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Habían pasado unas semanas desde el cumpleaños de mi madre, y todo parecía ir de maravilla. Nico y yo estábamos más unidos que nunca, y cada día que pasaba, me sentía más agradecida por tenerlo en mi vida. Habíamos encontrado una rutina cómoda y feliz, y aunque nuestras vidas eran ajetreadas, siempre encontrábamos tiempo para estar juntos.

Una noche, después de una larga jornada de estudio y trabajo, nos acurrucamos en el sofá de su casa para ver una película. Nico había preparado palomitas de maíz y había elegido una comedia romántica que sabía que me encantaría. Estaba claro que había pensado en cada detalle para hacer de la noche algo especial.

—Sara, hay algo que quiero hablar contigo —dijo Nico de repente, con una seriedad en su voz que no solía escuchar.

Levanté la cabeza de su hombro y lo miré, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Qué pasa, Nico? —pregunté, tratando de leer su expresión.

Él tomó una profunda respiración y me miró a los ojos.

—He estado pensando mucho en nosotros, en nuestra relación y en cuánto te amo. Y me he dado cuenta de que ya casi vivimos juntos. Pasas más tiempo aquí que en tu casa, y creo que es hora de dar el siguiente paso —dijo, con una sonrisa nerviosa.

Mi corazón comenzó a latir más rápido al escuchar sus palabras. Había pensado en lo mismo muchas veces, pero no sabía si él estaba listo para una decisión tan importante.

—¿Estás diciendo que quieres que nos mudemos juntos? —pregunté, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

Nico asintió, tomando mis manos en las suyas.

—Sí, Sara. Quiero que vivamos juntos oficialmente. Quiero despertar contigo todos los días, construir una vida juntos y enfrentar todo lo que venga como un equipo —dijo, con una intensidad en sus ojos que me dejó sin aliento.

Me quedé en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. Era una decisión grande, pero sabía en mi corazón que era lo correcto.

—Nico, yo también quiero eso. Quiero vivir contigo y compartir mi vida contigo —respondí, con una sonrisa que no podía contener.

Él me abrazó con fuerza, y supe que habíamos dado un paso importante en nuestra relación. Pasamos el resto de la noche hablando sobre nuestros planes, cómo organizaríamos nuestras cosas y qué haríamos para que la transición fuera lo más suave posible.

Al día siguiente, decidimos contarles a nuestros padres la gran noticia. Primero fuimos a casa de mis padres, y los reunimos en la sala para hablar.

—Mamá, papá, hay algo importante que queremos deciros —comencé, sintiendo un nudo en el estómago por la emoción.

Mis padres nos miraron con curiosidad y preocupación.

—¿Qué sucede, cariño? —preguntó mi madre.

—Nico y yo hemos decidido que vamos a vivir juntos —dije, sintiendo una oleada de alivio al decirlo en voz alta.

Mis padres se quedaron en silencio por un momento, procesando la noticia. Luego, una sonrisa se extendió por el rostro de mi madre.

—¡Eso es maravilloso! —dijo, abrazándonos a ambos. —Estoy tan feliz por vosotros.

—Sabíamos que este día llegaría. Ustedes dos están hechos el uno para el otro —añadió mi padre, con una sonrisa orgullosa.

Sentí una enorme ola de alivio y felicidad al ver su reacción. Sabía que tener su apoyo era fundamental, y me sentía agradecida por tener unos padres tan comprensivos y amorosos.

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora