𝟔𝟑: 𝐒𝐮𝐞𝐠𝐫𝐨𝐬

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Max dejó a su prometido durmiendo, ya que en Mónaco eran las diez de la noche. No le había comentado nada sobre la visita de sus familiares para no alarmarlo, en cambio le dijo que se había desmayado porque aún estaba emocionado porque va a ser padre y había comido a destiempo.

Así es que en esos momentos se encontraba en el pasillo, recostado sobre la pared, dándose leves golpes contra ella mientras trataba de darse ánimos y encontrar la valentía para enfrentar a su suegro.

Los minutos se le hacían eternos y su ansiedad no le ayudaba en nada. Ni su corazón se aceleraba tanto cuando estaba conduciendo su monoplaza o cuando consumía las incontables latas de Red Bull.

Por el rabillo del ojo pudo notar que una familiar cabellera rubia se hacía presente, era Paola. Ella no caminaba, sino que básicamente trotaba hacia donde él estaba.

—Dejé a mis padres, solo tienes un minuto para correr por tu vida. —Le tomó de los hombros y le sacudió para que reaccionara.

—No huiré, Paola. Hablaré con tu padre y enfrentaré mis consecuencias ante él. —La observó con determinación. —Además, ya estamos en el hospital por cualquier cosa.

—¿Sabes si George aún está interesado en Sergio? Digo, los bebés van a necesitar otro padre y él es el más guapo de los de tu grupito de amigos. —Max le dedicó una mirada asesina, la cual no afectó a la mujer, en cambio se rió por la expresión que tenía. —Ahí vienen.

La valentía que Max había acumulado, desapareció cuando vio el rostro serio de su suegro. Traía el ceño fruncido y sus puños apretados.

En cambio, la señora Marilú, caminaba con tranquilidad y cuando hizo contacto visual con él, le sonrió maternalmente.

—Buenas noches, señores Pérez. —Se paró frente a ellos como perrito regañado.

—¿Cómo está mi hijo? —Antonio fue directo al grano.

—Se encuentra mejor, el médico dijo que le daría de alta mañana.

—¿Le dieron medicamentos para su gastritis? —Pudo escuchar la risita de Paola a sus espaldas.

Siempre riéndose en momentos inoportunos.

—Sí, respecto a eso... ¿Podemos hablar afuera? Es algo que tienen que saber.

—¿Se le hizo cáncer? —Preguntó Marilú con preocupación, a punto de echarse a llorar.

—No, no, nada de eso. —Negó con sus manos. —No son malas noticias, creo. —Susurró lo último para él mismo.

—Primero quiero ver a Sergio.

—Él está descansando, así es que lo mejor sería que siga así, no ha podido dormir muy bien estos días por el dolor.

—Bien, salgamos. —El mayor tomó la mano de su esposa y se dirigieron nuevamente por donde habían entrado. Max le dio una mirada a su cuñada, diciéndole que estuviera al pendiente de Sergio y siguió a sus suegros como si fuera su guardaespaldas.

Max tomó una profunda respiración antes de salir al patio del hospital, donde su suegra y su suegro lo esperaban. Aunque había ido detrás de ellos, se había detenido para respirar profundamente y armarse de valor.

El silencio era tenso, solo interrumpido por el eco de los pasos y y el sonido de las máquinas médicas.

Aclarándose la garganta, Max finalmente salió y se acercó a sus suegros, quienes lo miraban con expresiones serias.

—Señor y señora Pérez, lamento haberlos hecho esperar. Hay algo importante que tengo que decirles.

Antonio frunció el ceño ligeramente.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora