Vincent y Hailey, son engañados por sus respectivas parejas, juntos, y en cumpleaños numero 30 de ella, todo se descubre, la traición y la humillación hacen que ellos terminan apoyándose uno al otro, pero ellos dos han tenido una historia antes, una...
— ¿Qué mierdas? — digo en voz baja al entrar al terreno donde está mi bar y mi restaurante y verso dos patrullas de policía.
— ¿Qué pasa papi? — pregunta Bonnie, ya que venimos de comer los helados y aunque Junior se quedó dormido ella aún está bastante activa.
— Nada, Cariño, quédate en el auto, cuida a tu hermano — digo al salir de la camioneta e ir donde estaban los oficiales y Flavio.
— Buenas tardes señor Benavides — me dice uno de los agentes y me inclina la cabeza como saludo mientras los otros están detrás.
— Buenas tardes — digo y miro a Flavio que cierra sus ojos y mueve la cabeza negando. No sé qué carajos me quiere decir, estoy confundido y molesto por esta visita que seguro tiene algo que ver con Julia y lo que me dejó en la casa.
Si estoy es una maldita trampa la mataré y estoy dispuesto a ir a la cárcel por ello.
— Tenemos una denuncia que hay droga en el lugar — algo me decía que era esta mierda.
— ¿Quién lo denunció? — pregunto molesto.
— Fue una denuncia anónima — El hombre me mira y luego a sus compañeros.
— ¡Anónima mis pelotas! — estoy alterado.
— Cálmate — me enfrenta Flavio colocándose frente a mi y dándole la espalda a los oficiales.
— Papi, ¿puedo salir? — me grita Bonnie y ando muy cabreado porque esa maldita hizo esto sabiendo que los niños estarían en casa.
— ¡Quédate en la camioneta Cariño! — miro a mi hija que saca la mitad de su cuerpo por la ventanilla — ¡entra con tu hermano por favor! — le pido
Miro como en el restaurante hay personas mirando por la ventanas y me cabrea mucho más la situación, me he dedicado a que todos me miren con respeto y no como un delincuente y la madre de mis hijos está haciendo que todos los años trabajados se vayan al caño.
— Aquí nadie tiene drogas — los amenazó — ustedes mismos vienen cuando quieran con sus perros y los dejo entrar a mi bar.
— La demencia no es para el bar, es para usted y su casa. Tenemos servicios sociales aquí y...
— ¿Qué mierdas? — me lanzó hacia los policías, pero Flavio me empujó para apartarme.
— Cálmate y deja de ser idiota — me amenaza mi amigo que me lleva lejos de los policías — déjalos entrar, si no lo harán a la fuerza tienen una orden.
— ¿Tienen una orden? ¿Cómo mierdas tienen una... — me quedo pensando.
Flavio me mira y creo que piensa igual que yo. Julia no podría ella sola hacer algo así, no conoce a muchas personas que la ayuden cuando muchos en la ciudad saben quien soy, y la mayoría me conocen, vienen a mi establecimiento, al bar o al restaurante, he ayudado a muchas personas a tener un buen trabajo, me conocen en el ayuntamiento y no hay nadie que diga que hago las cosas mal o ilegalmente.
Ni siquiera con Julia fui un patán, cuando me dijo que estaba embarazada fuimos y nos casamos sin perder tiempo, la traje a mi casa y cuide que nada le faltara a ella y a mi hija. Me hago cargo de mis cosas y las trato de hacer bien.
Julia no haría eso, pero hay alguien que sí lo haría, y por alguna razón la usó para esto.
— Déjalos — insinúa Flavio y lo miro sin entender.
Yo veo la supuesta droga y el dinero, si la policía lo consigue tendré serios problemas.
— No — le digo a mi amigo — ella quiere joderme — hablo en voz baja — no dejaré que me ensucie solo porque un idiota me odia.
Flavio niega con la cabeza
— No conseguirán nada — y me mira a los ojos, por alguna razón creo que mi amigo hizo algo con ese regalo que dejó Julia y está seguro que la policía no lo encontrará. — Dejamos que entren. Deja a los niños con los agentes, ellos no le harán nada. ¿No es así? — pregunta mi amigo hacia los policías y sale detrás una mujer bajita de cabello gris.
— Estarán bien señor Benavides, yo los cuidare — habla la mujer y la miro.
Veo hacia mi camioneta y los ojos curiosos de Bonnie me buscan.
— Mi hijo está durmiendo la siesta, no lo moleste, déjelos dentro de la camioneta, yo hablaré con mi hija porque está nerviosa — le pido.
Camino hay ellos y Bonnie saca la cabeza por la ventanilla.
— Soy su abogado — dice mi amigo — él no se está negando abrir su casa, solo quiere dejar a sus hijos seguros.
— Pasa algo papi ¿verdad? — Bonnie está asustada, es una niña inquieta y muy inteligente, necesito calmarla.
— Todo está bien pequeña — le digo con mi corazón palpitando a mil por hora — la policía guarda algo en la casa y tengo que ir con ellos.
— ¿Es por las galletas de mama? — miro a mi hija y me acerco a ella, no quiero que nadie más escuché.
— Dime algo nena, ¿Qué te dijo tu mamá exactamente sobre esas galletas? — le pregunto y ella hace que me incline y me dice al oído.
— Ella dijo que eran galletas especiales que solo la policía podía comer — no puede ser más hija de puta.
Miro a mi hija y acarició su cabello aunque estoy ardiendo de rabia por dentro.
— No quiero que hables con nadie sobre eso, sabes que si lo haces tu papá y tu mamá, estaremos en problemas — ella me mira y siente. — ahora quiero que te sientas ahí y cuides a Junior hasta que regrese ¿okey? — ella me mira y asienta, sus risos oscuros bailan alrededor de su carita.
La mujer viene cuando ve que me aparto de la camioneta.
— Le voy a pedir que no hable con mis hijos — amenazó a la mujer — no quiere que le llenen la cabeza de tonterías.
— Vamos Vinc — me llama Flavio — la mujer sabe que no puede hacerles pregunta sin que tú lo autorices o estás con ellos — ahora mi amigo la amenaza.— conoce muy bien la ley no ¿es así? Los niños no están desamparados, él es su padre y es responsable por ellos.
Caminamos hacia la entrada lateral que es la entrada de la casa. Al abrir la puerta el pequeño pasillo se llena de los agentes y subimos las escaleras, Flavio y yo nos miramos y no se porque él está tan tranquilo pero yo tengo miedo que consigan alguna otra cosa.
Durante una hora revisaron todos y como le dijo Flavio no encontraron nada.
Esta mierda tiene solo un nombre: Brandon Davies.
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