Habían pasado un par de meses desde la pérdida de nuestro bebé, y la vida había comenzado a retomar cierta normalidad. El dolor seguía presente, pero habíamos aprendido a vivir con él. Nico y yo estábamos intentando enfocarnos en el futuro y en cómo seguir adelante juntos. Aunque la tristeza no desaparecía, nuestros días estaban llenos de momentos de amor y esperanza.
Un sábado por la mañana, nos despertamos temprano para disfrutar de un desayuno tranquilo en casa. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación con una cálida luz dorada. Nico estaba en la cocina, preparando café y tostadas, mientras yo me estiraba en la cama, disfrutando de la calma del día.
—Buenos días, amor —dijo Nico, entrando en la habitación con una sonrisa mientras me entregaba una taza de café.
—Buenos días —respondí, tomando un sorbo de la bebida caliente y disfrutando del aroma.
—Hoy tenemos una comida en casa de mis padres, ¿no? —preguntó Nico, recordando el plan del día.
—Sí, eso es —asentí, tratando de no pensar en la tristeza que aún nos acompañaba.
Nos vestimos y nos preparamos para ir a la casa de mis padres. Aunque el tiempo había pasado, el dolor de la pérdida aún estaba presente en nuestras vidas. La visita a la casa de mis padres se sentía como un respiro, una oportunidad para estar rodeados de amor y apoyo.
Cuando llegamos a la casa de mis padres, fuimos recibidos con cálidos abrazos. Begoña e Iván estaban en la entrada, sonrientes pero con una ligera preocupación en sus rostros.
—¡Sara, Nico! ¡Qué gusto verlos! —dijo mi madre, abrazándonos con fuerza.
—Hola, mamá. Hola, papá —respondí, notando la preocupación en sus ojos.
Después de los abrazos y las primeras palabras de bienvenida, nos dirigimos al salón donde mi padre estaba sentado, revisando algunos papeles. Me preocupaba que estuviera tan concentrado en su trabajo, pero intenté no mostrar mi inquietud.
—Papá, ¿estás bien? —pregunté, dándole un beso en la mejilla.
—Sí, querida, solo estaba revisando unos documentos. Nada de qué preocuparse —dijo Iván, tratando de sonreír.
La comida comenzó con charlas agradables y risas, un intento de distraernos de los problemas que aún nos afectaban. Nico estaba animado, bromeando con mis padres y participando en la conversación. Sin embargo, noté que algo estaba fuera de lugar. Mi madre parecía más seria de lo habitual, y mi padre, aunque sonriente, tenía un aire preocupado.
Después del almuerzo, mientras estábamos en el salón, mi madre se acercó a mí con una expresión grave.
—Sara, podemos hablar un momento en privado? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Mi corazón dio un vuelco. La preocupación en su rostro me hizo temer lo peor. Miré a Nico, quien me sonrió con comprensión, y le dije que lo acompañara a la cocina para prepararnos algo más.
—Claro, mamá. Vamos a la sala de estar —dije, guiándola hacia un rincón tranquilo de la casa.
Una vez que estuvimos en privado, mi madre tomó mis manos en las suyas y me miró a los ojos.
—Sara, hay algo que necesitamos decirte... —dijo, su voz quebrándose.
El miedo creció en mi pecho, y mi mente comenzó a correr con pensamientos oscuros.
—¿Qué pasa, mamá? —pregunté, tratando de mantener la calma.
—Tu padre... ha estado enfermo. Ha sido diagnosticado con cáncer —dijo mi madre, sus ojos llenos de lágrimas.

ESTÁS LEYENDO
DESTINO//NICO WILLIAMS
RomansTras la agotadora temporada de exámenes de enero, Sara decide relajarse y celebrar con sus amigos en una discoteca conocida de la zona. Es allí donde su amigo Asier le presenta a Nico, un encuentro que rápidamente se llena de tensión y atracción. La...