ISABEL:
Ha pasado un mes desde aquel día en el que finalmente encontramos los cuerpos en la dirección que Marahana nos dio. Nunca olvidaré esa escena. Aún hoy, cada vez que la revivo en mi mente, siento náuseas y un frío que me recorre la espalda. No sé cómo resistí ese día. Ver aquellos cuerpos enterrados como si no fueran más que objetos desechados fue algo que me aterrorizó. Y lo peor fue ver a Azura... tan rota, tan destruida por dentro. Nunca la había visto así.
Pero, en el fondo, todos sabíamos que ese era el final que buscábamos, el momento en el que la verdad, por más cruel que fuera, saldría a la luz. Habíamos conseguido lo que queríamos, pero a un precio que tal vez aún no hemos pagado del todo.
Decidí no continuar más en el caso después de eso. No podía. Mi salud mental ya estaba demasiado dañada y cada nuevo detalle que descubríamos me hundía más. Matteo lo entendió. Azura también decidió apartarse del grupo. Fue lo mejor para las dos. Nuestro corazón ya no aguantaba más sufrimiento. Sabíamos que Matteo se haría cargo del resto, y eso me dio algo de alivio.
Esta semana, Annie se ha quedado conmigo. Su presencia me da paz. A pesar de todo lo que ha pasado, tenerla cerca me recuerda que la vida sigue, que hay pequeñas cosas que aún pueden hacerme sonreír. Su compañía es grata y me tranquiliza, como si su energía pudiera limpiar el caos que habita en mi mente.
Esa noche, el caos del último mes parecía un mal recuerdo lejano. Annie y yo decidimos quedarnos en casa, solo nosotras, en pijama, libres del peso de todo lo que había pasado. Era el tipo de noche que necesitaba, llena de risa, de música y de paz.
—¡Sube el volumen! —gritó Annie, mientras bailaba en medio de la sala, girando y cantando a todo pulmón nuestra canción favorita. No pude evitar unirme a ella, riéndonos como locas mientras dábamos vueltas por la sala. Las luces eran suaves, cálidas, y los perritos correteaban alrededor de nosotras, llenando el ambiente con su energía.
—¡Vamos, es hora de hacer galletas! —anuncié, sintiendo la emoción en la voz de Annie mientras corríamos hacia la cocina.
Nos pusimos a trabajar. Los ingredientes estaban listos en la encimera, y cada paso era más divertido que el anterior. La harina volaba por todas partes, la masa pegajosa se extendía por nuestras manos, pero no importaba, solo nos preocupaba disfrutar el momento.
—¡Pasa el azúcar! —gritó Annie desde el otro lado, riendo mientras trataba de evitar que la masa se le escapara de las manos.
A mitad de todo el caos culinario, la puerta se abrió, y ahí estaba Matteo. Su sonrisa fue inmediata al ver la escena que teníamos montada. Entró con calma, observando la mezcla de harina, masa y diversión que dominaba la cocina.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, divertido.
— Lo que ves cariño- dije mientras me acercaba a él, me tomó por la cintura y me acercó a su cuerpo , posé mis manos en su pecho y dejé un suave beso en la comisura de sus labios - hacemos galletas o bueno lo intentamos.
Me separé de él y Matteo se intentó acercar a Annie , pero...
—¡Te atrapé! —exclamó Annie, antes de tomar un poco de harina y, sin pensarlo, correr hacia Matteo y mancharle la nariz con un toque blanco. Me uní a las risas, viendo cómo Matteo miraba a Annie sorprendido, antes de sonreír y sacudir la cabeza.
—¿Así que ahora soy parte de la receta? —dijo él, acercándose con la intención de devolverle la travesura a Annie, pero yo me adelanté, interponiéndome entre ellos
—No, tú eres el ingrediente especial —bromeé, dejándole un pequeño beso en la mejilla. Los perritos ladraban, emocionados por todo el alboroto.
Finalmente, después de mucho reír y jugar, las galletas estuvieron listas. El dulce aroma llenó la cocina, y Annie fue la primera en probar una, casi quemándose la lengua por la impaciencia.
—¡Están perfectas! —dijo ella, con la boca llena.
Nos dirigimos a la sala, llevando las galletas y las mantas para acurrucarnos y ver una película. Nos acomodamos en el sofá, en un orden que parecía natural: Annie a mi derecha, yo en el medio, y Matteo a mi izquierda. Mientras la película comenzaba, Matteo pasó su brazo por mis hombros, acercándome a él en un gesto que me hizo sentir segura y querida. Fue en ese momento, justo cuando todo parecía perfecto, cuando Matteo me besó suavemente.
—¡Iuuu! —gritó Annie, interrumpiendo el beso. —¡Hagan sus cosas de adultos en otra parte! Soy demasiado joven para morir —añadió, exagerando su tono dramático mientras se lanzaba sobre nosotros, rompiendo el momento. Matteo y yo estallamos en carcajadas, y antes de darnos cuenta, los tres estábamos abrazados, riendo por la ocurrencia de Annie.
El ambiente era perfecto, cálido, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente en paz.
ESTÁS LEYENDO
Tú eres como las nubes
RomanceLa vida de Isabel Rizzo y Matteo Callen da un giro inesperado cuando son forzados a casarse por el bienestar de las empresas de sus padres. Inicialmente enemigos, su relación evoluciona de desafíos y conflictos a una conexión inesperada. A través de...