32

177 18 0
                                    

El sonido del despertador resonó en la habitación con su tono habitual, pero esa mañana todo se sentía diferente. Apagué la alarma y me quedé unos segundos en la cama, mirando el techo mientras mi mente comenzaba a procesar el día que tenía por delante. Aunque todo parecía normal a simple vista, había algo más, algo que solo yo sabía.

Era temprano, apenas amanecía, y el suave resplandor del sol se colaba entre las cortinas, llenando la habitación con una luz cálida. A mi lado, Nico aún dormía plácidamente, su respiración lenta y profunda, y su brazo descansaba sobre mi cintura. Sonreí mientras lo observaba, sintiendo una oleada de amor y gratitud hacia él. Pero también sentía una pizca de nerviosismo que no podía ignorar.

Llevaba unas semanas sospechando que algo diferente estaba ocurriendo en mi cuerpo. Todo comenzó con pequeños detalles: un ligero mareo al levantarme, una sensación de fatiga constante, y esos cambios de humor que no podía atribuir simplemente al estrés del día a día. Al principio, no quise hacerle mucho caso, pero conforme los días pasaban, la idea empezó a tomar forma en mi mente.

Finalmente, me armé de valor y compré un test de embarazo. Fue una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar en mucho tiempo. Estaba aterrorizada de que los fantasmas del pasado volvieran a acecharme. Pero también sabía que necesitaba saber la verdad, sin importar cuál fuera.

Aquel día, hace apenas dos semanas, me encerré en el baño, mis manos temblorosas sosteniendo el pequeño test. El silencio era ensordecedor mientras esperaba, contando los minutos. Cuando al fin vi el resultado, mi corazón dio un vuelco: positivo. Me quedé mirando el test, sin saber si debía reír, llorar o simplemente dejarme llevar por la mezcla de emociones que me embargaba.

Pero la alegría no tardó en mezclarse con la preocupación. Recordé lo que había pasado la última vez, la pérdida que tanto nos había afectado a Nico y a mí. Sabía que no podía permitir que el miedo se apoderara de mí, pero tampoco podía ignorar los riesgos. Decidí, entonces, no decir nada a nadie, ni siquiera a Nico, hasta que estuviera segura de que todo estaba bien. Esta vez quería estar segura, quería protegernos a todos de la posibilidad de otro golpe devastador.

Así que aquí estaba, acostada junto a mi amor, sabiendo que dentro de mí estaba creciendo una pequeña vida, un secreto que aún no había compartido con nadie. Lo miré dormir, y me imaginé el día en que pudiera contarle, el día en que, ojalá, ambos pudiéramos abrazar la noticia sin temor.

Nico se movió ligeramente, despertándose lentamente. Sus ojos se abrieron, y una sonrisa apareció en su rostro al verme mirándolo.

—Buenos días, amor —dijo, su voz ronca por el sueño.

—Buenos días —respondí, esforzándome por mantener mi voz firme y tranquila.

Me acerqué a él, besándolo suavemente en los labios. Quería que todo pareciera normal, que no notara la tormenta de emociones que estaba ocurriendo dentro de mí. Nico correspondió al beso y luego me miró con esos ojos que siempre parecían saber lo que estaba pensando.

—¿Estás bien? —preguntó, con una pizca de preocupación.

—Sí, solo un poco cansada —respondí rápidamente, no queriendo que sospechara nada—. Ha sido una semana larga.

Él asintió, aceptando mi respuesta sin más preguntas. Me besó la frente y se levantó de la cama, estirándose mientras se dirigía al baño. Lo observé mientras desaparecía tras la puerta, y me permití un momento para respirar profundamente, tratando de calmar mis nervios.

Me levanté y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno, tratando de concentrarme en las tareas cotidianas. Sabía que debía cuidar de mí misma más que nunca, así que me aseguré de preparar algo saludable: avena con frutas, zumo de naranja fresco y tostadas integrales. Mientras preparaba la comida, mis pensamientos volvían una y otra vez a la misma pregunta: ¿cómo y cuándo le diría a Nico?

DESTINO//NICO WILLIAMS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora