Capítulo 12: El Torneo

4 3 0
                                    

Al entrar a la Sala del Trono de Deifontes no encontré a ninguno de mis amigos, ni siquiera a mi hermana, lo que ocasiono que me alterara aún más de lo que ya estaba. Recorrí toda la sala, esperando encontrarlos dormidos o algo así, pero nada. Salí para buscar a Ciro y preguntarle la razón de por qué Oliver lo tenía agarrado del cuello, pero tampoco lo encontré. Era como si de repente todos hubieran desaparecido.

Sin embargo, una idea surgió en mi mente. A cada persona que se me cruzaba le preguntaba sobre si conocían a una mujer llamada Pony, todos me respondían que sí, pero simplemente no sabían dónde estaba. Era inútil seguir preguntando, por lo que subí unas escaleras que al parecer llevaban a habitaciones y toque puerta en puerta esperando a que me abriera un rostro conocido, y deseando no tener que buscarlos en los calabozos.

Casi media hora después, exhausta, estuve a punto de rendirme, pero escuché esa característica risa que me hace sonreír. Volteé a todos lados, tratando de buscar la fuente, y finalmente vi ese cabello rubio alrededor de unos cinco guardias. ¿Acaso mi hermanita estaba coqueteando?

Me acerqué al grupo con cautela y cuando estuve atrás de mi hermana, todos se callaron viéndome con curiosidad. Brina se dio la vuelta y soltó un gritito inesperado, pero en vez de abrazarme, como me lo espere, me acerco a ellos y dijo con mucha emoción y voz fingida:

—¡Qué bueno que llegaste! Estaba cautivando a estos caballeros con unos chistes que me contaste. ¿Quieres contar algunos?

No entendía que sucedía. ¿Me había equivocado de hermana? ¿Dónde estaban Savannah y Zeth? ¿Por qué hablaba con esos guardias? Los cuales, sin duda, estaban cautivados por algo más que sus chistes. Trate de sonreír y excusarme con que teníamos que irnos, pero Brina no paraba de decir que nos quedáramos con ellos porque le cayeron muy bien y la invitaron a un trago después del torneo. Sin duda no sonaba como ella, así que le pregunté con la mirada que pasaba. Soltó un bufido y les dijo a los guardias que en un minuto regresaba y que no se fueran. Nos alejamos un poco y dejó de reír.

—¿Qué es lo que haces con ellos...?

—¡Tienes que seguirme el juego! —exclamó en un susurro— Es parte del plan. Yo distraigo a los guardias del calabozo, que por lo visto nunca han tenido a una mujer tan cerca en su vida, mientras Savannah y Zeth buscan a Oliver y lo liberan.

—Pensé que te había picado algo.

—¡Claro que no! Simplemente Savannah me dijo que a los hombres les gustan las mujeres tontas, así que actuó como una, más o menos. Y no les digas mi edad ni que eres mi hermana, tampoco les digas tu nombre ni nada de eso...

—De acuerdo, entiendo, pero no te acerques tanto a ellos.

—Bien, ayúdame distrayéndolos porque se me terminan los chistes.

Pero para nuestra suerte, justo cuando  volteamos, los guardias habían desaparecido. Intercambiamos una mirada de temor y nos dirigimos corriendo a los calabozos, claramente yo siguiendo a mi hermana porque no tenía idea donde estaban. Pasamos por un pasillo con antorchas y bajamos unas escaleras de piedra, pero nos detuvimos al toparnos de frente a frente a Savannah y Zeth, quienes nos agarraron de la mano y siguieron subiendo las escaleras corriendo, con Brina y yo siguiéndolos por detrás.

Cuando salimos a la estancia con los balcones metálicos, Savannah y Zeth comenzaron a contarnos todo con prisa.

—Una vez estábamos abajo, cuando todos los guardias que cuidaban los calabozos subieron a distraerse con Brina, Zeth y yo buscamos a Oliver en las celdas que veíamos, pero estaba demasiado oscuro para reconocer el rostro de alguien, por lo que no tuvimos de otra que gritar su nombre. Cuando nos contestó, seguimos su voz y nos contó que Deifontes pondría en la arena a todos los prisioneros para que lucharan entre ellos. Intentamos sacarlo de ahí, probamos hasta con nuestras armas, pero no pudimos. Además, los prisioneros hacían mucho ruido.

Faith [Parte 2: El Libro del Destino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora