Capítulo 2

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Encontrándonos en el interior de uno de los once templos que se localiza en la zona central de la gigantesca isla, específicamente nos hallaremos en una gran habitación la cual estaba completamente destruida. Los numerosos objetos que anteriormente adornaban aquel sitio, ahora todo se encontraba en un terrible estado. De repente un poderoso grito se escuchó por toda la habitación, al enfocarnos en el lugar de donde provino el grito. Se observa a una mujer quien estaba sosteniendo con ambas manos una silla de madera, teniendo una expresión de enojo en su rostro esta con su fuerza lanzo la silla contra el suelo haciendo que se destruyera.

Voz ¿?: Miserable. ¡Miserable bastardo! - Un manto de energía rosada rodeo su cuerpo -: Desde el momento en que te vi, yo lo supe. ¡Supe que me ibas a traer desgracias, Hefesto! - El suelo bajo sus pies se agrieto -: Te maldigo. ¡Maldigo el día en que te tuve! - Volvió sus manos en forma de puño -: Desgraciado, tú. ¡Tú debiste de haber permanecido en la isla donde creciste! ¡Tú nunca debiste de haber salido de esa maldita isla y venir hacia acá! Tú, tú, tú... - Unas cuantas venas brotaron de su frente por el enojo -: Tú jamás debiste de mostrar tu horrible rostro en el olimpo. ¡Tú tenías que permanecer oculto! ¡Nadie debía de enterarse de que una aberración como tú era mi hijo...! - Comenzó a caminar -: Ahora, todos en el monte olimpo lo saben. ¡Ahora todos saben que eres mi hijo! ¡Ha! - Se detuvo cerca de una amplia cama -: ¡Ahora voy a ser la burla de todos en el monte olimpo, y todo es por tu culpa!

Sorpresivamente la mujer se agacho, con ambas manos agarro la cama. Después con un brusco movimiento que esta hizo lanzo la cama hacia una pared, aquella pared de pronto fue atravesada por el objeto. En cierta parte de la habitación se ve a la mujer quien miraba con seriedad el agujero en la pared, la respiración de ella era agitada.

Voz ¿?: Maldito Hefesto...

Voz ¿?2:
Vaya, nunca en mi vida llegue a pensar que vería a una madre maldiciendo a su hijo. Pero, ahora que te he escuchado. Pues, puedo decir que acabo de ver a una madre maldecir a su hijo...

La mujer cuando escucho aquella voz femenina, rápidamente esta movió su cabeza hacia su lado izquierdo y en ese momento ella pudo observar a una mujer. Esta última se encontraba a dos metros delante del marco de una puerta que permite la entrada a la habitación, teniendo sus brazos cruzados y una mirada relajada la segunda mujer veía a la contraria.

Voz ¿?: Hestia...

La apariencia de la diosa mencionada: Tiene unos 37 años, su altura de 167 cm, tiene unos ojos de color anaranjado, su piel es blanca, su cabello cortó hasta sus hombros de color rojizo, tiene un rostro atractivo.

Hestia: Saludos, Hera... - Una sonrisa se formó en su rostro -: Dime, hermanita. ¿Cómo te sientes? ¿Aun sigues enojada o ya se te acaba de pasar el enojo que tenías?

La apariencia de la nueva diosa nombrada: Tiene unos 32 años, su altura de 168 cm, tiene unos ojos de color avellana, su piel de color blanca, su cabello largo de un color negro, su rostro irradia belleza y gracia.

Hera: ¡¿Qué?! ¡¿Qué acabas de decir, hermana?! - Inicio a caminar hacia la contraria -: ¿Crees que el enojo que tengo ahora mismo se me va a pasar así de simple? - Se detuvo cerca de su hermana, ve a la diosa mover la cabeza en señal de afirmación -: ¡No! ¡No, no, no, no y no! ¡Toda la ira y el enojo que siento ahora mismo, esto no se me va a pasar tan fácilmente! ¿Sabes, porque?

Hestia: No, no se la respuesta hermanita...

Hera: Hestia, la única manera de que se me pase todo este enojo. ¡La única forma de que toda la ira que crece en mi corazón desaparezca, es ver a Hefesto sufrir! - Vio con enojo a su hermana -: Tengo que verlo humillado, tengo que verlo de rodillas y llorando. ¡Cuando eso suceda, todo el enojo que siento ahora mismo va a desaparecer!

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