Más allá del primer beso

CAPÍTULO 38

Aterrizamos en Bilbao a la una hora peninsular. Ya echo de menos la isla. Tengo el corazón partido en dos. El taxi nos espera.

A las tres estamos en Logroño, en casa, donde Brownie nos espera y nos recibe loca de contenta. Mi tío nos la ha traído antes porque sabía que nos haría ilusión, y ha acertado.

A las cinco, Nai y yo nos vamos. Toca reencontrarnos con la cuadrilla...

Cuando llegamos al parque de Lobete, y la veo allí, de pie, mirándome, siento que mi corazón se me escapa del pecho. Me hubiera gustado salir corriendo a abrazarla y besarla, que es lo que ha hecho mi hermana con Julián.

Me sonríe. Está aún más guapa. Cuando estoy frente a ella, la cojo por la cintura y la beso. Pero no uno corto, no, no. Uno de esos que hace que tus amigos te aplaudan.

Después de ese, vienen unos cuantos más. Cuando nos damos cuenta, la cuadrilla se ha separado unos metros. No sé si por privacidad o por vergüenza.

La tarde, hasta que la acompaño al portal, la pasamos agarrados. Tres semanas es mucho tiempo. Las video llamadas molan, pero no es lo mismo.

Los días siguientes transcurren bastantes tranquilos. Vuelta a la rutina. Empezamos ya a planear las fiestas de Enciso y de Munilla. No queda nada, apenas unos días.

Naira y yo decimos que iremos desde Munilla. Todos los demás subirán en el bus el viernes por la tarde. Va a estar genial. Además, Marta va estar ahí. ¿Qué más puedo pedir? El tiempo que paso con ella no me parece suficiente.

La semana siguiente no estamos mucho solos Marta y yo. Sé que estamos bien. No ha vuelto a comentar nada de Sheila, lo cual me tranquiliza.

La que no da señales de vida es Patty. Mi madre me cuenta que se ha ido con sus padres de crucero por las islas griegas. Yo me alegro, de verdad, pero no puedo evitar extrañarla.