Capítulo Catorce.

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NICOLA.

— Así que la perra obesa logró quedarse con el hombre rico y apuesto — Espeto una voz a mi espalda, una voz absolutamente conocida para mí. Venía venir algo así, lo presentía en el aire, como una tormenta que se avecina sin remedio. Me giré sobre mi eje, sintiendo un frío recorriendo mi espalda, y ahí estaba ella, con su expresión de siempre, cargada de desprecio. La mirada confundida de Dalila, que venía unos pasos atrás de mí, interrumpía mi campo de visión hacia Antonia, quien se encontraba justo detrás. Se puso a mi lado.

— Buenos días, Antonia — dije sutilmente, intentando mantener la compostura a pesar del nudo que se formaba en mi estómago.

— ¿Buenos días, Nicola? ¿De verdad crees que son buenos? — se acercó con pasos firmes y decididos, sus tacones resonando en el suelo con cada zancada, hasta quedar frente a mí, su rostro a solo unos centímetros del mío.

— Absolutamente, Antonia — respondí, levantando mi mentón con determinación. Dalila y la secretaria de Luke tenían un rostro totalmente descompuesto, confundidas, sin saber cómo reaccionar ante la tensión que se palpaba en el ambiente.

— Por supuesto que es un buen día para ti. Después de lo que ocasionaste — replicó, acercándose aún más, tanto que podía sentir su aliento cargado de ira. Sus ojos, llenos de odio, se clavaron en los míos. Había leído los mensajes de Luke, pero no sabía la magnitud del resultado. Me encontraba en un terreno desconocido y peligroso. — Esto no va a quedarse así, te lo aseguro. Ustedes no me conocen, para su mala suerte. No vas a quedarte con Luke.

Su amenaza resonó en el aire, y por un momento, todo pareció detenerse. El silencio era ensordecedor, roto solo por el sonido lejano de la ciudad que seguía su curso. Dalila dio un paso adelante, como si quisiera intervenir, pero la fulminante mirada de Antonia la detuvo en seco, al mismo tiempo que mi brazo le hizo una barrera. Sentí que todo mi cuerpo estaba tenso, preparado para lo que pudiera venir a continuación. Pero no mostraría debilidad, no delante de ella. Levanté la barbilla un poco más, manteniendo mi postura firme, aunque por dentro, una tormenta de emociones amenazaba con desbordarse.

— Haz lo que consideres necesario, Antonia — respondí finalmente, con la voz lo más calmada posible. — No me asustas.

— Deberías estarlo - Replicón de inmediato. Ella me miró fijamente por unos segundos más, yo le mantuve la mirada, luego, con un bufido de desprecio, se dio la vuelta y se marchó, dejando tras de sí una estela de tensión que tardaría en disiparse.  Dalila se acercó a mí, insegura de preguntar.

— ¿Qué fue eso? — murmuró. No respondí, tratando de procesar lo ocurrido. Ella al parecer captó el mensaje. Nos dimos la vuelta para entrar a la oficina que compartía con Luke. Al dar un paso dentro, los recuerdos golpearon mi cabeza y una sonrisa se plantó en mi cara.

— ¿Cómo necesitas mi ayuda? — preguntó Dalila, sacándome de mi ensimismamiento.

— Es que estos días estuve verificando y llevando las cuentas de este mes al libro mayor, y hay un faltante enorme. No encuentro registros de ningún recibo de compra, descargo o pago que lo justifique. ¿Tienes alguna idea?

— No, la verdad. Nunca nos dan acceso al libro mayor. Como ves, cada uno trabaja en su área correspondiente. En mi caso, cuentas por cobrar. Le entregaba los resultados con su correspondiente justificante a la antigua licenciada, y ella los llevaba a la T y al Mayor. Ahora lo haces tú.

— Qué extraño, es una fuerte suma, justo del mes pasado.

— Quizás fue el descargo por las prestaciones de la otra asistente de gerencia.

She's Mine & Only Mine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora