Capítulo 27: Libro del Destino

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Electra al momento en que me vio supo quién era, debido a que se puso frente a mí, colocó su mano libre sobre mi mejilla y me sonrió cariñosamente, como si quisiera hacerme sentir mejor; era como si supiera por todo lo malo que había pasado. No pude evitar sonreírle de vuelta. Su energía en verdad irradiaba mucha tranquilidad y atraía demasiado, era como si hipnotizara con todo su ser.

—Tú debes ser mi sobrina —me dijo en tono amigable—, es un honor conocerte. Eres igual de hermosa que tu madre.

Las palabras no me salieron, quería decir tantas cosas pero era como si estuviera bloqueada de cierta manera. Sentía como si hubiera sido hace mucho tiempo el último trato amable que alguien me dio. Cuando quitó su mano de mi mejilla, observé como miró a Haektpa con demasiado amor y orgullo, y me sorprendí a mí misma por sentir envidia en vez de felicidad por ellas. También quería sentir que alguien estuviera orgulloso de mi.

Una vez los dos Libros del Destino estaban colocados sobre la mesa, uno al lado de otro, observé que lo único diferente en ellos era el color, sin embargo, el contenido para nosotros era un misterio. Toda la Alianza estaba alrededor de la mesa, pensando si en continuar o cambiar su plan. Estaban repasando lo que iba pasar y lo que hicieron para cambiarlo pero que resultó diferente a como esperaban.

—¿Nadie les hizo saber que el destino no puede ser alterado? —exclamó la Reina Orazia, con los ojos hinchados y rojos. Debió haber llorado mucho por sus hijos.

—De alguna manera nosotros lo alteramos —contestó el Rey Lysander.

—No pudimos haberlo alterado nosotros, debió ser algo más... —comentó la Reina Athena Lennon.

—Aguarden —atrajo la atención el Rey de Wisgent—, hay otro Libro del Destino. Wade, usted me comentó que lo tenían.

—Sí, el antiguo Libro del Destino. Se los devolvimos a las Elohim cuando Haektpa encontró este nuevo Libro del Destino, y las Elohim si no me equivoco, tal vez se deshicieron de él.

—Las Elohim aún lo tienen —le informó Electra—, nunca se deshacen de nada.

—Entonces hay tres libros, el antiguo que tienen las Elohim cuya pasta es dorada, el que Haektpa halló cuya pasta es negra, y el que Electra encontró, cuya pasta es blanca —dijo el Rey Lancelot—. La pregunta aquí es ¿cuál contiene el destino real?

—Pero lo peor de todo es que ni siquiera podemos echarle un vistazo o nos quedaremos ciegos —agregó el Flint Lennon, analizando los libros por fuera.

Sentía que no aportaba a esa discusión, así que planeaba irme a buscar a mis amigos y a Oliver pero justo cuando me volteé para salir vi a Allard escabullirse. Lo seguí lentamente cuando dio vuelta a la derecha y tras varios pasillos que tomó lo perdí. No me sentía segura con él por ahí, por lo que me apresuré a encontrar a mis amigos, al menos ellos me escucharían, no como la Alianza.

Dudando un poco, me dirigí a donde recordaba que era la habitación de Grau y Oliver y toqué la puerta dos veces. Cuando me rendí porque no abrieron, solté un lamento con ganas de llorar. Antes de irme, hice el toque secreto que tenía junto con Brina en nuestras guaridas de Porage y me di la vuelta para buscar a Savannah o Zeth, pero mi corazón se detuvo al escuchar el rechinado de la puerta detrás de mí.

Me volteé lentamente, temblando, apretando los dientes con fuerza, deseando que la persona tras el umbral fuera mi Oliver. Cuando lo vi, no pude evitar llorar de felicidad. En su rostro se veía la confusión de verme ahí, pero sonrió, con lágrimas en sus ojos. Detrás de él vi a Grau viéndome con sorpresa, quien detenía a Belle de correr hacia mí para no arruinar mi encuentro con Oliver.

Solté un suspiro, caminando lentamente hacia él pero antes de que pudiera decirle algo, sentí como el techo caía encima de mí, aplastándome contra el suelo, enterrándome entre escombros.


Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora