Capítulo 33: Astrint

7 2 0
                                    

Grau estaba sobre Allard pulverizando su rostro a golpes frente a mí con el cadáver de su hijo todavía en mi regazo. No podía soltarlo, sé que se había ido, pero no podía dejarlo ir aún. Allard trataba de dirigirse a mí, pero Grau no lo dejaba, sus ojos destellaban de rabia, tenía intenciones de matarlo.

Savannah tenía razón referente a que le asustaba la capacidad que tienen los humanos para convertirse en alguien más tan fácilmente. Era aterrador.

Grau finalmente tomó la espada con la que Allard apuñalo a Oliver y la colocó encima de su cabeza, a solo unos centímetros, su respiración estaba acelerada.Lo iba a matar.

—Grau...

—No, Allard, no tienes derecho a llamarme así.

—Lo siento, Faith... —Allard se volteó hacia mí con el rostro repleto de sangre, moretones y lágrimas— Tenía que hacerlo, Eros y Haektpa me...

Grau ya había encajado la espada en su frente,  impidiendo que terminara la frase. Sentí un pequeño piquete en mi interior al ver a Allard morir, pero no me importaba en lo absoluto. Estaba mejor muerto.

Grau tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, se apresuró para llegar al cadáver de Oliver, me lo arrebató y comenzó a llorar al ver que se había ido en verdad. Lo abrazó con fuerza, susurrando palabras que no me forcé por comprender, y se me revolvió el estómago de solo pensar que Oliver estaba muerto, como Savannah, Brina, Elvira, y ahora también Allard.
Esta no era una guerra, era una masacre.

Intenté confortar a Grau, pero en cuanto coloque mi mano sobre su hombro, dejó de llorar y se separó del cadáver de su hijo. Me lanzó una mirada de melancolía mientras apretaba su mano con la del Oliver, esperando que él la apretara también.

—Lo siento tanto, Grau...

—No es tu culpa... Si alguien debía morir era yo, no él. Oliver... mi hijo, era un alma pura, tenía tanto por conocer...

Que tristeza.

Me volteé y levanté en un instante de segundo al escuchar esa voz tenebrosa que me provocaba angustia y vi a Eros a unos metros de nosotros, recargado en la entrada de lo que parecía ser una cueva. Se dirigió hacia mí, pero antes de que pudiera decir algo más, me lancé hacia él y lo arrastré hasta el cielo para después dejarlo caer con fuerza, enterrándolo en el suelo de la explanada.
Me dirigí a su dirección como un proyectil y provoqué una explosión al hacer contacto con él, en la que los dos salimos expulsados hacia lados contrarios. Estaba furiosa.

Mientras intentaba levantarme, vi sobre mí pasar las naves de evacuación de Wisgent. Me puse de pie y observé cómo la gente que aún esperaba para evacuar se aventaba hacia las compuertas abiertas de las naves, empujándose y lanzando a los demás que intentaban pasar primero que ellos, incluso peleándose por el espacio y lanzándose a las grietas de lava, que cada vez se hacían más grandes.

Entonces logré divisar a Zeth, estaba con Flint, Athena Lennon y Lancelot Horvath, estaban a punto de entrar a una nave, pero antes de que subiera grité su nombre y corrí hacia él velozmente; llegué en un segundo a su lado y lo abracé con fuerza, llorando. Él se exaltó.

—¡Oliver murió...! —grite hipando mientras sollozaba— ¡Ya no sé qué más hacer!

Zeth dejó caer su arco y me devolvió el abrazo, desconsolado, con la mirada perdida. Comenzó a llorar junto conmigo.

De repente, divise de reojo como Flint abrió el Libro del Destino verdadero y lo vio. Me separé de Zeth de un salto, alterada, y le arrebaté a Flint el libro, aventándolo por los aires, pero era muy tarde. El Rey de Wisgent estaba en el suelo convulsionándose con los ojos blancos, Athena trataba de despertarlo, pero era imposible. Iba a morir.

Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora