liderando a su equipo con una confianza que siempre me había impresionado. Los minutos pasaban rápidamente mientras el juego avanzaba, y el estadio vibraba con la emoción de cada jugada.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora