La última conversación

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Tenía tachados los últimos días en su calendario, pues faltaba poco para el selectivo, sin embargo, ese año no se sentía especialmente nerviosa, más bien diría que estaba ansiosa porque el momento llegará y entre más pronto mucho mejor.
Tacho un día más en su calendario con pluma negra antes de acomodar meticulosamente los ramos de flores secas en su habitación, aún desprecian un olor agradable y no tenía el corazón para quitarlas.
Hizo un gestos similares a los que hace una niña pequeña cuando esta demasiado emocionada por algo, salto en su lugar y apretó las manos intentando contener un poco la emoción.

Quedaba menos de una semana para tal evento deportivo.
No podía creer que de verdad estuviera sucediendo, ese año todo se sentía distinto, estaba más feliz y ya casi no había pensando en Gabriel esos últimos días, desde lo de navidad y año nuevo, Adrián se había vuelto su nueva adoración y como no ceder ante él, si era el hombre más amable que conocía, el que más la amaba sin tener que compartir ningún lazo sanguíneo.
Él la adoraba, se lo demostraba todos los días con mensajes lindos, masajes después de entrenar, citas a lugares lindos cada fin de semana y su detalle favorito, cartas, muchas cartas con una peonia cada una, probablemente ahora mismo no tenía mucho para ofrecerle, él era consciente de ello, tal vez por eso no había querido llevarla hasta su apartamento, pero támpoco es que la escondiera, constantemente subía publicaciones a redes sociales de ambos, la etiquetaba en otras más y su foto de perfil de absolutamente todo, era una fotografía de ellos dos, la tenía como fondo de pantalla e incluso cargaba una pequeña fotografía que robo de la cartera de Lalo, donde se mostraba a Helena con quizás unos cuatro años de edad.

Aunque claro que todo eso era recíproco.

En pocos meses, Adrián había logrado hacerla sentir lo que Gabriel no pudo en tantos años.

Y no sabía si eso era bueno...o era malo.

Probablemente Gabriel ya lo habría notado, varias veces lo había visto observandola a la lejanía, pues las vacaciones de invierno terminaron y tuvieron que volver a la escuela.
La miraba como si estuviera completamente ido, absorto en un mundo que solo él parecía entender.

Pero siendo sinceros, la verdad es que una parte de ella se esforzaba por pretender que ya no le importaba en lo absoluto mientras que la otra parte disfrutaba verlo sufrir de esa forma, era como ena especie de venganza suya, el abrazar a Adrián, besarlo y miraralo con amor genuino, debía estar matando a Gabriel por dentro, aunque fuera muy bueno fingiendo, ella lo conocía de sobra. Y lamentablemente se sentía bien con ello.

Odiaba esa parte suya de alguna forma.

Pronto tuvo que bajar al comedor cargando su libreta de matemáticas, forrada en papel brillante amarillo, junto con su lapicera. Una vez en su ligar de trabajo, tomó asiento y comenzó a elaborar su tarea, aunque no tardó en darse cuenta que en realidad, no estaba entendiendo nada de lo que le pedían que hiciera los números, los signos, combinado con letras y fracciones parecían revolverse en una mezcla imposible de descifrar, pronto se encontró así misma con las manos en el cabello tratando de resolver los problemas que venían en su libreta. Aunque un suspiro de alivio se le escapó de los labios cuando el timbre de la casa sonó.

Corrió tan rápido como pudo y al abrir la puerta principal de la casa, se encontró con Adrián, cargando el casco de su motocicleta y con una chaqueta de cuero roja cubriendolo del frío que aún prevalecia en esos días de Enero, sonrió y se lanzó a sus brazos, completamente entregada a él, completamente enamorada y hechizada por absolutamente todo lo que era ese muchacho esbelto y de piel morena, su aroma, el calor de su piel y la sensación tan relajante que era tenerlo cerca, amaba todo, absolutamente todo de él.

Entraron a la casa y supo que era el momento para poner en marcha su plan.

-¿Estás lista para nuestra noche de películas, chaparrita?-ella asintió con la cabeza, antes de volver a abrazarlo y hundirme su rostro en su pecho, como lo haría una niña pequeña al sentirse avergonzada o tal vez demasiado emocionada-¿Qué pasa?-preguntó él, sonriéndo con ternura y acariciando el cabello negro que tenía frente a él.
-Mmm, es que me gusta cuando me dices así-Adrián no ignoraba la diferencia de edad que existía entre ambos y sabía de sobra las actitudes infantiles que eran propias de la edad de Helena, pero no le molestaban, para él, era tierno, y la amaba más por ello. Ya que varias veces la había visto hablar con sus amigas, con Irene especialmente y no se asemejaba nada a la niña inocente qué ahora mismo tenía en brazos, casi parecía que ella asumia un rol adulto frente a sus compinches, hablando y expresandose como lo haría una mujer mucho más grande.

Delirios Juveniles #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora