Capítulo 1: Cambios

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La escarcha que cubría los árboles, pinos y flores se desvanecía debido al sol que irradiaba más intensamente que nunca. La brisa soplaba, como si me invitara a danzar junto con ella y ayudarle a expandir la viveza de la primavera para dejar ir el glacial ambiente del invierno.

Me levante antes del alba. En sigilo salí del castillo y fui a los establos para encontrarme con mi caballo. Me dirigí cabalgando hacia una colina cerca de la costa, no muy lejos, teniendo que pasar por el puente de piedra que conecta el castillo con el pueblo. Cuando llegue a mi destino, inhale todo el aire de la libertad posible y me senté en el pasto fresco, esperando las primeras luces del día dignas de contemplar.

Cuando volví al castillo me dirigí rápidamente al comedor, pues no había medido correctamente el tiempo y ya era un poco tarde para el desayuno.

—Buenos días, cariño —me saludo mi madre con un beso en la frente.

—Buenos días... ¿y todos? —me detuve en cuanto me percaté que el comedor estaba vacío, lo cual era raro, pues siempre había hambrientos saboreando las hojarascas que se esparcían por el suelo debido a las plantas que había por todos lados.

—Todos se fueron, Faith. Desayunaron hace una hora. Te esperamos, pero no llegaste y estaban que se morían de hambre...

—Oh, en verdad lo siento...

—Ven, siéntate a mi lado —me guió junto a ella—. Desayunemos juntas.

De verdad apreciaba mucho el gesto de mi madre. Creo que me acostumbre mucho a estar con mi padre que olvide lo que se siente la maternidad.

Sonreí, agradeciéndole con la mirada y justo trajeron el desayuno: un pastelito de frutos y yogurt, que por alguna razón todos odian y yo adoro. Pero esta vez, al verlo en mi plato, simplemente me dieron nauseas, y descubrí que en realidad no era tan bueno como trataba de convencer a Brina que lo era.

Después de desayunar, como no tenía nada que hacer, me dirigí a la biblioteca. Mi lectura actual es Los 7 Augures Phrygianos: un libro sobre la historia de los Augures que según la mitología eran sacerdotes muy prestigiosos que practicaban la adivinación, y todo lo que mencionaban, hasta la más mínima palabra, al final se terminaba manifestando de una manera u otra. No me agrada mucho leer en la biblioteca, así que opto por ir a Árbol a leer.

Hay partes del castillo que muy pocas personas conocen, y con pocas me refiero a casi nadie, es por eso que Brina y yo las tomamos como guaridas y les ponemos nombres clave. Usualmente en Árbol vamos a leer, pintar o hacer alguna cosa que tenga que ver con el arte.

Hice mi toque secreto en la puerta, en el cuarto del último piso de una torre del castillo. Segundos después, cuando pensé que nadie abriría, escuche un metal retumbar en el suelo y un chillido.

—¡¿Brina?! —exclame, intentando abrir la puerta.
Me detuve al escuchar su voz decir que todo estaba bien. Se abrió la puerta y vi un rostro ruborizado, sus bellos ojos azules exaltados, con el cabello dorado todo desparpajado y el vestido todo arrugado, como si hubiera estado en un torbellino. A veces me pregunto cómo puedo ser su hermana.

—¿Se puede saber que paso aquí? —inquirí, mirándola con curiosidad, con los brazos en jarras.

—Nada —me dijo, pero entrecerré mis ojos y me sonrió en su intento de quedar en semblante serio. Me reí ante su derrota.

—Vengo a leer. ¿Qué hacías?

—Practicando.

—¿Practicando qué?

—Ehh... baile... —balbuceo, apenada.

—Para algo está el salón de baile, ¿sabes? —le aconseje mientras entraba y ella cerraba la puerta con candado detrás de mí.

Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora