Capítulo Veintisiete.

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NICOLA.

Sus labios descendían con una destreza casi hipnótica, trazando un camino de fuego a lo largo de mi piel. Cada caricia, cada beso era indicio del placer que me hacía arquear la espalda y cerrar los ojos con fuerza. Sus manos firmes se posaron en mis glúteos, apretándolos y guiando mi cuerpo hacia su boca con una precisión que solo él poseía. La presión de sus dedos, la firmeza de su agarre, me hicieron jadear involuntariamente, abriendo la boca y dejando escapar sonidos entrecortados que delataban lo que me hacía sentir.

Mi mente era un torbellino de sensaciones; el calor que irradiaba su cuerpo, el tacto de su piel contra la mía, y el suave murmullo de su respiración se mezclaban en un cóctel embriagador. Mis manos, casi por instinto, se aferraron a las sábanas, buscando fuerzas. Intentaba desesperadamente mantener el control, resistir el impulso de abandonarme por completo a las olas de deseo que me recorrían. Pero solo imaginarlo dentro de mí, la anticipación de sentirlo, me inundaba con una intensidad que casi me sobrepasaba.

— ¡AAAAH! —grité cuando su boca se ancló a aquel botón de placer con una precisión que me hizo ver estrellas. El grito escapó de mis labios sin que pudiera controlarlo, un reflejo de la electricidad que recorría mi cuerpo—. Ve despacio, por favor —logré suplicar entre jadeos, mis dedos enredándose en su cabello, tirando ligeramente para intentar moderar el ritmo devastador que me estaba llevando al borde del abismo.

Él levantó la vista, sus ojos llenos de un deseo que reflejaba el mío, y sonrió contra mi piel antes de continuar, esta vez con una suavidad que era casi peor que la urgencia anterior. La lentitud de sus movimientos, el contraste entre la suavidad y la firmeza, me hacía temblar de anticipación y me mantenía al filo de la liberación. Cada caricia, cada lamida calculada me empujaba más cerca del límite, y mis manos se aferraron a su cabello con más fuerza, como si al tirar de él pudiera de alguna manera retardar lo inevitable.

— Luke... —mi voz se quebró en un susurro, una súplica desesperada que parecía resonar en la habitación. Sentí cómo el control se escapaba de mis manos, cada segundo que pasaba me acercaba más a ese punto sin retorno. Mis caderas se movían involuntariamente contra su boca, buscando más de esa fricción deliciosa, y mi respiración se volvía cada vez más errática.

Él, como si entendiera perfectamente mi dilema, aflojó su agarre un poco, dándome una pequeña tregua. Pero el alivio fue solo momentáneo, porque sus manos volvieron a descender, esta vez acariciando mis muslos con una ternura que contrastaba con la intensidad de lo anterior. Los dedos rozaron mi piel, enviando oleadas de placer que se mezclaban con la anticipación, y su boca continuó su asalto, más lenta pero no menos devastadora.

— No puedo... aguantar más... —gemí, sabiendo que estaba al borde de romperme en mil pedazos. Mi cuerpo temblaba, cada músculo tenso y expectante, mientras él seguía jugando conmigo, llevando mi deseo al límite y más allá. Y entonces, en el momento justo, cuando pensé que no podía soportarlo más, él se detuvo y subió lentamente, su boca reemplazada por su mirada ardiente.

— Voy a hacer que te corras y lo lograré solo con mi boca, mami - apretó mi lengua en su boca y la succiono, mientras nuestros ojos estaban en una mirada intensa. Dios, este hombre no podía ser más perfecto. Descendió lentamente, saboreando cada centímetro de mi cuerpo, dejándome en un estado de expectación ansiosa.

Cuando llegó a mi centro, su lengua trazó círculos suaves antes de aplicar una presión exquisita que me hizo gemir. Mis manos se empuñaron en las sábanas, tratando de encontrar un ancla mientras su boca me llevaba al borde de la locura. Sus manos firmes mantenían mis caderas en su lugar, controlando mis movimientos con una mezcla de ternura y autoridad que me hacía arder de deseo.

She's Mine & Only Mine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora