Capítulo Uno.

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LUKE...

En mi vida, cuando todo aparenta ser un fin desastroso y doloroso, casi invariablemente termina tratándose de un nuevo comienzo. Estos nuevos comienzos, sin embargo, no son de mi agrado. Requieren el doble, si no el triple de esfuerzo. Comenzar de nuevo implica intentar construir bases sólidas sobre las que pueda volver a sentirme en confianza, y sinceramente, eso no es lo mío. Los seres metódicos somos así; sobrepensadores, analizadores que necesitamos de una rutina estable y de las mismas personas constantes en nuestras vidas.

No necesitaba rayos X en los ojos para pararme frente a un espejo y ver que algo andaba mal en mí, ya lo sabía. Siempre lo he sabido. No es que me sienta único ni especial, pero estoy en paz con ello. Nunca he hecho ni espero hacerle mal a nadie. Pero esa consciencia de mis propias limitaciones y fallas no hace que sea más fácil lidiar con los cambios forzosos que la vida pone en mi camino.

Además, está el desgaste emocional de dejar atrás lo que una vez fue significativo y valioso para mí. Los recuerdos, las conexiones, las rutinas que formaron parte de mi vida y que ahora debo abandonar. Es un proceso doloroso y agotador. A veces me pregunto si realmente vale la pena tanto esfuerzo. ¿Es posible que los nuevos comienzos traigan consigo algo mejor que lo que he perdido? La esperanza es un concepto elusivo para los metódicos como yo, que preferimos aferrarnos a lo tangible y lo predecible.

[...]

Había café caliente sobre mi escritorio, la laptop abierta y papeles esparcidos por todo el lugar. El reloj marcaba las 4:30, y me di cuenta de que ya casi era su horario de salida. ¿Debería ir? La tentación era fuerte, pero rápidamente me recordé a mí mismo que no podía permitírmelo. Tenía miles de pendientes que debían estar listos para el cierre mensual de la empresa. Era finales de enero, y el dinero devengado necesitaba tener todos los papeles en orden para su justificación.

Suspiré, mirando el desorden sobre mi escritorio. Los informes financieros, las facturas y los balances pendientes formaban una montaña de tareas que parecían insuperables. Además, no era solo mi trabajo directo lo que me preocupaba; también tenía que asistir a todos aquellos que dependían de mi área de trabajo. Cada consulta, cada solicitud de ayuda, cada pequeño problema técnico que surgía recaía sobre mis hombros.

El estrés se sentía como una presión constante, una especie de peso invisible que me oprimía el pecho. Pensé en lo agradable que sería dejar todo por un momento, caminar hasta su oficina y disfrutar de unos minutos de conversación. Pero sabía que eso era un lujo que no podía permitirme en este momento. O quería fingir eso.

El aroma del café me trajo un breve consuelo. Tomé un sorbo y dejé que la calidez del líquido me reconfortara, aunque fuera solo un poco. Me di cuenta de que no tenía otra opción que seguir adelante, enfocarme en lo que debía hacer y posponer cualquier tipo de distracción.

Mientras trabajaba, mi mente seguía divagando, pensando en todo lo que estaba sacrificando. Sin embargo, también sabía que cumplir ese deseo me daba una satisfacción única, una especie de orgullo silencioso, verla, solo verla me reconforta. Quizás, al final del día, eso era lo que realmente importaba:

Y así, con el sonido constante del teclado y el suave aroma del café llenando el aire, continué trabajando,

Pero aún así luke, quieres ir a verla.
Por más que te justifiques terminarás haciéndolo.

Al diablo, tomé las llaves de mi auto, mi teléfono y le di un sorbo a mi café. Salí disparado, me tomaría 20 minutos transportarme hasta los suburbios que es donde ella trabaja y su salida es a las 5, si me apuraba quizás la alcanzaba. Di instrucciones de que regresaría pronto a mi secretaria y me marché ignorando que alguien me llamaba antes de entrar en el ascensor.

She's Mine & Only Mine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora