CAPÍTULO-3

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—Buenos días, Mateo.

Esa voz... Me puedo imaginar hasta su cara diciéndomelo.

—Eh, eh... Ho..., holaaa —contesto tartamudeando. ¿Qué me pasa? ¡Madre mía! No me reconozco. Yo nunca he sido así. Anda que no me he reído de mi hermana y de Julián cuando se ponían a hablar así. Esto parece que es el karma, que sí existe.

—¿Estabas durmiendo? ¿Te pillo mal?

—Eh...No. ¡Qué va! Estaba despierto. El día está para aprovecharlo ¿Qué te cuentas?

«¿Qué te cuentas? En serio Mateo. Eres un puto loser. Va a pensar que soy un gilipollas, yo lo haría».

—Pues, la verdad es que no he pegado ojo después de lo de ayer. Quería...

Oh, oh. ¡Lo sabía! Se está arrepintiendo. Si es que esta era una de las posibilidades que acababa de contemplar. Era demasiado bueno. ¿A mí me gustaba? Sí, bueno algo, pero lo que no voy a quedar es como un arrastrao, así que lo mejor es adelantarse.

—Sí —la interrumpo—. A mí me ha pasado lo mismo.

—¿En serio?

No, pero, ¿qué digo? No puedo oírlo de sus labios. Lo siento. Menuda puta sensación. Con otras tías, con llamarlas o dejarlas en visto me valía, pero joder esto no me había pasado. Pensé que a mí no me tocaría dar el paso. Con lo bien que pintó la noche. Daba la impresión de que se repetiría uno y más días, pero... Esto es como lo que dicen de las tiritas, del tirón....

—Sí. Estuvo bien, pero... creo que lo mejor sería que no volviera a pasar, ¿no? —Hala, ya lo he dicho. ¡Cómo duele! Ahora entiendo a mi hermana cuando me decía: «Algún día llegará una tía que te guste y que pase de ti después de haberte liado con ella». Pues aquí está, puto karma de los cojones. Este sentimiento es horrible. Prometo que, si salgo bien librado de esta, le digo lo que siento. ¿Por qué le habré contestado el teléfono? Tendría que haber seguido soñando, y ya si eso, después del verano, haber mantenido esta conversación. Joder. No me encuentro bien. Pensaba que le había gustado.

De repente se hace un silencio. A lo mejor no lo ha oído. Pues, sinceramente, no me apetecería repetirlo otra vez.

—Marta, ¿estás ahí? —consigo preguntar finalmente, sin querer saber la respuesta, la verdad.

—Sí, perdona. Lo que pasa es que no me esperaba esa respuesta. Yo tenía la impresión de que te había gustado. Que había sido algo, cómo decirlo, mágico y...

Me aparto el móvil y la dejo hablando.

Ya lo digo yo: «pringao». Me pongo siempre en lo peor para no sufrir, y aquí está. Para mí es lo más fácil. He conseguido evitar muchas hostias en el pasado. Pero la acabo de cagar, pero hasta el fondo, y más allá. Voy a ver si consigo enmendarlo.

Me vuelvo a poner el móvil en la oreja y Marta sigue hablando.

—...así que nada. Ya nos veremos por ahí.

—¡Martaaaaaa! ¡No cuelgues! —grito sonando desesperado.

—Y ahora, ¿qué quieres? —Respiro porque sigue en línea—. Creo que está todo claro, ¿no?

—No, no. Déjame hablar, por favor.

Me incorporo en la cama, la situación lo merece. No quiero que se me escape. Puede que haya salido de esta, así que no voy a cagarla, haré lo que he prometido hace unos momentos: me voy a explicar, sin sonar muy desesperado, claro, no soy un ñoñas como mi cuñado.

—Marta, para mí también fue algo mágico. Lo llevaba deseando desde septiembre, desde que entraste por la puerta de clase con Raquel, la jefa de estudios...

—Entonces —me interrumpe—, ¿por qué has dicho que era mejor olvidarlo?

Cierro los ojos. Tiene toda la razón. VA directa al grano, mientras que yo soy un gilipollas e inseguro.

—Voy a ser sincero, porque quiero que empecemos con buen pie. A ver..., te he dicho eso porque...tenía miedo de que fueras tú la que fuera a soltarme algo parecido, así que...

—Así que has pensado que lo más inteligente era adelantarte, ¿verdad? —Me vuelve a interrumpir. Qué poco le ha hecho falta para leer la situación, no como a mí. Qué buena periodista va a ser.

—Exacto —le contesto con total sinceridad.

—Pero hay algo que no entiendo: ¿por qué pensabas que te iba a decir eso?

—Mira, Marta, yo soy un tío positivo, al menos eso trato de ser, pero cuando tiene que ver con los sentimientos tiendo a ser un pelín, digamos, negativo.

Se hace un silencio, al que yo definiría como incómodo porque no sé por dónde va a ir esto, qué me dirá.

—Pues, para que quede claro: me gustas mucho. Lo que pasó ayer en la fiesta también me apetecía un montón. Andy me animó a hacerlo. Es una buena amiga. Mi mejor apoyo desde que llegué.

¿Qué también le apetecía? Eso es un pedazo de notición.

Nota mental: darle las gracias a Andy por ser una celestina de puta madre y dar tan buenos consejos.

—Sí. Es una buena tía.

—La mejor. Bueno, ¿y ahora qué?

—¿Qué de qué?

No la entiendo. A veces habla como mi hermana. Dice cosas que no pillo.

—Mateo, estás ido. — Lo mismo que me dice mi hermana—. Me refiero a en qué somos.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora