Capítulo 7: Los Perdidos

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La temperatura era exageradamente acalorada, sentía como si todo estuviera ardiendo a mi alrededor. Y eso era lo que pasaba. No veía absolutamente nada, solo llamaradas, caos y destrucción... alaridos, sangre, explosiones...

—¿Faith? —escuché un susurro, sentí el fresco aliento y me di cuenta, al abrir los ojos, que no había fuego alrededor.

Me volteé hacia Oliver, que estaba mucho más pálido de la normal, con unas bolsas oscuras y gigantes debajo de los ojos, además que tenía todo el cabello mojado en sudor. Mire a mi alrededor y solo distinguí dos cobijas -una debajo de mi- y a un metro del suelo terroso estaba una reja de bambú asegurada con cadenas, como si alguien tuviera miedo de que nos escapáramos.

Estábamos en una celda hecha de madera, hojas y bambú, bajo tierra firme.

—¿Qué pasa, Oliver? ¿Estás bien? Mira, tienes heridas... Oh, no, todo es mi culpa...

—Nada de esto es tu culpa, ¿entendido? —me recalco tan seriamente que no tuve el coraje de contradecirle— Los que nos atacaron en el carruaje nos trajeron aquí..., pero solo a nosotros dos.

—¿Qué hay de Brina...?

—De seguro escaparon.

—¿Y si...?

—Faith, estarán bien. Tu hermana está con el chico más talentoso del reino y con la mujer más fiera que he conocido. No te preocupes por ellos... preocupémonos por nosotros y en como saldremos de aquí.

No paso ni un minuto en nuestro silencio cuando alguien se asomó por la reja de bambú y tras inspeccionarnos por un minuto, llamó a alguien que quitó las cadenas de la reja y la abrió con una llave de madera. Uno de ellos entró y Oliver instintivamente me colocó atrás de él.

Su vestimenta no era nada comparada con la que había visto a lo largo de mi vida. Vestían con pieles y telas rasgadas, madera, hojas y llevaban palos o cualquier tipo de arma colgadas a su alrededor. Además, llevaban puestas unas máscaras hechas con huesos o cráneos de algún animal, que se retiraron segundos después para analizarnos.

—¿Quién? —preguntó el hombre que observaba desde afuera, hincado.

—La mujer —respondió el que nos examinaba de cerca, dentro de la celda.

—¿Qué harán? ¿Quiénes son? —preguntaba Oliver mientras me sujetaba por el brazo con más fuerza, escondiéndome detrás de él.

—Que te importa —le espetó el hombre y de un manotazo lo aparto, haciendo que resbalara con la tierra y cayera.

El hombre me tomó con una fuerza exagerada por la muñeca y me jalo hasta arriba, pero yo me había sujetado de uno de los bambús que formaban parte de la celda. Oliver se levantó y le lanzo un puñetazo al hombre que me sujetaba, me soltó y se lanzó hacia mi amigo.
Comenzaron a luchar, y a mí me llevo cargando el otro hombre que esperaba afuera. Me vendo los ojos en contra de mi voluntad y me subió a su hombro, comenzó a caminar y conforme avanzábamos escuchaba a Oliver gritar mi nombre, pero el ruido se detuvo cuando escuche que ya no avanzábamos sobre tierra, sino que por algo sólido y plano, como roca.

El hombre se detuvo y cuando pensé que me bajaría y me quitaría la venda, me tiro al suelo. Al momento de impactar contra la roca, se me escapo todo el aire que había resguardado en mis pulmones y me ardía y palpitaba a horrores la cabeza y la costilla.

—No había necesidad de arrojarla como trapo, Jean —escuché una voz ronca, pero femenina, provenir de cerca.

Retorciéndome en el suelo me arrebaté la venda de los ojos y vi a cinco personas vestidas de forma parecida, observándome desde arriba y muy cerca. Alguien me levantó, pero me fue difícil retomar el equilibro. Al ver mi alrededor me di cuenta que estábamos dentro de lo que parecía una carpa o una tienda de campaña bastante grande, con pilares de madera y una mesa larga igualmente de madera.

Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora