𝟐𝟔: 𝐓𝐫𝐚𝐦𝐩𝐚

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Sergio llegó al hotel con la ansiedad recorriéndole. ¿Qué pasa si Max está haciendo un escándalo en el pasillo? O peor, ha salido del edificio y terminó casándose con un extraño... Porque todo es posible en Las Vegas.

Se siente culpable por haberle dado las botellas de alcohol el primer día de actividades. Se supone que es alguien inteligente pero en estos momentos se sentía realmente estúpido.

—Buenas noches, ¿en qué le puedo ayudar? —Preguntó el recepcionista.

—Buenas noches, vengo a ver a Max Verstappen.

—Lo sentimos, señor. No tenemos a un huésped con ese nombre. —Definitivamente estaba mintiendo porque ni siquiera se tomó su tiempo para buscar en el sistema.

—Habitación 18, piso 32. —Dijo mientras rodaba los ojos.

—No sabemos quién le ha dado ese tipo de información, pero le pido amablemente que se retire, antes de que seguridad se encargue de usted por hostigamiento.

El mexicano era un hombre paciente, pero en ese momento sentía que iba a explotar. Rascando su frente y pasando su lengua por sus labios para tratar de no exasperarse, sacó su celular y llamó al rubio. Esperaba que lo tuviera a la mano o no haya caído desmayado.

—¡Holaaaa, amor de mi vida!

¡Vaya! Sonaba peor de lo que pensaba.

—Uh, Max. Estoy en el lobby y el recepcionista no me deja pasar.

—¿Qué? ¿Cómo que no? Pásame a ese inútil.

—Primero cálmate. —Le tendió el celular al hombre que estaba al otro lado del mueble y este lo vio con incertidumbre, no confiaba en él, de eso estaba seguro. —Si no quieres perder tu trabajo es mejor que contestes.

—¿Diga? —Solo Dios sabe lo que Max le dijo al empleado porque este palideció al segundo y asentía una y otra vez con nerviosismo, olvidando que estaba hablando por teléfono. —De inmediato, señor. —Le devolvió el celular y colgó, sin pensar si el menor seguía en la línea. —Puede pasar. —Forzó una sonrisa.

—Gracias.

No sería irrespetuoso, él no fue educado de esa manera. Además, el hombre estaba en todo su derecho de desconfiar de él porque era un hotel exclusivo.

Subió al ascensor y presionó el botón con el número del piso donde Max estaba. Se encontraba más tranquilo porque la pequeña conversación le hizo saber que el piloto no había salido del edificio y que todavía se mantenía a salvo en su habitación sin molestar a los demás.

Cuando el ascensor se detuvo, salió con toda la confianza del mundo, pero al segundo de haber pisado la mullida alfombra del pasillo se quiso esconder. A unos metros de él se encontraban sus amigos.

Había olvidado que algunos pilotos se quedan en el mismo hotel y a veces en el mismo piso. En esos momentos maldecía su suerte y el destino de juntarlo con los tontos enamorados.

Carlos y Charles se encontraban hablando como si solamente fueran amigos, pero la sonrisa coqueta del español y la mirada que el monegasco le dirigía, daba a entender que la charla no era para nada de lo que los amigos se dirían. Agradecía que estuvieran tan absortos en su momento porque no se habían dado cuenta de su presencia.

Y su suerte solo incrementaba porque la habitación de Max estaba al final del pasillo y tenía que pasar al lado de ellos si quería llegar.

Pero, alguien se apiadó de él. Tal vez la calentura de Charles o el poder del convencimiento de Carlos, porque se metieron a la habitación a toda prisa.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora