CAPÍTULO 21

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—Mañana nos vemos.

—Por cierto —le digo haciendo que vuelva a mirarme—, ¿me podrías dar una pista sobre lo de mañana?

—Estás de broma, ¿no? Ni de coña te voy a decir algo. Estos me matan. Además, no me quiero perder tu cara por nada del mundo. Descansa. Hasta dentro de unas horas.

—Eres mala, pero vale. Tenía que intentarlo. Por si colaba. —Le guiño un ojo y la vuelvo a besar. El de antes me supo a poco.

Cuando cierra la puerta y veo que el ascensor se para en su piso me voy para mi casa. Al llegar, mis padres, obviamente, están en la cama. Como es costumbre entro en su cuarto y les digo que ya estoy en casa.

—¿Te ha gustado la sorpresa? —me pregunta mi madre con voz soñolienta. Cómo no iba a saberlo. Se entera de todo.

—Sí —le contesto susurrando. No quiero despertar a mi padre, que duerme como un tronco.

—Nos alegramos. Ahora a dormir que mañana será un gran día. Felicidades, cariño.

—Gracias, mamá.

Salgo de la habitación y me dirijo a la mía cuando veo que Naira está en el baño desmaquillándose. Le doy un beso y un abrazo, que le pilla por sorpresa.

—Muchas gracias, enana. Sé que no te lo digo mucho, pero quiero que sepas que te quiero un montón.

—¡Madre mía! Es la segunda vez que me lo dices hoy. Sí que tienes que estar feliz y te ha gustado la sorpresa. O eso o tienes fiebre.

La suelto y niego con la cabeza. Mi hermana es una experta en romper los momentos románticos y cariñosos entre nosotros. Pero, qué se le va a hacer. Nadie es perfecto.

Aprovecho para lavarme los dientes y me voy a la habitación para ponerme el pijama y meterme en la cama. Miro mi reloj y veo que son las cinco de la mañana.

Aunque no es mi costumbre, pongo el móvil en la mesilla. Normalmente lo suelo dejar lejos de mi alcance para evitar tentaciones de cogerlo y tirarme hasta las tantas conectado. En la cuadrilla tenemos un trato: ningún mensaje después de las doce, acaso que no sea de crucial importancia. Pero hoy tengo que dejarlo cerca. Una sorpresa lo merece, ¿no? Voy a recibir un mensaje y quiero oírlo, aunque no sepa a qué hora será.

A las nueve y media suena el móvil. Pego un salto en la cama y lo abro.

Joder. Es Julián para decir que ya ha cogido dos mesas para la comida bajo la tejavana, en frente de la piscina de niños.

A los treinta segundos ya están respondiendo todos con el pulgar levantado.

Yo lo flipo. En lugar de mandar mensajes importantes, como por ejemplo cuál es la siguiente sorpresa, se dedican a contestar a lo de la mesa para la comida.

A los cinco minutos otro beep beep. Mi corazón da un vuelco. Cojo el móvil y veo que es mi hermana diciendo que mis padres ya están preparando la comida. Yo a esta la mato. Porque seguro que ahora empezaran todos a aplaudir. Dicho y hecho. A los diez segundos ya está la peña con ese puto emoticono de las manitas.

Me levanto, voy a ir al cuarto de mi hermana, pero me la encuentro justo en mi puerta con el móvil en la mano y con una sonrisa picarona.

—¿A dónde ibas, hermanito?

—A matarte. ¿No sabes que estoy esperando un mensaje importante?

—Claro que lo sé. Lo he ideado yo. Pero ver esta carita no tiene precio —me suelta guiñándome un ojo.

—Entonces, ¿a qué viene esto?

—Ya sabes que me gusta poner las cosas interesantes. Relájate, Mat. Te van a salir arrugas antes de la edad que te corresponde.

—Esta te la guardo, Facebook —le digo susurrando, pero asegurándome que me oye cada palabra—. La venganza es un plato que se sirve en plato frío.

—Yo también te quiero, hermanito —me responde guiñándome un ojo—. Ah, por cierto, feliz cumpleaños.

—Anda tira para la cocina, lianta.

Cuando llego a la cocina, mis padres me están esperando de pie con un sobre. Mi madre me lo da. Lo abro y veo varios billetes de cincuenta euros.

—Mat, como sabemos que tienes de todo y este verano seguro que vas a tener muchos gastos, tu padre y yo hemos pensado que el mejor regalo que te podíamos hacer era dinero para que lo que necesites.

—Joder. Muchas gracias —les contesto mientras los abrazo.

De repente oigo que mi móvil vuelve a pitar.

—Perdonadme.

—Claro, cumpleañero —me contestan guiñándome un ojo.

Lo cojo y abro la aplicación. Teo manda una foto al grupo de la cuadrilla. Estoy yo para fotos. ¿No entienden que estoy esperando algo?

¡Un momento!

¡Esperad!

¿Y esto?

¿Un billete de avión?

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora