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El ruido del mundo exterior se sentía distante mientras me encontraba sentada en el banco de nuestro jardín, observando cómo la suave brisa movía las hojas de los árboles. Las últimas semanas habían sido una montaña rusa emocional, y ahora, en este momento de soledad, las emociones finalmente se desplegaban, inundando mi mente y mi corazón.

La pérdida de mi padre había dejado un vacío en mi vida que parecía imposible de llenar. A pesar de todo el amor y el apoyo que había recibido, la tristeza persistía como una sombra que se negaba a desaparecer. La imagen de su rostro, siempre tan lleno de vida, seguía apareciendo en mi mente. Recordaba cómo solía sonreírme, cómo siempre tenía una palabra de aliento o un consejo sabio. Mi padre había sido mi ancla, mi guía en la vida, y ahora que ya no estaba, me sentía a la deriva.

Pero no era solo la tristeza lo que me invadía. Había una profunda reflexión, un cuestionamiento sobre la vida y el sentido de todo. Desde la pérdida del bebé hasta la enfermedad y muerte de mi padre, parecía que la vida me estaba poniendo a prueba de una manera que nunca hubiera imaginado. ¿Cómo se suponía que debía encontrarle sentido a todo esto? ¿Cómo podía seguir adelante cuando el dolor parecía tan abrumador?

Las palabras de mi madre resonaban en mi mente. "La vida sigue", me había dicho. Pero, ¿cómo seguía la vida después de tantas pérdidas? Cada vez que intentaba avanzar, algo me detenía, recordándome lo frágil y efímera que era la existencia.

Mientras reflexionaba, me di cuenta de que había estado evitando enfrentar realmente mis emociones. Había tratado de ser fuerte para los demás, para Nico, para mi madre, incluso para mí misma. Pero en este momento de tranquilidad, sin nadie alrededor, me permití sentir todo el dolor, la tristeza, el miedo y la desesperanza que había estado reprimiendo.

Las lágrimas comenzaron a caer libremente, y no hice ningún esfuerzo por detenerlas. Era como si cada lágrima llevara consigo un pequeño fragmento del dolor acumulado, liberando lentamente la presión en mi pecho. La sensación de vacío era abrumadora, pero también era una especie de alivio poder finalmente soltar todas esas emociones que había guardado dentro.

Mi mente comenzó a divagar, y pensé en la vida y en la muerte, en cómo todo puede cambiar en un instante. Recordé las palabras que mi padre me había dicho una vez: "La vida no es más que una serie de momentos, Sara. Algunos son buenos, otros malos, pero todos son importantes porque nos enseñan algo".

¿Pero qué me estaba enseñando este momento? ¿Qué se suponía que debía aprender de tanto sufrimiento? ¿Que la vida era cruel e injusta? ¿O que la vida, en su esencia, estaba llena de desafíos que debían ser enfrentados?

Miré hacia el cielo, buscando alguna señal, algún indicio de que todo esto tenía un propósito. Pero el cielo permaneció en silencio, sin ofrecerme ninguna respuesta. Me di cuenta de que no habría respuestas fáciles, que quizás nunca entendería completamente por qué las cosas sucedían como sucedían. Y, sin embargo, sabía que tenía que encontrar la manera de seguir adelante, de alguna manera.

Pensé en Nico, en cómo había estado a mi lado en cada paso del camino. Su amor y apoyo habían sido invaluables, pero también me di cuenta de que había estado tan atrapada en mi propio dolor que no había considerado cómo todo esto lo estaba afectando a él. Nico también había perdido a nuestro bebé, también había perdido a alguien importante en su vida: mi padre, con quien había desarrollado una relación cercana. Y, sin embargo, él había sido mi roca, mi refugio en medio de la tormenta.

Sentí una punzada de culpa. Había estado tan concentrada en mi propio sufrimiento que no había pensado en cómo Nico estaba lidiando con todo esto. ¿Estaba siendo justa con él? ¿Le estaba dando el apoyo que necesitaba?

Tomé una respiración profunda, tratando de calmar mi mente. Sabía que tenía que encontrar una manera de salir de este ciclo de tristeza y dolor. No podía seguir viviendo en el pasado, reviviendo una y otra vez las pérdidas. Tenía que encontrar una manera de honrar la memoria de mi padre y de nuestro bebé, pero también de seguir adelante con mi vida, de construir un futuro que valiera la pena.

Mientras continuaba sentada en el jardín, me di cuenta de que parte de seguir adelante significaba aprender a aceptar lo que había pasado. No podía cambiar el pasado, no podía traer de vuelta a las personas que había perdido. Pero sí podía decidir cómo viviría mi vida a partir de ahora. Podía elegir seguir adelante, aprender de las experiencias, y usar ese conocimiento para ser una mejor persona, una mejor pareja para Nico, una mejor hija para mi madre.

El proceso no sería fácil. Sabía que habría días en los que la tristeza volvería con toda su fuerza, en los que me sentiría abrumada por el dolor. Pero también sabía que había esperanza. Había amor. Había vida, incluso después de la muerte.

Pensé en todas las cosas que todavía tenía por delante, en los sueños y planes que Nico y yo habíamos hecho. Pensé en mi madre, en cómo ella había sido un ejemplo de fortaleza a lo largo de todo esto. Y pensé en mi padre, en cómo siempre me había enseñado a ser fuerte, a no rendirme nunca, incluso cuando las cosas se ponían difíciles.

Miré hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse, bañando el cielo en tonos de naranja y rosa. Había algo reconfortante en ese momento, como si la naturaleza misma me estuviera diciendo que, a pesar de todo, la vida seguía. El sol se ponía, pero volvería a salir mañana, trayendo consigo un nuevo día, una nueva oportunidad.

Me levanté del banco, sintiendo una nueva determinación crecer en mi interior. Sabía que no sería fácil, que el camino por delante estaría lleno de desafíos. Pero también sabía que no estaba sola. Tenía a Nico, tenía a mi madre, tenía a las personas que me amaban y me apoyaban.

Caminé de regreso a la casa, sintiendo cómo el peso en mi pecho comenzaba a aligerarse, aunque solo fuera un poco. La tristeza seguía ahí, pero también había una nueva sensación de esperanza, una pequeña chispa de luz en medio de la oscuridad.

Cuando entré en la casa, encontré a Nico en la cocina, preparando la cena. Me miró y me sonrió, y supe que todo estaría bien. Quizás no ahora, quizás no mañana, pero eventualmente, encontraríamos la manera de seguir adelante, juntos.

Me acerqué a él y lo abracé por la espalda, apoyando mi cabeza en su hombro.

—Gracias por estar siempre a mi lado —susurré, sintiendo cómo su presencia me daba fuerzas.

—Siempre, Sara. Siempre estaré aquí para ti —respondió, girándose para mirarme a los ojos.

Lo besé suavemente, agradecida por el amor que compartíamos. Sabía que, con él a mi lado, podía enfrentar cualquier cosa que la vida me lanzara. Y aunque el dolor no desaparecería de la noche a la mañana, también sabía que no estaba sola en esto.

La vida seguiría, y nosotros también. Con amor, con fuerza, y con la certeza de que, a pesar de todo, todavía había belleza en el mundo, todavía había razones para sonreír y para soñar.

Este es más de reflexión, estoy escribiendo una historia de Héctor Fort, super bonita, si le echáis un ojo lo agradecería mucho, ya sabéis darle ⭐, vos estimee.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora