𝟓𝟕: 𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚

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Max sabía que si quería que todo saliera a la perfección, tenía que sacar a su novio no solo de la ciudad, sino también del país.

Le tomó un poco convencerlo, pero cuando finalmente lo hizo, mandó un mensaje diciendo que todo podía ponerse en marcha.

Subieron a su avión privado, el cual los llevaría a Grecia. Santorini para ser más específicos.

En los dos días que estuvieron en la isla, quien disfrutó de todo fue Sergio ya que los nervios invadían a Max y en cada oportunidad que tenía observaba su celular y se enviaba mensajes con la persona encargada de la decoración.

Cuando tuvo el visto bueno, se volvieron a México y podía jurar que su novio lo quería matar porque justo cuando estaban a nada de aterrizar le dijo que había hecho una reservación para cenar y que no tenían mucho tiempo, así es que tendrían que cambiarse a una ropa más formal para que aterrizando se fueran directo al restaurante.

─── ❖

Sergio se bajó del auto cuando vio que su novio estaba tardando más de la cuenta en regresar. Se supone que tenían una cita a las 8:30 y ya solo faltaban 10 minutos para que el tiempo se cumpliera. Iban a perder la reservación ya que el restaurante quedaba a veinte minutos de su casa.

Le había dicho que solo se iba a bajar porque había olvidado cargar su celular y estaba esperando una llamada de Christian, por lo que solo iba a dejar su celular cargando e iba a salir de inmediato.

Su casa no era tan grande como para decir que Max se había perdido, además, esa suposición era ilógica porque ese era el segundo hogar de su novio.

¿Le habrá agarrado dolor de estómago por el musaca que habían comido?

Recorrió todos los pasillos, habitaciones y baños de su casa y no lo encontró en ningún lugar.

—¿Me habrán robado al güero? —Se cuestionó con preocupación, la cual quedó en segundo plano y ahora lo embargaba la curiosidad cuando vio que una luz resplandeciente venía desde el patio trasero.

Movió la puerta corrediza y con cautela puso un pie en la cerámica que adornaba la parte de afuera.

Por otro lado, Max se encontraba en medio del jardín, rodeado de luces titilantes que danzaban suavemente al ritmo de la brisa nocturna. Había pasado semanas planeando este momento y cada rosa, cada destello, era un reflejo de su amor por Sergio. Las luces colgadas de los árboles y las que estaban en el suelo, creaban un ambiente mágico, mientras que las rosas en tonos rojos y blancos, simbolizaban la pasión y la pureza de sus sentimientos.

Le había escrito a sus amigos que no tenía nada planeado, pero les había mentido. Desde que supo que quería pasar el resto de su vida con Sergio, había hablado con un planificador de eventos muy famoso en el país de su novio; todo había resultado excelente porque el mexicano no sospechaba nada debido a que él se encontraba trabajando y él planificando todo en su casa en Mónaco.

Al único que le había comentado sobre su plan era a Alex, porque era el más maduro de su grupito y tenía miedo de que alguien —Lando—, le salara lo que le había tomado tiempo, esfuerzo y dedicación en preparar. Así como todo había salido mal cuando fue a hablar con sus suegros para la bendición y Sergio se encontraba en donde menos quería que estuviera en esos momentos.

Con el corazón latiendo con fuerza, Max revisó una vez más la disposición de las flores. Todo debía ser perfecto. Había elegido un camino de pétalos que conducía hacia donde él se encontraba de pie y la luna iluminaba el jardín, añadiendo un toque de romanticismo a la escena.

Cuando Sergio llegó, Max sintió que el mundo se detenía. Su novio, con una sonrisa radiante, se quedó maravillado ante la vista. Max, nervioso pero decidido, dio un paso adelante.

—¿Qué es todo esto? —Preguntó Sergio, aún observando su alrededor.

—Te mentí, no tendremos una cita en el restaurante que te comenté. —Dio otro paso hacia adelante, quedando frente a frente con el pecoso. —En cambio, preparé esto porque tengo algo muy importante que decirte. —Lo miró directo a los ojos y subió una de sus manos para acariciarle una de sus mejillas. —Desde que te conocí, quedé flechado por ti. Traté de llamar tu atención de formas poco convencionales, haciendo que al principio no te agradara por sacar a Carlos de la pista por culpa de mis celos, ya que pensaba que ustedes tenían algo. —Sergio soltó una risita. —Sabía que no iba a ser fácil conquistarte pero no me iba a rendir por nada del mundo. Finalmente pude andar tranquilo por la vida porque me habías dado tu número de teléfono personal y eso me hizo saber que estaba avanzando. El camino para llegar a tu corazón no fue sencillo, gracias a los malentendidos y los medios de chismes complicando aún más las cosas. —En los ojitos color café empezaban a formarse lágrimas. —Durante todo este tiempo juntos hemos pasado por muchas cosas que los demás no han visto, pero siempre hemos sabido cómo arreglárnosla...

—Maxie. —Murmuró en un hilo de voz, a lo que Max negó y puso uno de sus dedos en los labios del más bajo, dándole a entender que no había terminado.

—Te amo demasiado, no tienes idea de todo lo que haría por ti, de todo lo que estoy dispuesto a dejar si me lo pides. Solo quiero estar contigo todo el tiempo; admirar tu hermoso rostro, tu hermosa sonrisa, esos ojos tan brillantes y cautivadores, las constelaciones esparcidas en forma de pecas. Eres la única persona que me ha hecho sentir de esta manera, soy muy feliz desde que te conocí. Por lo que hoy, Sergio Michel Pérez Mendoza, te pregunto —Se arrodilló y Sergio abrió los ojos en sorpresa, sintiendo que su respiración se quedaba atascada en sus pulmones. —, ¿puedo tener el honor y privilegio de convertirme en tu esposo? —Abrió la cajita roja y le mostró los anillos. Y es como si el universo estuviera conspirando a su favor, porque podía jurar que habían brillado aún con la luz de la luna.

Sergio empezó a soltar las lágrimas que llevaba un rato conteniendo, el nudo en su garganta no le dejaba formar una palabra por lo que solo pudo asentir varias veces mientras extendía su mano izquierda y dejaba que Max deslizara el anillo en su dedo anular.

—¡Oh por Dios, Max! —Finalmente pudo articular y se tiró a los brazos de su ahora prometido cuando este se puso de pie. —Te amo, te amo, te amo. —Sollozaba de felicidad, mientras que por cada palabra que le decía, le propinaba un beso en sus labios. —Siempre te diré que sí, mil veces sí. —Esta vez se dieron un beso más largo y apasionado, lleno de todo el cariño, amor y afecto que se tenían el uno por el otro.

—¿Quieres poner el mío? —Preguntó Max cuando se separaron, mostrándole la cajita que aún guardaba el anillo que le correspondía al rubio.

—Lo había olvidado, lo siento, mi amor. —Max negó restándole importancia. —Ahora serás completamente mío, porque no pienso soltarte, Max Emilian Verstappen. —Comentó una vez que le había puesto la sortija con sus manos temblorosas.

—Ni quiero que lo hagas, futuro señor Verstappen. —Le dio un piquito. —Nos pertenecemos el uno al otro.

—Así es y será por siempre. —Sus labios se unieron en un beso largo y cariñoso, uniendo sus almas en un momento eterno. Max acarició suavemente la mejilla de Sergio, mientras este lo abrazaba con ternura, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desvanecía. —Vamos a empezar a procrear a nuestro bebé.

Max lo miró con sorpresa e ilusión.

—¡¿En serio?!

—Sí, para decirle que fue concebido en nuestro compromiso.

—Lo vas a traumar.

—Así se hará más fuerte. —Con risitas cómplices se tomaron de la mano y corrieron dentro de la casa para hacerle honor a ese hermoso momento.












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Solo recordarles que ni Max y mucho menos Sergio saben que ya engendraron a su bebé, por lo que Checo le llama "gastritis". 😂

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora