Nos escoltaron hacia la entrada de Mastechnos, la cual según Zeth, había cambiado bastante, pues ahora había muchísima más seguridad y más tiendas. Mientras Oliver refunfuñaba sobre que le daba mala espina estar ahí, Brina se había recuperado de su estado de shock y reía con Savannah, quien trataba de distraerla con unos pericos que cantaban en una tienda por la que pasamos.
Toda la gente dedicaba un poco de su tiempo para observarnos de arriba hacia abajo, curiosos, pero la mayoría me daba miedo, pues parecía que nos detestaban sin siquiera conocernos.
Tuvimos que subir un millón de escaleras, donde hasta arriba se conseguía a ver la famosa arena de batallas y se escuchaban gritos, rugidos y vítores del público, para llegar a la entrada del palacio donde se supone que estaría Deifontes. Los guardias abrieron los portones oscuros de la entrada, pero nos dijeron que Belle se tenía que quedar afuera, a lo que Belle obedientemente se sentó en el umbral de los portones. Recorrimos el corredor principal, que era bastante amplio pero estaba desolado, no había ningún alma por ahí, solo estaba una estatua gigantesca de Deifontes.
Los guardias nos escoltaron hacia otra sala, igual de vacía que la anterior, pero con más carácter, pues había balcones metálicos que sobresalían de las paredes de cobre y en el centro del salón había una estatua de dos hombres luchando. Sentía mucha nostalgia al estar ahí, sin saber por qué, pues nunca en mi vida había visto ese lugar.
Rodeamos a la estatua y nos dirigimos directamente hacia unos portones dorados.Escuche perfectamente como Savannah susurraba: "Por los Dioses, las Puertas de la Gloria".
Eran extremadamente enormes, de la mitad de altura de las escaleras que tuvimos que subir para llegar aquí. Los guardias abrieron las puertas con dificultad, como si no estuvieran acostumbrados a tener que abrirlas por ellos mismos, y una vez la sala del trono de Deifontes fue visible para nosotros, nos obligaron a entrar y nos encerraron diciendo que un tal "Ciro" nos iba a atender.
El lugar se veía muy triste, además de oscuro, la alfombra que guiaba al trono con bordes dorados gastados era de un rojo sangre, con tonalidades más oscuras. Parecía como si alguien hubiera pasado mucho tiempo ahí, triste, solo... arrepentido...
—¿Qué hacemos? —susurró Savannah.
—Esperar a Ciro.
—Pero venimos a ver a Deifontes, no a Ciro —les dije, sin saber qué sería mejor: esperar o salir.
—Tal vez se cambió el nombre —agregó Oliver examinando la sala después de que le di su espada.
—Faith, ¿crees que papá y mamá me dejen tener un perico que canta de mascota?
—No lo sé Brina, tal vez —le sonreí preocupada, pues no tenía idea de que pasaría con nuestro hogar después de todo esto.
Paso mínimo una media hora hasta que ese tal Ciro se dignó a aparecerse. Entró por una puerta que estaba al lado derecho y sinceramente, cualquiera que pensara que ese enanito pudiera ser Deifontes estaba mal de la cabeza, literalmente me llegaba al pecho, casi a la cintura. Ciro entró a la sala con decisión, pero sin ponernos mucha atención, pues estaba leyendo unos pergaminos que cargaba.
—¿Quién es la heredera del trono de Porage? —preguntó sin levantar la vista hacia mi palma levantada, por lo que tuve que verme obligada a decir "yo"— Oh, bueno, acompáñame entonces.
—¿Acompañarlo a dónde? —preguntó Oliver, acercándose a Ciro con desconfianza.
—Solo la princesa me acompañara —mencionó Ciro, esta vez alzando la cabeza y observándonos con curiosidad—. Cenaremos con Deifontes, si nos disculpan.
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Faith [Parte 2: El Libro del Destino]
FantasyFaith ha crecido en un mundo de fantasía junto con su familia y amigos, pero todo cambiará cuando el Libro del Destino, ubicado en su hogar, provocará que horrores inimaginables le sucedan donde sea que vaya. Su reino al ser atacado por un misterios...