Capítulo 38

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ISABEL: 

Eran apenas la una de la mañana cuando Nathan me llamó, diciendo que fuera por Matteo porque estaba embriagado. Al principio, no lo creí del todo. ¿Tan temprano y ya borracho? Sonaba absurdo, pero su tono serio me hizo dudar. Mientras manejaba por las calles de Madrid, con el aire nocturno rozando mi rostro a través de la ventanilla, me preguntaba qué tan mal estaría Matteo. Las luces de la ciudad iluminaban el camino, y los pensamientos me distraían de la idea de encontrarlo en ese estado. La discoteca no estaba tan lejos de casa por lo que solo me demoré catorce minutos , al llegar a la puerta de inmediato pude reconocer a Matteo que estaba casi en los brazos de Nathan , bueno mi teoría era falsa una persona si se puede embriagar tan temprano.

— ¿Todo bien? - espero que lo haya tomado como saludo pues fue lo primero que se me ocurrió cuando llegué a su lado.

— Yo sí , pero él ... pues juzga por ti misma - su tono fue burlón pero a la misma vez se notaba que estaba preocupado - solo te voy a decir que no deja de decir ridiculeces .

— Yo estoy bien - dijo Matteo a la defensiva apoyándose en el hombro de Nathan con los ojos cerrados .

— ¿Me ayudas a montarlo al auto?-pregunté a Nathan pues sabía que como Matteo era mucho más grande que yo , se me iba hacer muy dificil esa tarea . Nathan amablemente asintió y lo montó en el copiloto.

— Cuidalo mucho , hasta luego Isabel - dijo con una sonrisa Nathan mientras se empezaba a alejar.

— Muchas gracias , hasta luego - luego me subí al auto encontrándome con un Matteo muy tierno , al parecer intentando dormir , estaba con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el vidrio.

mpecé a conducir en completo silencio, pero a mitad del trayecto, escuché a Matteo moverse a mi lado. Abrí la boca para decir algo, pero fue él quien habló primero, en un tono bajo y adormilado.

—Te puedo contar un secreto... —susurró, su voz arrastrándose un poco por el alcohol— pero no le puedes decir a Isabel.

Me reí por lo bajo. ¿No le puedo decir a Isabel? ¿Qué clase de broma era esa? Traté de mantenerme seria, pero no pude evitar soltar una pequeña carcajada.

—¿Y qué es eso que no le puedo decir a Isabel? —le seguí el juego, aunque él parecía convencido de que yo no era yo.

Matteo hizo una pausa larga, como si estuviera buscando las palabras adecuadas o quizás luchando contra el mareo. Finalmente, suspiró.

—Es que... la odio, ¿sabes? Bueno... eso es lo que me digo, pero... —Se inclinó un poco más hacia mí, su rostro ahora más cerca del mío, y el corazón me dio un vuelco—. La verdad es que me gusta, me gusta mucho. No sé en qué momento pasó, pero... no puedo dejar de pensar en ella.

Mi risa se fue apagando lentamente mientras él hablaba. Sus palabras, aunque torpes y arrastradas por el alcohol, tenían un peso que me sorprendió. No podía creer lo que estaba escuchando.

—Cada vez que la veo, quiero estar cerca de ella... Me gusta su risa, su forma de caminar, hasta cuando se enoja. Y cuando no está cerca, siento que algo me falta. —Matteo se pasó una mano por el pelo, como si intentara ordenar sus pensamientos—. Creo que me enamoré... Pero no le digas 

El silencio que siguió fue tan pesado como el aire en el auto. No podía evitar sentirme feliz y, al mismo tiempo, sorprendida. ¿Matteo estaba enamorado de mí? Me llenó una extraña sensación de euforia, pero también de incredulidad.

Sonreí, tratando de controlar la emoción que me embargaba. Lo miré de reojo y le dije suavemente:

—Prefiero que me lo digas cuando estés consciente.

Tú eres como las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora