𝟕𝟖: 𝐌𝐚𝐥𝐚 𝐢𝐝𝐞𝐚

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Sergio aprovechó el momento en el que Max salió con sus amigos para revisar los regalos que Charles le había traído de su luna de miel en Bali. Un poco tarde, pero con todo lo que habían pasado, no había tenido oportunidad para hacerlo.

Sacó la elegante bolsa, la cual guardaba cinco cajas en su interior, más una pequeña nota adhesiva encima de una de ellas.

«Luego me lo agradeces... Posdata: Compré varios porque sé que Max es un bruto.»

Soltó una risita nasal y se puso a pensar en qué podría ser para que su prometido se llegara a comportar de esa manera.

Salió de la habitación donde estaba el guardarropa, llevando consigo la bolsa para luego ponerla cuidadosamente en la cama. El tacto suave de la caja cubierta con terciopelo, le hizo saber que no era algo que costara poco dinero.

Su rostro se sintió caliente cuando la sangre se acumuló en sus mejillas; lo que estaba viendo lo había dejado avergonzado y con la boca abierta. Destapó todas las cajas y se dio cuenta que eran lo mismo pero en diferentes colores.

Los conjuntos de lencería frente a él lo hicieron sentirse tímido y pequeño, bueno, ni tanto por el tamaño de su estómago.

Charles había escogido desde materiales de encaje hasta corsés. Cada conjunto con su respectivo color: rojo, melocotón, azul, negro y blanco.

El corsé estaba descartado... La mayoría lo estaba y quería llorar porque lo hacían sentir gordo.

Sergio se miró al espejo, sosteniendo con nerviosismo y duda uno de los conjuntos de lencería que Charles le había regalado. Si bien apreciaba el gesto, no se sentía del todo cómodo con la idea de usar ese tipo de ropa interior. Después de todo, su abdomen abultado y sus curvas cambiantes lo hacían sentir fuera de lugar en su propio cuerpo... Hasta que por el reflejo visualizó el conjunto blanco al cual no le había prestado mucha atención. Este constaba de una braga con tejidos delicados, unas medias que llegan a la mitad del muslo, una bata y un bralette.

Así es que sin darle tantas vueltas al asunto —y antes de que se arrepintiera—, lo tomó y empezó a vestirse.

Bien. Era cómodo, ¿se sentía de la misma manera? No.

Sabe que debería de verse y sentirse sexy, pero se sentía todo lo contrario. Esto había sido una mala idea, lo volvería a intentar cuando Patito y Calabacita nacieran, y volviera a recuperar el cuerpo que antes tenía.

Sin apartar la vista de su propio reflejo, empezó a tocar cada parte que lo hacía sentir incómodo. Primero sus pectorales, que ahora eran pechos, su abdomen que antes estaba marcado ahora parecía que se hubiera tragado una pelota de fútbol y ni hablar de sus muslos... No entendía cómo las medias habían logrado subir sin romperse o quedarse a mitad del camino.

Esto era patético, la curiosidad le mató el autoestima y por lo tanto se desharía de esa ropa.

Se dio la vuelta molesto y cuando iba a quitarse la primera prenda, la puerta se abrió. Asustado, trató de cubrirse lo mejor que pudo, ¡pero la tela era transparente!

—Amor, olvidé... —Max se quedó con la palabra en la boca cuando vio a su prometido vistiendo lencería. Empezó a comérselo con la mirada, terminando con dejarla fijamente en los ojos cristalizados de Sergio, el cual trataba inútilmente de cubrirse con sus brazos y manos.

—Sal de la habitación, por favor. —Pidió, su voz saliendo apenas un murmullo. —No quiero que me veas así.

—¿"Así" cómo? ¿Un hombre extremadamente hermoso y sensual? Sergio... —Se acercó a paso lento hacia donde él estaba. —No sé qué es lo que pasa por esa cabecita tuya, pero si supieras todo lo que pasa por la mía en estos momentos estarías llamándome pervertido en todos los idiomas que existen. —Lo tomó por los hombros y siguió barriéndolo con la mirada.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora