Capítulo 44

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ISABEL:

Eran las cinco de la tarde, y acababa de salir de la ducha. Sentí el frescor del agua aún en mi piel, y al ver mi reflejo en el espejo, no pude evitar sonreír. Esta noche iba a ser especial, lo sabía. No había nada que me diera más paz que el presente que estaba viviendo, sin sombras ni temores, solo la certeza de estar rodeada de amor y libertad.

Al sacar el vestido blanco que había elegido, me detuve un momento para tocar la suave tela. Era sencillo y elegante, con detalles sutiles que reflejaban exactamente cómo me sentía: ligera, feliz. De pronto, sin que me diera cuenta, Matteo apareció detrás de mí y rodeó mi cintura con sus brazos. Me estremecí un poco al sentir su abrazo, y cerré los ojos para saborear ese momento.

—¿Ya estás lista? - murmuró en mi oído con un tono cálido.

Sonreí y negué suavemente con la cabeza, girando un poco para mirarlo a los ojos.

—Aún no... Dame unos minutos más - le dije, y él soltó una leve risa antes de dejarme un beso en el hombro.

Media hora después , con el vestido puesto, los accesorios dorados en su lugar, y mis labios pintados de un tono suave, me observé en el espejo y solté un suspiro. Había rizado las puntas de mi cabello, y mi maquillaje era neutral, resaltando mis rasgos sin opacar lo que realmente soy. Todo estaba perfecto.

Bajé las escaleras despacio, aún ajustando la pequeña pulsera en mi muñeca , y al llegar al último escalón, levanté la vista. Ahí estaba Matteo, sentado en el mueble de la sala , enfocado en su teléfono. Llevaba un pantalón negro y una camisa blanca de botones. Elegante y a la vez casual. Cada vez que lo veía así, una mezcla de emoción y admiración me llenaba el pecho. Era como si no pudiera evitar enamorarme un poco más de él cada vez.

Al percatarse de que lo estaba mirando, Matteo levantó la vista y sus ojos se posaron en mí. La expresión de asombro en su rostro fue el mejor cumplido que podía recibir. Sus ojos recorrieron cada detalle, y por un momento, no se movió, como si estuviera atrapado en una imagen que no quería dejar ir.

—Perdón por la demora —dije, sintiendo un leve rubor en mis mejillas.

Matteo sonrió y se puso de pie, sin apartar la mirada.

—Valió la pena cada segundo —respondió, acercándose para tomar mi mano y guiándome hacia la puerta.

Sin decirme el destino, salimos al coche y emprendimos el camino hacia lo que parecía una sorpresa.

Matteo condujo en silencio, con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro. No me dijo a dónde íbamos, y por más que intenté sacarle una pista, solo se limitó a mirarme de reojo y decir:

—Ya lo verás. Ten paciencia.

El coche se detuvo frente a un restaurante que, desde fuera, ya me parecía mágico. Pequeñas luces cálidas decoraban la entrada, y había una suave melodía instrumental flotando en el aire. Al entrar, el ambiente se volvía aún más encantador: velas adornaban las mesas, y los tonos cálidos de la decoración creaban un espacio íntimo y acogedor. No podía evitar sonreír mientras observaba todo a mi alrededor.

Matteo me tomó de la mano y me guió hacia una mesa apartada, cerca de un ventanal que daba a un hermoso jardín iluminado. Nos sentamos, y él no dejó de mirarme mientras los meseros nos atendían con cortesía. Había algo en la forma en que sus ojos se posaban en mí, como si el resto del mundo no existiera.

—¿Te gusta? —preguntó, con un brillo en su mirada que me hizo estremecer.

—Es perfecto... como tú —le respondí sin pensar demasiado, y ambos reímos. Había una calidez en el aire, una sensación que hacía todo tan sencillo, tan natural.

Tú eres como las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora