𝟒𝟏: 𝐍𝐨𝐯𝐢𝐨𝐬

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Lo narrado en este capítulo sucedió después de que Max llegó a su casa desde México.

Para que no hayan confusiones, en el capítulo anterior donde Max hace pública su relación con Sergio, ya han pasado tres semanas.

Advertirles que tiene una pequeña escena con descripción sexual, si no te gusta, te lo puedes saltar. ♥️

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Cuando Max volvió a casa e introdujo la contraseña de seguridad, lo primero que vio al entrar fue a Sergio esperándolo en el pasillo con una gran sonrisa.

Max corrió a abrazarlo y Sergio se le tiró encima, abrazándolo con sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos en el cuello. Se dieron un largo beso hasta que la falta de aire se hizo presente en sus pulmones y los obligó a separarse.

—Bienvenido a casa. —Murmuró el pecoso sobre los labios contrarios.

—Desearía que siempre que vuelvo, estuvieras para recibirme. —Dejó un corto beso en la comisura de sus labios y se mantuvieron abrazados por varios segundos, como si hubieran extrañado el calor del otro.

—¿Tienes hambre? Preparé la cena.

El corazón de Max saltó de alegría al escuchar eso, no porque Sergio haya cocinado para él, sino porque todo era tan hogareño que incluso parecían una pareja de recién casados.

—Me muero de hambre.

—Aunque no tuvieras hambre te habría obligado a comer.

—No habría sido obligación si hubiera aceptado con todo gusto aunque estuviera lleno.

—Tonto. —Rieron y Sergio desenrolló sus piernas para bajarse del cuerpo del más alto, a lo que Max le ayudó para que no terminara cayendo o tambaleándose al final.

Se dirigieron a la cocina y el estómago del neerlandés gruñó. Olía demasiado bien.

Su chico había preparado algo ligero y que no le cayera pesado. Sonrió para sus adentros porque eso solo significaba una cosa: Lo estaba cuidando para que no se se sintiera mal del estómago y pudieran hacer todas las cosas que le había prometido por el teléfono.

Cenaron hablando sobre cómo terminaron teniendo la misma idea de viajar tantas horas para visitar al otro sin que lo supieran y en lugar de avergonzarse por lo que habían hecho, se pusieron a reír. Les daba mucha gracia el hecho de no haberse dicho la verdad y el no haberse comunicado hasta que pisaron tierras del país del otro.

Max también le comentó el cómo los cuatro "idiotas" que tenía como amigos le hicieron burla, pero que luego su chat se había vuelto un buzón de quejas y lamentos cuando les dijo todo lo que le haría a Sergio una vez que estuviera en casa, a lo que el mexicano lo golpeó suavemente en el hombro por andar revelando su actividad sexual... Como si él no se los contara a Carlos y Charles.

Entre anécdotas sobre sus viajes —más que todo el de Max de ida y vuelta— y sobre las ocurrencias de sus amigos, terminaron de cenar. Max apiló los platos y los fue a lavar.

Sergio se había quedado sentado en el banquillo, observando cómo los músculos de la espalda de Max se sobresaltaban sobre la tela de su camiseta. Con su brazo apoyado en la isleta de la cocina y su mejilla siendo sostenida por su mano, empezó a imaginarse todas las cosas que quería hacer con Max y lo que quería que Max le hiciera.

—Ya vuelvo, iré a tomar una ducha y luego soy todo tuyo. —La voz del dueño de sus fantasías lo sacó de ellas y su rostro se tornó carmín al hacer contacto visual. Max lo observaba con deseo contenido.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora