𝟔𝟏: 𝐀𝐛𝐨𝐫𝐭𝐨

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Max conducía con rapidez hacia el hospital, mientras que Sergio jadeaba de dolor en el asiento de copiloto. Su dolor aumentaba por cada minuto que pasaba e incluso se le habían salido un par de lágrimas por lo insoportable que era.

—¡Ya no lo soporto, me quiero morir!

—Amor, no digas esas cosas. Tú eres un hombre muy fuerte y valiente, todo estará bien, ¿vale? —Su voz salió calmada, tratando de reconfortar a su pareja, pero en su interior era un manojo de nervios. Tenía ganas de llorar porque se sentía inútil.

Todo hubiera sido diferente si lo hubiese llevado al hospital desde un principio y no al cuarto de hotel, esperando a que llegara el día siguiente para que un profesional de la salud evaluara su condición.

¿Se culpaba? Sí. Porque Sergio estaba sufriendo y no podía hacer nada más que conducir el auto. No podía quitarle su dolor, solo estaba ahí tratando de darle apoyo moral y emocional. Tratando de que no pensara lo peor y que no se derrumbara como él lo estaba haciendo por dentro.

Tragó saliva como pudo, por la sensación de presión que tenía en su garganta y suspiró aliviado cuando observó la palabra "Emergencias" en todo su esplendor con luces led.

Abrió la puerta y se bajó corriendo a pedirle ayuda al personal que se encontraba en el mostrador. Al ser un hospital privado, las enfermeras dejaron su papeleo de lado, buscaron una camilla y llamaron de inmediato al doctor en turno.

Max podía ser lo veloz que quisiera en la pista, pero en ese momento sentía que todo pasaba en cámara lenta.

—¿Síntomas del paciente? —Le preguntó una de las enfermeras, mientras llevaban a Sergio a la sala de observaciones.

—Dolor abdominal y lumbar persistente, náuseas y vómito. —Soltó Max rápidamente, ya que era lo único que podía hacer por su prometido.

—Le haremos una muestra de orina para ver si se trata del apéndice, le traeremos el recipiente lo más pronto posible.

—Bien, muchas gracias. —Le dedicó una media sonrisa y luego dirigió su mirada preocupada al rostro del pelinegro.

—Mijn liefde, pronto estarás bien, lo prometo. —Acarició sus cabellos y los despejó de la frente perlada en sudor.

—¿Crees que me voy a morir? Porque yo sí lo creo. —Susurró.

—No, no lo harás. Recuerda que ninguno dejará al otro, estamos juntos en esto y no puedes dejarme solo. —Le dio un beso en la mejilla, la cual se movió porque su prometido había sonreído.

—Lo sé, no permitiré que alguien más te tenga. Eres solo mío.

—Siempre lo seré. —Vio a la enfermera acercarse y le dijo a Sergio lo que tenía que hacer para empezar con el trabajo y tener los resultados lo más pronto posible.

Sergio con la ayuda de Max, se puso de pie y se dirigieron al baño, el mexicano no tenía muchas ganas de orinar pero obligó a su cuerpo a que al menos saliera lo suficiente para tener la muestra.

Todo ese tiempo pensaba en que no debió de comer ese cóctel de camarones en el puesto de la esquina, porque estaba seguro que eso había causado una bacteria en su estómago y posiblemente ahora tenga un cáncer gástrico por haber ignorado los síntomas desde un principio.

Agradecía que Max no hubiese comido nada de los puestos de la calle, porque en ese momento serían los dos los que se encontrarían en la misma situación.

El ansia y la posible bacteria se lo estaban comiendo por dentro, aún cuando la enfermera le dijo que solo tendría que esperar diez minutos.

Pensó lo peor cuando vio que el médico estaba hablando a solas con Max y pudo ver el rostro serio y lleno de preocupación de su pareja.

𝐌𝐚𝐱 𝐕𝐞𝐫𝐬𝐭𝐚𝐩𝐩𝐞𝐧'𝐬 𝐖𝐀𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora