MATTEO:
Últimamente me siento extraño. No sé cuándo empezó exactamente, pero ahora parece que todo el tiempo quiero estar con Isabel. Mis manos se sienten atraídas por su cuerpo, como si tuviesen vida propia. Me preocupo más de lo normal por ella, como si algo pudiera pasarle si no estoy a su lado. Y esa sensación en el estómago cuando la veo... no puedo explicarlo. Es inquietante, pero no me atrevo a profundizar en lo que significa.
Lo que me sorprende aún más es este lado sobreprotector que nunca había conocido en mí mismo. El simple hecho de verla mal me enciende por dentro, una ira que ni siquiera sabía que tenía. Cuando la vi en ese estado, rota por lo que había pasado, mi cuerpo se llenó de rabia, una sed de venganza que no pude contener. Frente a ella, intenté mantener la calma. Pero el resultado de lo que hice no tiene nada de compasión.
Nicolai. Lo secuestré y no tuve piedad. Su cuerpo lo dice todo: una costilla rota, ensangrentado hasta el punto de no poder reconocerlo, hematomas por cada parte de su piel. Y esa cortada en la frente... la misma que él le hizo a Elena, solo que la suya es mucho más profunda. Me aseguré de que sintiera el mismo dolor, o más, que el que había provocado. Y no siento remordimiento. Ni un poco.
Después de todo, Isabel lloró toda la noche en mis brazos. Puedo soportar muchas cosas, pero verla así me destruye. Al día siguiente, cuando llegaron las fotos de su padre en la celda, volvió a llorar. Pero algo en ella había cambiado. Lo vi en sus ojos. El dolor comenzaba a disiparse, pero lo que asomaba ahora era la venganza. Esa chispa... sabía que estaba lista para ayudarnos. Sabía que esto no había terminado, y que ella iba a ser parte de lo que viene.
....
Me detengo de repente, dejando que mis pensamientos se disuelvan en el aire cargado de este bar. He estado aquí por más de una hora y media con Nathan. La botella de chupitos frente a mí parece haberse vaciado más rápido de lo que esperaba, pero no he dejado de beber. Cada sorbo me adormece los sentidos, aunque no lo suficiente como para silenciar lo que me carcome por dentro.
Nathan está sentado a mi lado, su mirada fija en el fondo del vaso, probablemente inmerso en sus propios pensamientos. Aunque esté aquí, mi mente sigue atrapada en todo lo que ha pasado. La ira, la venganza, el dolor de Isabel... no puedo dejar de darle vueltas. ¿Qué siento por Isabel? ¿En qué momento empecé a sentir estas cosas?
Otro chupito desciende por mi garganta, quemando, pero ya ni lo siento. Sigo sobrepensando cada detalle.
—¿Me repites la razón por la cual estamos aquí hace media hora y por qué no has dejado de tomar? —preguntó Nathan, fijándose en mi estado.
El nombre de Isabel vino a mi mente de inmediato, pero decidí decir lo contrario, aunque sabía que él no era tan bobo como para creérsela.
—No siempre hay una razón para tomar o embriagarte. Puede ser por simple diversión.
Él soltó una carcajada mientras yo tomaba otros dos chupitos de un solo trago.
—Pareces de todo, menos alguien que lo está haciendo por diversión. Además, ¿desde cuándo conoces este lugar? Pensé que eras más de lujo.
Me di la vuelta y le eché un vistazo al bar. Él tenía toda la razón. Yo no era de estos ambientes. Las luces parpadeaban intermitentemente en colores neón, apenas iluminando la sala. La pista de baile, una simple área vacía en el medio del lugar, estaba abarrotada de gente sudada, moviéndose descoordinadamente al ritmo de la música. El lugar olía a alcohol, mezclado con el humo de cigarrillos y el calor de demasiados cuerpos. Parejas sin pudor hacían de todo, descaradamente, sin importar que estuvieran en público.
La música estaba a todo taco, un ritmo tan intenso que vibraba en mis pies y resonaba en mi cabeza, impidiéndome pensar con claridad.
—En mi defensa —dije, levantando el vaso vacío—, fue lo primero que encontré en internet.
Perdí la noción del tiempo. No escuché nada de lo que Nathan me había estado diciendo en todo este rato; solo estaba inmerso en mis pensamientos y el alcohol. Más de dos jarras de chupitos habían pasado por la mesa, o mejor dicho, por mi garganta. A ese punto, ya no sabía ni lo que decía o hacía.
—Otra de estas, por favor —le pedí al de la barra, mi voz arrastrándose.
—No, no más —intervino Nathan, con tono firme—. ¿Qué es lo que te pasa, Matteo? Tú no eres así.
Eso es lo que me había estado repitiendo todo el día y lo que quedaba de la noche, pero ¿cómo se lo explicaba a Nathan? Yo tampoco entendía.
—¿Qué me pasa? —Alcé la voz un poco más de lo necesario, mientras mis manos se paseaban por mi pelo desesperadamente, como si allí pudiera encontrar una respuesta.
—¿Todo bien con Isabel? —preguntó Nathan, poniéndome toda su atención.
—Sí... bueno, no. No entiendo, solo va a durar tres años y no llevamos ni el primero, y ya me estoy volviendo loco.
—¿De qué hablas? —se burló, claramente pensando que el alcohol empezaba a hacer efecto.
—¡Cómo mi esposa puede gustarme tanto! Se supone que la odio, la detesto... —Me empecé a dar golpes leves contra la mesa, como si eso me ayudara a aclarar la cabeza, pero solo provocaba que me mareara más.
—Del odio al amor hay un paso, ya sabes —Nathan parecía decidido a seguirme la corriente, riéndose de mi situación.
—¡No, no! Es al revés. Del amor al odio hay un paso... Porque del odio al amor, hay toda una trayectoria —balbuceé, tratando de sonar coherente mientras mi mundo giraba cada vez más rápido.
—Se nos puso poético el Matteo —dijo Nathan, aún burlón, mientras me daba golpes amistosos en el hombro.
—Lo digo en serio... Yo no soy así, Nathan —Sin darme cuenta, ya estaba gritando, atrayendo muchas miradas, pero a mi cuerpo embriagado eso fue lo último que le importó. Dejé de golpear mi cabeza contra la mesa y me enderecé, agarrando la cara de Nathan entre mis manos para que me mirara directamente a los ojos—. Mírame a la cara y dime que no estoy enamorado de ella.
Nathan apartó mis manos de su cara, negando con la cabeza, pero sin perder su tono despreocupado.
—Lo único que te puedo decir es que estás loco. Pero claro que estás enamorado.
—No, no, no —protesté, como si fuera un niño pequeño que se niega a aceptar la verdad—. Yo no me puedo enamorar de Isabel.
—Necesitas irte a casa ya —dijo Nathan, suspirando—. Voy a llamar a Isabel.
—¡No! —grité, como si esa idea fuera la peor del mundo—. No la llames. No quiero que venga... —Terminé sonando más como un caprichoso que como el hombre que intentaba ser, pero la mezcla de alcohol y emociones me tenía atrapado.
Y así acabó esa noche caótica, con Nathan observándome como si no supiera si reír o sentir pena. Pero yo sabía que el desastre solo estaba comenzando...
![](https://img.wattpad.com/cover/361568453-288-k989838.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Tú eres como las nubes
RomanceLa vida de Isabel Rizzo y Matteo Callen da un giro inesperado cuando son forzados a casarse por el bienestar de las empresas de sus padres. Inicialmente enemigos, su relación evoluciona de desafíos y conflictos a una conexión inesperada. A través de...