CAPÍTULO 6

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Me detengo en seco, abro los ojos, me giro y allí está. En la puerta de mi habitación con el móvil en la mano, riéndose, grabándome un video o sacando una o varias fotos.

¿Cuánto tiempo lleva mi hermana ahí de pie?

—¿Qué haces, Naira? —consigo decir cuando recupero la respiración y el aliento.

—Querido, hermanito. Esto tiene que quedar inmortalizado para los anales de la historia de la familia Maceto Pereira. No veas la pinta de tolete, de lerdo, que tenías.

—¡Nai, dame el móvil! —le digo levantando la voz y extendiendo la mano.

—No —me contesta pegándoselo al cuerpo.

—Te he dicho que me lo des —le vuelvo a pedir extendiendo la mano.

—Y yo te he respondido que no.

—Vale. —Acabo claudicando—. Pues borra el video o la foto. —Creo que es lo justo.

—Ni de coña. Esto me puede servir para hacer que me debas uno o dos favores. Sobre todo, si son de limpieza o de recoger la casa.

—Mira —indico levantando mi dedo índice derecho—, te lo voy a decir una vez más en plan tranquilo, o...

—¿O qué? —me responde todo chula. A esta niñata le gusta poner a prueba mi paciencia día sí, día también. Tiene una facilidad brutal. No puedo, de verdad. Ahí está, plantada con su metro setenta, su pelo liso hecho un revoltijo y sus ojos verdes desafiantes. A veces no entiendo porque mis padres le pusieron ese nombre que significa en guanche maravillosa y la de los ojos grandes.

—No me hagas llamarte por el nombre que tú y yo sabemos, que hace que te conviertas en la niña del exorcista, te enfadas, mamá viene y se arma.

Mi hermana piensa, lo sopesa. Voy a seguir por esta línea. Tengo su atención. Si la conoceré yo...

—¿Qué crees que dirá mamá si se entera de que me has grabado sin mi consentimiento y que lo quieres utilizar para tu propio beneficio? Sabes que eso no le gusta nada. El tema videos lo lleva fatal.

Me mira. La observo. Me sostiene la mirada. Creo que lo he conseguido. Está recapacitando. Ella entiende perfectamente mis palabras. Sabe de lo que hablo. Mi madre siempre nos ha soltado muchas charlas por el uso de las redes sociales. Como profesora ha visto, y ve, muchas cosas.

Pasan los segundos, que se me hacen eternos.

Su mirada y su sonrisita empiezan a no gustarme.

—Correré el riesgo. Te he dicho que NO lo voy a borrar. Haz lo que quieras. Pero, piénsalo bien. Ahí lo dejo.

¿Y eso qué quiere decir? ¿A qué viene eso? Suena a amenaza en toda regla. ¿Qué hago? Esa chulería y empoderameinto me sobrepasa. ¿Y si tiene algo en mente? Soy consciente de que uno de mis fuertes no es leer entre líneas. Está claramente probado.

Ahora soy yo el que la mira sopesando. Ella mueve la cabeza de derecha a izquierda como si fuera un reloj. Me pone muy nervioso.

Me da igual. Si paro, habrá ganado, y por ahí no voy a pasar. Correré el riesgo.

—Tú lo has querido, Nai: ¡Faceboooooook!


Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora