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Finalmente, salí del último examen de enero con una mezcla de alivio y euforia. Llevaba semanas sumergida en mis estudios de Farmacia, y ahora, con el tercer año en curso, cada examen parecía más difícil que el anterior. Esa noche, todo el esfuerzo y la tensión acumulados se evaporarían en una merecida fiesta.

En casa, mis padres, Begoña e Iván, me dieron una mirada de aprobación cuando les dije que iba a salir. Sabían cuánto había trabajado y, aunque siempre eran protectores, confiaban en mi juicio. Hugo, mi hermano de diez años, me abrazó antes de que me fuera. Le prometí que le contaría todo sobre la noche cuando volviera.

Al mirarme en el espejo, vi a una chica de 21 años con el cabello castaño suelto y un vestido que me hacía sentir segura y lista para cualquier cosa. Mis ojos verdes brillaban con la promesa de libertad temporal. Mis amigos llegaron poco después para recogerme, y juntos nos dirigimos a la discoteca más popular de la zona. Sentada en el asiento trasero, sentía la anticipación burbujeando dentro de mí.

Entrar en la discoteca fue como sumergirse en otro mundo. La música vibrante y las luces parpadeantes creaban una atmósfera electrizante. Asier, mi amigo de toda la vida, estaba a mi lado. Era él quien había organizado la salida y, con su usual entusiasmo, me presentó a varios conocidos. Entre ellos, me presentó a Nico.

Nico Williams era imposible de ignorar. Jugador del Athletic de Bilbao, su fama le precedía, pero en persona, era aún más impresionante. Alto, atlético y con una sonrisa encantadora, irradiaba una confianza que era difícil de resistir. Desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron, sentí una chispa de conexión. Al principio, nuestra conversación fue casual, hablando de la universidad y del equipo de fútbol, pero la tensión entre nosotros creció rápidamente.

Después de un rato, me encontré bailando con Nico en la pista de baile. Estábamos más cerca de lo que habíamos estado antes, y sentía su calor, su presencia, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban, era como si el resto del mundo desapareciera. Bailamos, reímos, y en algún momento, la distancia entre nosotros se desvaneció por completo. Nos besamos, un beso cargado de pasión y promesas.

Sin pensarlo demasiado, dejamos la pista de baile y nos dirigimos a un rincón más privado de la discoteca. La música seguía siendo un telón de fondo, pero en ese momento, todo lo que importaba era él. Nico me llevó a un área más tranquila, un pequeño salón reservado al fondo del club. Allí, en medio de la penumbra, nos sumergimos en una conversación más íntima. Hablamos de nuestras vidas, sueños y ambiciones. Cada palabra que decía, cada gesto, solo intensificaba mi atracción hacia él.

Nico me miraba con una intensidad que me hacía sentir viva. Su mano rozaba la mía de vez en cuando, enviando corrientes eléctricas por mi piel. Finalmente, tomó mi mano y me llevó hacia una puerta que daba a una escalera. Subimos, cada paso aumentando la expectación. En el piso superior, encontramos una habitación privada, oscura y silenciosa, lejos del bullicio de la discoteca.

La puerta se cerró detrás de nosotros, y el silencio se hizo palpable. Nos quedamos mirándonos por un momento, la tensión en el aire era casi tangible. Nico se acercó lentamente, sus ojos fijos en los míos. Cuando nuestros labios se encontraron de nuevo, fue como una explosión de sensaciones. Nos besamos con una urgencia que parecía aumentar con cada segundo.

Sus manos exploraron mi cuerpo, enviando oleadas de placer por donde pasaban. Yo respondí con igual fervor, mis manos deslizándose por su espalda, sintiendo sus músculos tensarse bajo mis dedos. Pronto, el deseo nos consumió por completo. Nos movimos hacia el sofá que había en la habitación, sin dejar de besarnos ni un instante.

Nos despojamos de nuestra ropa con rapidez, como si no pudiéramos soportar la barrera entre nosotros ni un segundo más. La piel contra piel era una sensación increíble, y cada caricia, cada beso, solo aumentaba el deseo. Nico era increíblemente atento, asegurándose de que me sintiera cómoda y deseada en todo momento.

Nuestros cuerpos se movieron al unísono, encontrando un ritmo que nos llevó a ambos al borde del éxtasis. Fue una experiencia intensa y apasionada, una conexión profunda que trascendía lo físico. En ese momento, nada más importaba. Solo estábamos él y yo, juntos en un mundo propio.

Cuando todo terminó, nos quedamos en silencio, recuperando el aliento y procesando lo que acababa de suceder. La realidad empezó a filtrarse de nuevo, y con ella, una mezcla de emociones. No sabía qué significaba esto para nosotros, pero una parte de mí estaba agradecida por la experiencia, por la conexión momentánea en medio del caos de la discoteca.

Nico me miró con una sonrisa cansada pero satisfecha. "Esto fue increíble, Sara," dijo suavemente, acariciando mi mejilla.

"Sí, lo fue," respondí, correspondiendo su sonrisa.

Nos vestimos lentamente, saboreando los últimos momentos de intimidad. Cuando estuvimos listos para irnos, Nico me tomó de la mano y me condujo de regreso a la planta baja. La música seguía resonando, y el ambiente festivo continuaba, pero para mí, la noche había adquirido un significado mucho más profundo.

Volvimos a encontrarnos con nuestros amigos, que no habían notado nuestra ausencia. Nos unimos a ellos, disfrutando del resto de la noche con una nueva complicidad entre nosotros. Sentía su mirada sobre mí de vez en cuando, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban, una sonrisa se formaba en nuestros labios.

Finalmente, la noche llegó a su fin y nos despedimos. Nico me acompañó hasta la puerta de la discoteca, donde esperé a mis amigos para que nos llevaran a casa. Antes de irse, Nico me besó suavemente en los labios, un beso que prometía más que solo una noche de pasión.

"Me encantaría volver a verte, Sara," dijo, su voz era seria y sincera.

"Yo también," respondí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

Nos intercambiamos números y nos despedimos. Cuando mis amigos llegaron, subí al coche y nos dirigimos a casa. Durante el trayecto, apenas podía contener la emoción. Mis amigos hablaban de la noche, pero mi mente estaba en Nico y en lo que podría significar nuestro encuentro.

Llegué a casa en la madrugada, sintiendo la adrenalina aún corriendo por mis venas. Hugo estaba dormido, y mis padres también. Me deslicé en mi cama, exhausta pero incapaz de dormir inmediatamente. Pensé en Nico, en su sonrisa, en la forma en que me había mirado. Cerré los ojos y dejé que el sueño me llevara, sabiendo que el día siguiente traería consigo nuevas realidades y, quizás, nuevas oportunidades para ver a Nico otra vez.

A la mañana siguiente, el sol entraba por la ventana de mi habitación, arrancándome de un sueño profundo. Me levanté lentamente, sintiendo los efectos de la noche anterior en cada músculo de mi cuerpo. Hugo entró corriendo en mi habitación, saltando sobre mi cama con su energía contagiosa.

"¡Sara, cuéntame! ¿Cómo fue la fiesta?" me preguntó con los ojos brillantes de curiosidad.

Sonreí y le revolví el cabello. "Fue increíble, Hugo. Me divertí mucho con mis amigos."

Mis padres estaban en la cocina, preparando el desayuno. Me uní a ellos y les di un resumen más moderado de la noche. Sabía que siempre se preocupaban, pero también confiaban en mí. Después de desayunar, me dirigí a la sala, donde Hugo estaba viendo la televisión.

"¿Sabes, Hugo?" le dije mientras me sentaba a su lado. "Conocí a alguien anoche. Se llama Nico."

Los ojos de Hugo se agrandaron. "¿Nico Williams? ¿El futbolista del Athletic de Bilbao?"

Asentí, sorprendida de que mi hermano pequeño conociera tan bien a los jugadores. "Sí, ese mismo."

"¡Es genial, Sara! ¿Qué pasó?"

Le conté una versión resumida, omitiendo los detalles más íntimos, claro está. Hugo parecía fascinado por la idea de que su hermana mayor hubiera conocido a un famoso futbolista.

Primer capítulo de muchos, espero que os guste, ya sabéis darle ⭐, vos estimee.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora