Catrinas

21 2 7
                                    

Un poco lento y algo rehacio a comparación de otros años, el dos de noviembre llegó y con el, la tardeada qué se ofrecería en el instituto Wilde. Las chicas ya habían terminado de maquillarse y peinarse para la gran noche, después de haber examinado cuidadosamente sus vestuarios, nuestro trío favorito tomó la desición de sentarse en la sala de la casa, para esperar a que dos galantes caballeros vestidos de catrines se dignaran a recogerlas en una de esas grandes camionetas de batea qué tanto les gustaba manejar, la señora de la casa le explicaba con devoción a la más grande de las tres como es que se había encargado de decorar mucho más su ofrenda ese año, pues esperaban por la visita de la ya difunta bisabuela que partió de este mundo hce no más de un par de meses, le dedico tanto tiempo a la preparación de la comida y la decoración que se olvido por un momento del evento de esa noche en la escuela y casi le prohíbe a su propia hija asistir, por fortuna, eso no sucedió y aunque su marido, el padre de Brenda, iba a llevarlas, tendrían que disculparlo, pues al parecer un fuerte dolor de estómago lo imposibilitaba para levantarse de la cama o abandonar el baño de la casa, cualquiera de las dos cosas según se diera el caso.

-Eso le pasó por chingarse de la ofrenda el mole de la bisabuela-Irene estuvo a punto de carcajearse ahí mismo, sin embargo, por respeto no lo hizo y en su lugar solo apretó los labios esperando que el labial rosa no se combinara con el resto del maquillaje negro y blanco que le cubría la mitad del rostro. Brenda siempre hacia comentarios de ese tipo, muy esporádicos-Tú y yo tenemos que hablar-la más alta del trío la tomó del brazo y la llevó escaleras arriba, abandonado por un momento a la más baja en estatura de las tres, con la dueña de la casa, quién seguía explicándole y contándole acerca de su pariente recién fallecida. Una vez llegaron nuevamente a la habitación de la chica, Irene supo que si destino estaba sellado, con una sola frase-¿Tú te estás llevando las pastillas de mi frasco?-se sintió como si una cubeta con agua heldada le cayera encima, quiso correr, negarlo, inventarse alguna excusa, lo que fuera, pero no se le ocurría nada, así que, temerosa, acepto la culpa, completamente.
-Dijiste que eran para bajar de peso...-dijo entre dientes, sin saber en realidad, que otra cosa podría usar para salvarse de aquel aprieto completamente sorpresivo.
-Ay, Nene...esas madres no funcionan-esperaba de todo, menos que su amiga no se molestara con ella, en su lugar se llevó una mano a la punta de la nariz, maquillada de blanco, simulando la forma de un hueso-Mi mamá se las compró a un señor en el mercado, creo que venden hierbas medicinales y eso, son una farsa-ahora entendía todo, en vez de bajar parecía cada día subir más, incluso ahora mismo, la falda de mezclilla le apretaba terriblemente la cintura-Nada más es azúcar y otras cosas raras-en el fondo, hubiera querido que todo fuera una broma, a lo mejor después descubririan que las pastillas solo tardaban en hacer efecto y necesitaban dosis más altas, sin embargo, también temía porque al no ser del todo confiables, pudiera ocasionar estragos en sus cuerpos, más allá de mantenerlas al borde del hambre, quizás resultaría alérgicas a algun elemento del medicamento.

No quería morir aún.

-...me alegra que solo sea azúcar-dijo entre dientes, dejándose caer en la silla junto a ella, donde minutos antes la maquillaron y peinaron para la ocasión.
-¿Sabes algo?, estuve en este barco mucho antes que tú.
-¿Eh?
-Quiero decir...desde que entre a la secundaria me mataba de hambre para no subir de peso, pero me he dado cuenta de muchas cosas para este momento-a su percepción, era la primera vez que la escuchaba hablar tan seriamente, siempre era la bromista, o bueno casi siempre, aún recordaba cuando la conoció, lloraba acurrucada en un sillón mirando series románticas, Pero ahora, todo era muy distinto, claramente se le veía más feliz estando sola y mucho más atrevida de lo que era antes.

Tal vez el amor no solo podías encontrarlo en alguien más.
También en ti mismo.
Y ese era un final feliz mucho mejor.

-Cuando conocí a Erick empecé a vomitar para que se me notaran las costillas-explicó, acariciando su abdomen-...y creo que ya no quiero estar así-su voz sonó apagada, como si fuera muy anciana para hablar en voz alta-Nene, no me siento bien-en ese momento, se sintió en confianza, para hablar sobre su madre, no sabía porque, pero tal vez en eso, Brenda entendiera un poco más sus razones para dejar de comer.
-Mi mamá dice que estoy muy pesada-comentó-Cuando le dije que quería ir al gimnasio dijo que eso era una pérdida de tiempo y no me siento bien con lo que veo en el espejo, no me gusta-las miradas de ambas se encontraron y parecieron sincronizarse, tanto físicamente, como emocionalmente.
-¿Te gusta...?
-No-concluyó ella desviando la mirada-¿A ti?
-Támpoco...el sabor del vómito es horrible-se sonrieron y miraron al frente, justo en el espejo del tocador.

Delirios Juveniles #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora