Capítulo 2: Sala del Triunfo

6 3 0
                                    

Todos se preparaban para la cena, salían del castillo, se iban a sus habitaciones o al pueblo, pero en cambio yo esperaba a mi padre al borde de la escalera de la Sala del Triunfo. Claramente, una parte de mí deseaba entrar, ver que había cambiado y revisar el libro con el que tanto soñaba.

Inconscientemente cometí un movimiento involuntario que me metió a la sala. Me quede inmóvil, con el corazón palpitando a la velocidad con que caen las gotas de lluvia, esperando a que me sucediera algo, pero nada paso. Cuando mis piernas dejaron de temblar, empecé a caminar con cautela tratando de mirar solo hacia enfrente. La puerta de la pared estaba abierta y veía a alguien ahí, convulsionándose. Me detuve de golpe.

Era mi padre y entre sus manos tenía el libro que se me prohibió ver hace años. Fui corriendo hacia él alterada y le grité, aunque no sonó como un grito. No quitaba los ojos del libro, ni lo soltaba. Abrió el libro por un segundo, pero antes de que le alcanzara a echar un ojo, yo le di un manotazo y el libro cayó al suelo produciendo un fuerte estruendo.

Todo se quedó en un silencio tenso, casi mortal, pero entonces mi padre comenzó a voltear a todos lados, como si buscara algo pero no fuera capaz de verlo.

—¡Papá! ¡Papá! ¡¿Qué pasa?! —le empecé a gritar tomándolo por el brazo en un intento de que parara, entonces comenzó a gritar y cayó de rodillas al suelo, apretándose la cabeza con las manos, como si temiera que le fuera a explotar. Sentía que el corazón se me saldría el pecho.

Cuando me agache a su lado y lo abrace sollozando, todo se detuvo. Me despegué de él y vi como parpadeó unas cuantas veces y se tallo los ojos. En el momento donde nuestros ojos chocaron, pude ver alivio en él. Me sujeto por los hombros y tras observarme un momento, me abrazo. Lo abracé igual y me di cuenta que los dos estábamos temblando.

—Perdóname, perdón... es todo culpa mía... —sollozaba, pero no entendía a qué se refería. No comprendía nada.

—Todo está bien..., estás bien...

Nos marchamos de ahí. Mientras subíamos las escaleras, después de cerrar la puerta, deseando no tener que abrirla de nuevo, Me preguntaba qué es lo que había leído que le afecto tanto.
Lo miraba de reojo y tenía los ojos llorosos, pero veía que parpadeaba para espantar las lágrimas. Entonces se me partió el corazón; siempre pensé que mi papá sería la última persona a la que vería llorar, pues siempre es tan alegre.

—Gracias, hija, por quitarme el libro.

—¿Qué es lo que sucedió, exactamente? —no pude evitar preguntar, ahora hablaba y se comportaba como si nada hubiera pasado. Era todo tan confuso.

Me vio directamente a los ojos, pero nada salió de su boca.
Los dos guardamos silencio durante todo el camino, era un silencio incómodo, los dos queríamos hablar, pero no había nada por decir. Ni siquiera sabíamos a donde nos dirigíamos, solo caminábamos, pero entonces recordé la cena.

Para llegar al comedor real teníamos que pasar por un pasillo lleno de candelabros y alfombras, flores, pinturas y guardias.

A punto entrar por el pasillo recordé como estaba vestida; tenía que ir a cambiarme apropiadamente, sino mis tías me matarían. A punto de irme y dejar a papá en el comedor, vi a Grau a lo lejos y recordé el mensaje que me dijo que tenía que dar. Todo era un desastre, como siempre.

—Padre, por poco se me olvida entregarte un mensaje por parte de Grau. Quería que lo encontraras en el campo de entrenamiento porque tenía algo que decirte, y no sé, se veía... mal.

—¿Un mensaje? —se alteró, como si hubiera recordado algo—¿Qué tipo de mensaje?

—No lo sé.

Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora