𝟔𝟔: ¡𝐘 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐩𝐨𝐝𝐨𝐬!

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Sergio yacía cómodamente en el sofá, su cuerpo relajado mientras sus ojos seguían atentos las imágenes que desfilaban en la pantalla del televisor. La suave luz del atardecer se filtraba por las cortinas, creando un ambiente agradable y relajante.

De reojo observaba el cómo Max estaba sumamente concentrado, escribiendo algo en su libreta. Su prometido se detenía a pensar y luego volvía a escribir. Llevaba así desde hace una hora.

Hubo un momento en el que se imaginó que estaría ideando sus propias estrategias para la carrera o diseñando el monoplaza perfecto, pero cuando veía que soltaba una risita no dudó en gritarle:

—¡¿Qué tanto escribes, Maxie?!

—¡Nada importante, mi amor! —Gritó de regreso, mientras seguía con su acción. —Y ahora va Lance Stroll. Listo. —Max cerró su sagrada libreta de "venganza" y luego se puso de pie para ir donde su hermoso chico se encontraba.

Sergio —el cual estaba concentrado en la serie—, sintió un ligero hundimiento en el sofá. Max, se deslizó con cuidado junto a él con su presencia reconfortante y familiar. Sin decir palabra, extendió su mano hacia su estómago, que apenas comenzaba a mostrar la sutil curva de su embarazo.

Con ternura, Max empezó a acariciarlo suavemente. Sus dedos trazaban círculos delicados sobre la tela de su camiseta, como si intentara comunicarse con los pequeños seres que crecían en su interior. Sergio cerró los ojos, dejándose envolver por la calidez del momento, mientras una sonrisa de pura felicidad se dibujaba en sus labios.

El silencio entre ellos estaba cargado de emoción, de anticipación y amor. No necesitaban palabras; el gentil toque de Max expresaba todo: su amor, su asombro ante el milagro de la vida que estaban creando juntos, su promesa silenciosa de estar siempre ahí.

Mientras la serie continuaba en el fondo, casi olvidada, Sergio colocó su mano sobre la de Max, entrelazando sus dedos sobre el lugar donde sus bebés crecían día a día.

—No sabes lo feliz que me hacen, liefde. —Murmuró Max en su oído, para después dejarle un tierno y corto beso en la comisura de sus labios.

—Y ustedes a mí, cariño.

—¿Sabes? Creo que deberíamos empezar a llamarlos de alguna forma. No me gusta decir "los bebés" todo el tiempo. —Relató en lo que continuaba acariciando su estómago. —Quiero que seamos como esas parejas que les ponen apodos cursis y bonitos; como "cachorrito", "osito", "pollito" y así. —Se puso a pensar por unos segundos. —Como Carlos y Charles con Chloé, que le llamaron "retoño".

—No es muy original que se diga.

—¿Ah sí? Entonces, ¿qué se te ocurre a ti?

—"Virus estomacal" y "Gastritis". —Max dejó de mover su mano y se incorporó en el sofá para ver seriamente a su pareja, el cual lo miraba con inocencia fingida, parpadeando repetidamente. —¿Qué? Es lo que me hicieron pensar que tenía y de paso es original.

—Pero no es nada lindo, Checo.

—Ah, bien. —Suspiró y fingió pensar. —Mini Maxies.

—Ni siquiera lo estás intentando. —Hizo un puchero triste. — ¿Qué tal "Chispa" y "Chispita"?

—Y hablas de mí. —Rodó sus ojos. —Además, suena a que estamos hablando de enchufes.

—¿Entonces?

—Sol y luna.

—Es bonito, pero un poco cliché, ¿no? —Sergio le miró mal, nada le parecía a su prometido.

—Mercurio y Jupiter.

—Siguen siendo astros...

—¡Ey! Esos sí están bonitos, además, prometimos que si fuera posible se los bajaríamos, pero ellos lo serán. —Se incorporó, imitando la postura de Max. —¿Al caso agüevo tienen que ser sobre animales? ¡Bien! Pongámosle "Pato" a uno. —Dijo ya molesto.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora