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Habían pasado algunas semanas desde nuestro increíble viaje a Ibiza, y la vida volvía poco a poco a la rutina en Bilbao. Aunque los días de sol y playa habían quedado atrás, Nico y yo no podíamos dejar de pensar en lo maravillosas que habían sido nuestras vacaciones. Sin embargo, había alguien que no había podido disfrutar de esas aventuras: Hugo, mi hermano pequeño.

Hugo siempre había sido una parte fundamental de mi vida, y sabía cuánto le emocionaba la idea de hacer algo especial. Así que, después de algunas conversaciones con Nico, decidimos que sería una excelente idea llevarlo de viaje. Queríamos sorprenderlo y darle una experiencia inolvidable.

Una tarde, mientras Hugo estaba absorto en uno de sus videojuegos, Nico y yo nos acercamos a él con una gran sonrisa.

—Hugo, tenemos una sorpresa para ti —le dije, intentando contener mi emoción.

Él levantó la mirada, curioso. —¿Qué pasa?

—¿Te gustaría irte de viaje con nosotros? —preguntó Nico.

Los ojos de Hugo se iluminaron. —¡¿De verdad?! ¡¿A dónde vamos?!

Nico y yo nos miramos y sonreímos. —Vamos a Disneyland París —anuncié.

El grito de emoción de Hugo resonó por toda la casa. Saltó de su asiento y nos abrazó con fuerza. —¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

Pasamos los siguientes días organizando el viaje. Reservamos los vuelos de avión, el hotel y los pases para los parques. Queríamos asegurarnos de que todo fuera perfecto. La noche antes de partir, Hugo apenas podía dormir de la emoción. Nos levantamos temprano al día siguiente, listos para la aventura.

El vuelo a París fue emocionante. Hugo no paraba de hablar sobre todas las atracciones que quería ver y las montañas rusas en las que quería montar. Nico y yo disfrutábamos viendo su entusiasmo, y compartíamos miradas cómplices, felices de poder darle este regalo.

Cuando llegamos a Disneyland, Hugo quedó boquiabierto. Las luces, los colores, los personajes de Disney que paseaban por el parque... todo era mágico. Nos registramos en el hotel y nos preparamos para un día lleno de aventuras.

Nuestra primera parada fue el castillo de la Bella Durmiente. Hugo corría de un lado a otro, maravillado por cada detalle. Luego, nos dirigimos a las montañas rusas. Nico, siempre valiente, se subió a todas las atracciones con Hugo, mientras yo los observaba y tomaba fotos, riendo de sus caras de emoción y susto.

A la hora de la comida, encontramos un restaurante temático donde pudimos comer rodeados de personajes de Disney. Hugo estaba encantado, especialmente cuando Mickey Mouse se acercó a nuestra mesa para tomarse una foto con nosotros.

La tarde la pasamos explorando el resto del parque, montando en atracciones, viendo desfiles y disfrutando de espectáculos. La sonrisa en el rostro de Hugo era todo lo que necesitaba para saber que este viaje había sido la mejor idea.

Al final del día, nos quedamos para ver el espectáculo de fuegos artificiales. El cielo se iluminó con colores brillantes, y Hugo miraba hacia arriba, completamente maravillado. Me acerqué a él y le di un abrazo.

—¿Te está gustando el viaje, Huguito? —le pregunté.

Él asintió con fuerza. —¡Es el mejor viaje de mi vida! Gracias, Sara. Gracias, Nico.

Nico se agachó a su lado y lo abrazó también. —Nos alegra mucho que te esté gustando, campeón. Eres parte de nuestra familia, y queríamos que tuvieras una experiencia inolvidable.

Los días siguientes en Disneyland fueron igual de mágicos. Hugo probó todas las atracciones que pudo, disfrutó de los desfiles y espectáculos, y no paraba de hablar sobre lo increíble que era todo. Nico y yo aprovechamos cada momento para disfrutar también y fortalecer aún más nuestra relación.

Una mañana, decidimos hacer una excursión a París. Hugo nunca había estado en la ciudad, y queríamos que viera algunos de los lugares más emblemáticos. Visitamos la Torre Eiffel, donde Hugo quedó impresionado por la altura y las vistas panorámicas de la ciudad. Subimos hasta el segundo piso y disfrutamos de una vista espectacular. Hugo no paraba de tomar fotos con su cámara nueva.

Luego, caminamos por los Campos Elíseos, donde hicimos algunas compras y probamos crepes en uno de los puestos callejeros. Hugo estaba encantado con la comida y la atmósfera parisina. Después, nos dirigimos a la Catedral de Notre Dame, donde nos maravillamos con la arquitectura gótica y las increíbles vidrieras.

La última parada del día fue el Museo del Louvre. Aunque Hugo no era muy fanático de los museos, tratamos de hacerlo divertido para él. Le dimos una búsqueda del tesoro para encontrar algunas de las obras más famosas, como la Mona Lisa y la Venus de Milo. Hugo se tomó la tarea muy en serio y, al final, parecía disfrutar de la experiencia.

Regresamos a Disneyland para nuestra última noche en el parque. Habíamos reservado una cena especial en el restaurante del castillo, donde disfrutamos de una comida deliciosa y una vista impresionante del parque iluminado. Hugo estaba feliz, y Nico y yo compartimos una mirada de satisfacción al ver lo bien que había salido todo.

Antes de irnos a la cama, Hugo se acercó a nosotros y nos abrazó fuerte. —Gracias por este viaje. Nunca lo olvidaré.

—Nos alegra que lo hayas disfrutado tanto, Hugo —le dije, besándolo en la frente.

—Eres un hermano increíble, y te queremos mucho —añadió Nico.

Al día siguiente, nos despedimos de Disneyland con un poco de tristeza, pero con muchos recuerdos felices. El vuelo de regreso a Bilbao fue tranquilo. Hugo dormía en su asiento, agotado pero feliz, mientras Nico y yo compartíamos una sonrisa cómplice. Sabíamos que este viaje había sido especial y que habíamos creado recuerdos que durarían toda la vida.

De regreso en casa, Hugo no paraba de hablar sobre el viaje. Le contaba a nuestros padres cada detalle, mostrando fotos y souvenirs que había traído. Ver su emoción y felicidad nos llenaba de orgullo y satisfacción.

Esa noche, después de que Hugo se fue a dormir, Nico y yo nos quedamos en la sala, recordando todos los momentos especiales que habíamos vivido.

—Gracias por hacer esto por Hugo, Nico. Significa mucho para mí —le dije, apoyando mi cabeza en su hombro.

—Él es parte de nuestra familia, Sara. Haría cualquier cosa para verlo feliz —respondió, besándome suavemente.

El viaje a Disneyland había sido más que una simple escapada. Había sido una oportunidad para fortalecer nuestros lazos como familia y para crear recuerdos inolvidables. Y aunque la vida volvía a la normalidad, sabíamos que siempre tendríamos esos momentos especiales guardados en nuestros corazones.

Mientras me acurrucaba junto a Nico, pensé en lo afortunada que era de tenerlo a él y a Hugo en mi vida. Habíamos pasado por muchas cosas, pero siempre habíamos encontrado la manera de superarlas juntos. Y eso, pensé, era lo más importante de todo.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad de la noche y de la compañía mutua. Este viaje había sido el comienzo de muchas más aventuras que sabíamos que vendrían en el futuro, y estaba emocionada por todas las experiencias que aún nos esperaban.

Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de gratitud, cerré los ojos, sabiendo que, pase lo que pase, siempre tendríamos el amor y el apoyo el uno del otro para enfrentarlo todo.

Amo a Hugo, y amo más a Nico, ya sabéis darle ⭐, vos estimee.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora