Capítulo 43

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MATTEO:

El caso ha avanzado a pasos agigantados. Ya hemos tenido dos juicios y cada testimonio, cada prueba presentada, nos acerca un poco más a la justicia. Los fiscales han hecho un trabajo impecable, y aunque aún falta camino por recorrer, las cosas están marchando mejor de lo que esperaba.

Hemos recorrido un largo trecho, y al pensar en todo esto, una imagen aparece en mi mente: Isabel de pie, en ese estrado, el día en que dio su declaración. He sido testigo de la fuerza de Isabel en muchas ocasiones, pero ese día... fue distinto. La admiración que siento por ella se ha multiplicado con el tiempo, pero verla enfrentarse a toda esa sala, con la presión, la tensión, y el miedo contenido que yo sé que sentía... No hay palabras suficientes para describir cuánto la admiro.

Recuerdo cuando la llamaron. La vi ponerse de pie, alisarse la falda con manos firmes y, con toda la determinación que pudo reunir, caminar hacia el micrófono. Desde fuera parecía segura, intocable. Pero yo la conozco. Conozco cada uno de sus gestos, cada detalle en sus ojos, y en ese momento pude ver el nerviosismo que intentaba ocultar. Cada paso que dio estaba lleno de fuerza, aunque sé que por dentro dudaba de si podría soportarlo. La sala estaba en silencio, expectante, y yo apenas respiraba, observando cada movimiento suyo.

Finalmente, Isabel tomó asiento frente al micrófono y empezó a hablar.

—Mi nombre es Isabel Rizzo, y estoy aquí para contar lo que, durante años, nadie se atrevió a enfrentar. Crecí en una familia donde se me enseñó que el dolor era algo normal, que era parte de... de lo que él llamaba amor. Desde pequeña, intenté convencerme de que las palabras de mi padre eran ciertas, de que cuando él decía que "era por mi bien" o "para educarme," él de verdad me quería. Él solía decirme que, si verdaderamente lo amaba, estaría ahí para él... incluso cuando estuviera enojado, incluso si eso significaba que debía desquitarse conmigo. Me repetía que era algo que debía aceptar, que eso era lo que una buena hija hacía por su padre. Durante años me convencí de que tenía razón. Que el maltrato, el abuso, eran solo una muestra de amor... o, al menos, eso intenté creer. Pero en el fondo, siempre supe que no era verdad. Cada palabra hiriente, cada golpe... mi cuerpo y el de mi madre son la evidencia de lo que él considera amor. - suelta una amarga sonrisa - Qué estupidez. La peor parte fue ver a mi madre sufrir. Verla casi morir frente a mis ojos, y darme cuenta de que... si alguien no hacía algo, esto nunca terminaría. Fue en ese momento que tomé una decisión. Ese maltrato, esa violencia que él llamaba "amor"... se acabaría. Ningún ser humano merece vivir así. Ni mi madre, ni yo, ni ninguna persona. El dolor que él causó y que intentó justificar... eso no es amor. 

Tomó aire , guardó en lo más profundo de su ser el dolor y lo convirtió en ira, para luego continuar diciendo toda la verdad.

— Descubrir que mi propio padre, mi familia, estaban involucrados en actividades tan... crueles, me rompió. Sin embargo, no podía quedarme callada. Sabía que no estaba sola. Matteo, y otros que han apoyado esta causa, me recordaron que el valor de enfrentar la verdad es mayor que cualquier miedo. el poder y el dinero eran usados para controlar y silenciar. Y entendí que, si alguien no hablaba, si yo no hablaba, esto nunca terminaría. Se nos ha enseñado a confiar en nuestros seres queridos. Pero, ¿qué pasa cuando esa confianza es traicionada?  Fue difícil... aceptar que, a veces, incluso quienes más queremos pueden ser capaces de cosas que no podríamos imaginar. Hoy, no solo hablo en mi nombre, sino en el de todos aquellos que han sido dañados, todos aquellos que han sufrido en silencio. Este no es solo mi testimonio; es el testimonio de cada persona que alguna vez fue herida por esta red de mentiras. Azura -mira fijamente a su prima y no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas - No sabes cuánto lamento no haberte escuchado antes, no haberte dado la razón sobre el tema de tus padres... sobre lo que realmente estaba pasando. Es triste pensar que la avaricia de este hombre... acabó con la vida de personas inocentes como Riccardo Rizzo y Rose Beltrán. No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos asegurarnos de que el futuro sea diferente. Si mi historia, si mis palabras hoy, logran que eso suceda... entonces sabré que todo este dolor habrá valido la pena.


Al terminar su declaración, viene hacia mí, suspirando como si el peso de sus palabras finalmente la liberara. La sala permanece en un silencio absoluto; cada persona absorbe la intensidad de su testimonio. Cuando llega a mí, la recibo con un beso corto, intentando demostrarle mi apoyo de la manera más simple. No puedo sentirme más orgulloso de ella.  

Por otra parte, mi suegra ¿la puedo llamar así? ...Elena también dio su discurso y logró conmover a muchos con sus palabras. Pero lo que menos esperábamos era que Marahana se levantara para dar un discurso aparte, en el que decidió entregarse por completo. Confesó todo: habló del lavado de dinero, confesó que desde el principio sabía que era hija de Nicolai, y admitió que conocía detalles sobre la muerte de sus padres.

Las palabras del juez jamás se borraran de mi mente : 

— Después de haber escuchado los testimonios y las confesiones presentadas en este juicio, el tribunal ha llegado a un veredicto final. Nicolai Rizzo, en virtud de las pruebas presentadas y sus delitos comprobados de lavado de dinero, maltrato familiar y complicidad en asesinato, este tribunal lo sentencia a cadena perpetua, sin posibilidad de libertad condicional. Marahana Rizzo, por sus confesiones voluntarias y su colaboración con las autoridades, el tribunal ha tomado en cuenta su disposición para admitir sus actos. Sin embargo, debido a su participación en el lavado de dinero y en la complicidad con el asesinato de personas inocentes, el tribunal la sentencia a veinte años de prisión, con posibilidad de revisión a los quince años por buena conducta. La corte espera que esta sentencia sirva como recordatorio de que la justicia alcanzará a quienes eligen el camino del crimen. 

Aquel día fue demasiado pesado, pero hoy es todo lo contrario. Hoy no hay nada que nos abrume, nada que perturbe nuestra calma. Todo ha terminado, y estamos listos para celebrarlo como familia.

Mi suegra ha organizado una cena, y estará toda la familia. Mis padres, mis hermanos... incluso Annie. La casa está llena de risas y una energía que hacía tiempo no sentíamos. Al llegar, veo a Isabel en la cocina, riendo con Elena mientras arreglan algunos platos. Su rostro, libre de toda tensión, resplandece con una luz especial. Me acerco a ella, y al notar mi presencia, su sonrisa se amplía, llenando el ambiente de calidez.

—¿Vienes a ayudar o solo a robarte algo de comida antes de tiempo? —me dice, riendo, mientras me da un suave golpe en el brazo.

—Creo que un poco de ambas —le contesto, inclinándome para besar su frente. Nos reímos, y aunque sea solo un momento, siento que este es el hogar que siempre soñé.

Nos dirigimos al comedor, donde todos ya están reunidos, cada cual con una copa en la mano. Mi padre conversa con Elena, mientras mis hermanos bromean con Annie y los demás. La calidez y la cercanía en el ambiente hacen que todo se sienta... perfecto.

Cuando nos sentamos a la mesa, Elena levanta su copa y nos mira a todos.

—Hoy celebramos que todo quedó atrás, y aunque fue un camino difícil, logramos salir adelante juntos —dice, mirándonos a Isabel y a mí con ternura—. A veces pienso que el amor verdadero es la fuerza que nos mantiene en pie. Por eso, quiero brindar por esta familia, por cada uno de nosotros, por este nuevo comienzo.

—¡Por nosotros! —responden todos, levantando sus copas.

Los brindis, las risas y las historias fluyen. Al rato, Annie se nos acerca con una sonrisa traviesa.

—¿Y bien? ¿Cuándo me darán hermanitos? —pregunta, provocando una risa general mientras veo que Isabel se sonroja levemente.

—¡Vamos poco a poco, Annie! Todo a su tiempo —responde, lanzándome una mirada rápida y divertida.

La noche avanza entre chistes y conversaciones sin prisa. Las horas pasan como si fueran minutos, y el ambiente se vuelve cada vez más íntimo y cariñoso. Cuando todos se han ido a casa y la casa queda en silencio, Isabel y yo nos quedamos en el sofá, disfrutando de esa paz que tanto nos ha costado conseguir.

—No podría pedir nada más. Este es mi lugar, contigo —le susurro, abrazándola.

Isabel apoya su cabeza en mi hombro, cerrando los ojos.

—Y yo no podría pedir un compañero mejor para compartir esta vida.

En ese momento, siento que el pasado ya no tiene poder sobre nosotros. Todo lo que importa es este amor, esta familia y la paz que finalmente nos acompaña.

Tú eres como las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora