𝟖𝟎: 𝐏𝐫𝐞𝐦𝐚𝐭𝐮𝐫𝐨𝐬

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El parque se extendía frente a ellos como un refugio de tranquilidad. Las hojas de los árboles crujían suavemente bajo sus pies y el aire olía a tierra húmeda ya que recién habían apagado los aspersores. Sergio y Max caminaban despacio, disfrutando del silencio interrumpido solo por el canto de los pájaros y el suave murmullo del viento. El embarazo de Sergio, había sido complicado desde el principio. Entre las citas médicas y las recomendaciones de descanso, salir a caminar era un respiro para ambos. Aunque faltaba mes y medio para la fecha del parto, esa tarde se sentía particularmente aliviado, como si estuviera más cerca de un equilibrio que había perdido hacía meses.

Max observaba a Sergio de reojo, notando cómo acariciaba su abultado estómago casi de manera inconsciente. Los movimientos de los bebés solían ser suaves, pero últimamente habían sido más activos, lo que a veces lo agotaba. Aún así, él sonreía cada vez que lo hacían.

—¿Cómo están hoy? —Preguntó Max, sonriendo mientras seguía con su mirada fija en el movimiento de Checo, donde ya podía imaginarse a su Patito y Calabacita.

—Inquietos como siempre. —Respondió Sergio entre risas. — Parece que no les gusta quedarse quietos ni por un segundo. Me recuerdan a alguien. —Lo miró con una sonrisa grande y sus ojos más brillantes por el reflejo del sol en ellos. Sí, ahí estaban las motas de verde que tanto ama.

Max lo miró con ternura, fascinado por cómo su prometido se mantenía fuerte a pesar de todo. Él sabía que no era fácil, que el embarazo le exigía mucho física y emocionalmente. La ansiedad que ambos compartían sobre el futuro, sobre si todo saldría bien con los bebés, estaba presente, pero en ese momento, bajo el sol de la tarde, todo parecía estar en su lugar.

—Te ves cansado. —Comentó Max, sosteniendo su mano. —Si quieres, volvemos a casa. Te llevaré cargando. —El pelinegro negó con la cabeza, sonriendo débilmente.

—No, este paseo me hace bien. Además, ya no falta tanto. Quiero aprovechar estos momentos contigo antes de que todo cambie.

Max asintió, aunque en el fondo sentía una pequeña punzada de preocupación. Sergio llevaba días mencionando pequeñas molestias, pero nada serio. Atribuyeron esos dolores a lo normal del embarazo, especialmente por ser doble. Mientras continuaban caminando, Sergio sintió una pequeña contracción, pero no le prestó atención. Estaba acostumbrado a las molestias del embarazo, así es que continuó caminando, apoyado en Max.

Pero después de unos minutos, el dolor llegó de nuevo y esta vez fue diferente. No era una simple molestia; era un dolor profundo que lo dejó sin aliento. Sergio se detuvo en seco y su mano fue inmediatamente hacia su estómago, apretándolo con fuerza. Max notó el cambio en su rostro al instante, su expresión de calma se transformó en una mezcla de sorpresa y dolor.

—Liefde... —Mencionó Max con preocupación, deteniéndose junto a él. —¿Qué pasa?

Él no respondió al principio. Se inclinó hacia adelante, como si el dolor le robara la capacidad de moverse o hablar. Max lo tomó del brazo con suavidad, pero con la suficiente firmeza para sostenerlo. En sus ojos comenzó a encenderse la alarma.

—Me duele... mucho. —Logró decir el mayor entre jadeos. —Es... más fuerte de lo que debería.

Max sintió que el pánico empezaba a subir por su pecho. Era demasiado pronto, faltaba mes y medio para el nacimiento y aunque las contracciones de Braxton Hicks eran normales, esto no lo parecía.

—Tranquilo, cariño. —Intentó calmarlo, aunque él mismo no podía controlar su propia ansiedad. —Puede que sea algo normal. Pero vamos a sentarnos. Respira conmigo, ¿de acuerdo?

Sergio asintió, respirando con dificultad. El dolor seguía, intenso, como si algo dentro de él se estuviera preparando para un momento que aún no debía llegar. Se sentaron en un banco cercano. Max se arrodilló frente a él, sosteniéndole las manos mientras intentaba mantener la calma, pero veía cómo el rostro de su futuro esposo se contorsionaba con cada nueva ola de dolor.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora