CAPÍTULO 41

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Llegan a las once y cuarto. Cuando para el coche, la madre sale primero y luego Marta. Detrás sale una chica que debe ser Clara. Se dirigen al maletero. Supongo que a por la compra. Pero, no. ¡Traen a Summer! La perrita que Marta había adoptado a principios de verano en la Protectora. Es extremadamente cariñosa y juguetona. A veces tiende a ser algo asustadiza, sobre todo con ruidos como truenos, cohetes...

Summer baja feliz del coche. En cuanto me ve, tira de la correa para venir a saludarme.

Marta me sonríe y se acerca. Va darme un beso en los labios, pero yo le giro la cara y le doy dos besos. Qué van a pensar los padres.

—¿Qué ha sido eso? —me pregunta bajito casi susurrando—. ¿Me has hecho la cobra?

—Tus padres están aquí —le digo en el mismo tono—. No quiero que piensen cosas raras.

—¿Y qué van a pensar? Seguro que no se escandalizan porque me des un beso en los labios ¿eh?

—Yo por si acaso.

Nos separamos y nos presenta a su prima Clara. Está roja como un tomate y eso que apenas se le ve la cara con el flequillo, las gafas y el pelo suelto. No se le oye al hablar. Creo que acabo de entender un «Encantada», pero es más imaginación que realidad.

Está con la cabeza agachada, como si sintiera vergüenza. No se separa de Marta. Espero que esto cambie a lo largo del día, porque si no, estamos apañados.

Y llega el gran momento. Saludar a los padres de Marta. Trago saliva. Siento que se me queda en medio de la garganta y no baja. Hago un ruido y vuelvo a tragar.

—Papá, mamá, estos son mis amigos: Andy, Julián, Junqui, Teo, Naira y su hermano Mateo.

Me miran y lo primero que hago es extender la mano para saludarles. Es lo único que se me ha ocurrido. Me miran extrañados. El padre hace lo mismo y me la estrecha. Qué mal lo estoy pasando. Tendré que decirles algo, ¿no?

—Señor, señora. Encantado de conocerlos. Veo que su hija ha heredado la sonrisa de usted, señora, y su cuerpo atlético, señor. Espero que hayan tenido un buen viaje y que hoy pasemos un gran día de fiesta.

Calla, Mateo, que la estás cagando. Naira tiene los ojos en blanco, Marta no sabe a dónde mirar.

—Encantada de conoceros, chicos —empieza hablar la madre de Marta—. Yo soy Daniela y mi marido es Martín. —Y dirigiéndose a mí, me dicen—: No hace falta que nos trates de usted. Estamos entre amigos —dice sonriendo. La misma sonrisa cautivadora de su hija.

Yo comienzo a relajarme. Dicho esto, nos dirigimos al coche a bajar las cosas del maletero y entrarlo en casa.

Cuando está todo organizado, suena el timbre de la puerta. Solo pueden ser dos personas: ¡mis padres!

La madre de Teo va a abrir y, a los veinte segundos, aparecen por la puerta, muy sonrientes. Traen el pan y el postre.

Me acerco a mis padres y digo:

—Papá, mamá, estos son Daniela y Martín, los padres de Marta. —Y, señalando a Clara que sigue al lado de Marta, les digo—: Y ella es Clara, la prima de Marta.

—Encantados.

—Ves como no ha sido tan difícil —me susurra mi hermana al pasar por mi lado—. Relájate. Lo más complicado ya está. Parecen majos.

Naira tiene razón. No ha sido tan horrible como había dibujado en mi mente.

A las doce, les decimos a los padres que nosotros nos vamos a enseñar un poco el pueblo a Marta y a Clara. Summer se viene con nosotros. ¡Qué pena que Brownie no esté aquí!

Callejeamos un rato, llegamos al puente de piedra, que da al Barranco Perdido, y nos dirigimos a la izquierda hacia el frontón. Marta y yo vamos andando de la mano. Las cosas se han relajado bastante.

La que no abre la boca es Clara. Mirad que la intentamos meter en nuestra conversación, haciéndole preguntas, pero nada. Lo máximo que conseguimos es algún monosílabo inaudible, que creo que solo oye Summer.

—Oye, ¿le pasa algo a tu prima? Es que no ha dicho nada y no quiero que lo pase mal.

—Eres un amor, Mat —me dice dándome un beso en los labios—. No te preocupes. Clara es así al principio. Está en su mundo, es extremadamente tímida y muy pesimista. Lo que sí que te puedo decir es que es muy amiga de sus amigos. Ella me calmó bastante haciéndome ver que me estaba equivocando contigo por lo de la foto con Sheila. Cuando hay un problema, resurge.

Llegamos al parque que está al lado del frontón y, mientras estamos hablando, se oye un cohete. Nos asustamos. De repente miro a Marta que da un salto y le digo:

—¿Qué pasa, Marti? —le pregunto extrañado.

—Es Summer... —empieza a decir nerviosa—. Se ha escapado—. ¡Summer! —comienza a gritar.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora