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La tensión en el ambiente era palpable mientras nos preparábamos para la semifinal contra Francia. La Eurocopa había sido una montaña rusa de emociones y esfuerzos, y este partido determinaba si España avanzaría a la final. Hugo estaba más emocionado que nunca, y su energía era contagiosa. Nico, aunque concentrado, mostraba una determinación tranquila que siempre me había admirado.

Llegamos al estadio en medio de una marea roja y amarilla. Los aficionados coreaban y agitaban banderas, creando un ambiente electrizante. Nos encontramos con otras familias de jugadores, y nos deseamos suerte mutuamente. Hugo, con su camiseta de España y los ojos llenos de emoción, no dejaba de hablar sobre cómo España definitivamente ganaría hoy.

—Sara, ¿te imaginas? ¡Vamos a la final! —dijo Hugo, saltando de emoción.

—Sí, Hugo. Vamos a darlo todo y confío en que lo lograremos —le respondí, con una sonrisa que reflejaba mi propia esperanza y nerviosismo.

El partido comenzó con un ritmo frenético. Francia, conocida por su fuerza y técnica, no lo pondría fácil. Los primeros minutos fueron una batalla de voluntades, con ambos equipos luchando por el control del balón. Nico se movía con agilidad y precisión, demostrando por qué era una pieza clave del equipo español.

El primer gol llegó a los 20 minutos, cuando Lamine, en una jugada brillante, logró desmarcarse y enviar el balón al fondo de la red. El estadio explotó en gritos y aplausos. Hugo y yo nos levantamos de nuestros asientos, gritando de alegría.

—¡Gol! ¡Vamos, Lamine! —gritó Hugo, con los ojos brillantes de emoción.

—¡Sí! ¡Estamos en ventaja! —respondí, abrazándolo con fuerza.

Pero Francia no se quedó atrás. Poco antes del descanso, lograron empatar con un gol impresionante, dejando el marcador 1-1. La tensión era palpable, y los aficionados españoles sentíamos cada segundo del partido como una eternidad.

El segundo tiempo fue una verdadera prueba de nervios. Ambos equipos mostraron una habilidad increíble, y cada movimiento en el campo era crítico. A medida que el tiempo avanzaba, la posibilidad de una prórroga se hacía más real. Pero en el minuto 75, Dani Olmo, en una jugada magistral, logró marcar el gol que pondría a España en ventaja. El estadio se volvió loco. Gritos, cánticos y aplausos llenaron el aire.

—¡Gol! ¡Dani Olmo! —gritó Hugo, saltando de emoción.

—¡Lo logramos! ¡Estamos ganando! —dije, con lágrimas de felicidad en mis ojos.

El tiempo restante fue una batalla defensiva. España mantuvo su ventaja con determinación y disciplina. Cuando el árbitro finalmente pitó el final del partido, el estadio estalló en celebraciones. España había ganado 2-1 y estaba en la final de la Eurocopa.

Nos dirigimos a la zona de encuentro para familiares y amigos, donde los jugadores se reunirían con nosotros después de sus compromisos con la prensa. Cuando vi a Nico, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas.

—¡Lo hiciste! ¡Estamos en la final! —dije, besándolo apasionadamente.

—Sí, lo logramos. Estoy tan feliz, Sara —respondió, sonriendo ampliamente.

La celebración continuó en el hotel del equipo. Habían preparado una pequeña fiesta para los jugadores y sus familias. La música, las risas y la alegría llenaban el ambiente. Nico y yo aprovechamos para disfrutar de este momento juntos, sabiendo que días como estos eran los que hacían que todo el esfuerzo valiera la pena.

Más tarde, regresamos a nuestra habitación. La emoción del día aún latía en nuestros corazones, y el ambiente estaba cargado de una mezcla de alegría y deseo. Nico me miró con una intensidad que me hizo estremecer.

—Sara, hoy ha sido increíble. Quiero celebrar este momento contigo de una manera especial —dijo, acercándose y tomándome en sus brazos.

—Yo también, Nico. Este es nuestro momento —respondí, sintiendo cómo la pasión se encendía entre nosotros.

Nos besamos con urgencia, nuestras manos recorriendo los cuerpos del otro con familiaridad y deseo. Nico me levantó en brazos y me llevó a la cama, donde nos dejamos llevar por la pasión del momento. Su toque era experto y tierno a la vez, despertando sensaciones que solo él podía provocar.

—Te amo, Sara. Cada día más —susurró, mientras sus labios recorrían mi cuello.

—Yo también te amo, Nico. Eres todo para mí —respondí, arqueando mi cuerpo hacia él.

La ropa desapareció rápidamente, y nuestros cuerpos se encontraron en una danza de placer y amor. Nico sabía exactamente cómo tocarme, cómo hacerme sentir deseada y amada. Sus manos eran suaves pero firmes, y cada caricia encendía una chispa de deseo en mi interior.

—Eres perfecta, Sara —dijo, mirándome a los ojos mientras se movía dentro de mí.

—Y tú eres mi todo, Nico —respondí, perdida en la intensidad de sus ojos.

El placer aumentó, y nuestras respiraciones se entrelazaron en un ritmo que solo nosotros entendíamos. Cada movimiento, cada susurro, nos llevaba más cerca del clímax. Finalmente, el éxtasis nos alcanzó, y nos aferramos el uno al otro mientras las olas de placer nos envolvían.

Nos quedamos abrazados, nuestros cuerpos aún temblando por la intensidad de la experiencia. El amor y la felicidad eran palpables en el aire, y supe que este momento sería uno de esos que recordaríamos para siempre.

—Gracias, Nico. Por todo. Por hacerme sentir tan especial —dije, acariciando su rostro.

—No, Sara. Gracias a ti. Eres mi inspiración, mi fuerza. No sería nada sin ti —respondió, besándome suavemente.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía y el amor que compartíamos. Sabíamos que el camino hacia la final sería duro, pero estábamos listos para enfrentarlo juntos, como siempre lo habíamos hecho.

Al día siguiente, nos despertamos con una sensación de renovación y esperanza. La final estaba a la vista, y estábamos más unidos que nunca. Nico se preparó para el entrenamiento matutino, y yo lo acompañé, junto con Hugo, que estaba más entusiasmado que nunca.

—¡Vamos a ganar la final! ¡Lo sé! —dijo Hugo, con su entusiasmo habitual.

—Sí, Hugo. Vamos a darlo todo —respondió Nico, sonriendo.

El entrenamiento fue intenso, pero el ambiente era positivo y lleno de determinación. Los jugadores sabían que estaban a solo un paso de la gloria, y cada uno de ellos estaba dispuesto a dar lo mejor de sí. Nico brillaba en el campo, su habilidad y dedicación eran evidentes para todos.

Después del entrenamiento, regresamos al hotel, donde nos encontramos con otros jugadores y sus familias. El ambiente era relajado y festivo, y todos compartíamos la emoción de estar tan cerca de la final.

—Sara, estoy tan orgulloso de Nico. Ha trabajado tan duro para llegar hasta aquí —dijo uno de los padres de los jugadores, con una sonrisa.

—Sí, lo ha hecho. Todos han trabajado increíblemente duro. Estoy segura de que lo lograrán —respondí, sintiendo un profundo orgullo por Nico y el equipo.

La noche antes de la final, Nico y yo nos tomamos un momento para estar solos. Nos sentamos en el balcón de nuestra habitación, mirando las luces de la ciudad y hablando sobre nuestros sueños y esperanzas para el futuro.

—Sara, pase lo que pase mañana, quiero que sepas que eres lo más importante para mí. Nada cambiará eso —dijo Nico, tomando mi mano.

—Lo sé, Nico. Y yo estaré aquí para ti, siempre. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar —respondí, besándolo suavemente.

La final de la Eurocopa estaba a solo un día de distancia, y estábamos listos para enfrentarlo juntos. Con el amor y el apoyo mutuo, sabíamos que podíamos superar cualquier desafío que se nos presentara. Y mientras nos abrazábamos bajo las estrellas, sentí una profunda paz y certeza de que, pase lo que pase, estaríamos bien.

Ya nada de la final de la Eurocopa, ya sabéis darle ⭐, vos estimee.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora