Se acabaron los momentos de estar solos Marta y yo. Pero no me importa, la conversación ha estado genial. Pero tengo que reconocer que empieza a preocuparme el tema de Patty. Creo que me estoy perdiendo algo. A ver si saco un rato para hablar con ella.
Los días siguientes, mi vida se convierte en la típica rutina de vacaciones: mañana piscina con los colegas, tardes paseo con Marta. Y así un día tras otro. Me gusta.
También empiezan los nervios por el viaje: nos vamos a Lanzarote en unos pocos días. Naira y yo estamos organizando todo. El mismo día de nuestra llegada ya tenemos una pequeña fiesta por la noche con los amigos. Va a estar increíble. Echo mucho de menos a los chicos. La única razón por la que no tengo tantas ganas de ir creo que es obvia. Es la primera vez que me pasa. Creo que empiezo a entender un poco a mi hermana cuando se separa de Julián. Me ocurre lo mismo a mí. Y eso que ella lo lleva bastante bien. A veces pienso que ella es la hermana mayor. En algunos temas me da mil vueltas, y este es uno de ellos. A veces me gustaría hablar con ella y pedirle consejo, pero sé que se reiría de mí a la cara, que es lo mismo que yo he hecho millones de veces.
Los paseos que doy con Marta son la mejor parte del día. Cada vez hablamos más, nos contamos mil cosas, como dice ella: «para que así, un malentendido no vuelva a pasarnos factura». Chica lista. Cada día me gusta más. Según pasa el tiempo, nos sentimos más cómodos el uno con el otro. Ya he pasado con creces mi máximo con una tía, y la verdad es que no estoy nada agobiado.
Se acerca el día. Ya solo quedan cuarenta y ocho horas para nuestro viaje a Lanzarote. El tiempo está pasando demasiado rápido.
Aunque Marta no dice nada, sé que está igual de jodida que yo, así que, pensando, pensando, se me ocurre una brillante idea.
Me visto, abro un cajón, cojo un sobre, le digo a mis padres que ahora vuelvo y me marcho con una sonrisa orgulloso de lo que voy a hacer. Ni en mil años pensé que yo haría esto. Yo que me reía de las películas románticonas. Puto karma.
En quince minutos, estoy en el centro comercial, entro en una tienda, ando por los pasillos buscando algo muy concreto, lo encuentro, lo cojo, me voy a la caja, saco el sobre que había cogido en mi cuarto, pago y me voy feliz, directo a casa para seguir con el plan.
Yo creo que le va a encantar. Al menos eso espero.
Al llegar, me encierro en mi cuarto, enciendo el ordenador y me pongo manos a la obra.
Tras una hora investigando y trasteando consigo terminar.
Pillo el móvil, abro el Whatsapp, busco un contacto y le envío un mensaje:
Qeres quedar esta tarde y tomamos 1 helado en Portales?
Veo que no está en línea. Me quedo mirando el móvil embobado, como si así se fuera a conectar antes. A los diez minutos, lo dejo y me voy a dar una ducha. Me muero de calor. Este julio está siendo uno de los más calurosos de los últimos años.
Cuando vuelvo a mi habitación, miro el móvil y ahí está el mensaje de mi chica:
Me encantaría. ¿Pasas a buscarme en media hora, a las seis y media? Así damos tiempo a que baje un poco este sofocante calor
Me encanta cómo se expresa. Va a ser una gran periodista Miro al reloj. Ya son y diez.
Allí estaré
Le digo a mis padres que voy a dar un paseo, me pongo una camiseta y un pantalón corto. Con las prisas, ya estoy sudando otra vez. No quiero llegar tarde.
Cojo la cartera, el móvil y un paquetito que me cabe en el bolsillo del pantalón. Ya estoy listo. ¡Qué ganas tengo de ver su cara!
Marta me espera en el portal. Me da un beso.
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Más allá del primer beso
RomantizmYo estaba acostumbrado a un rollo de dos semanas donde todo acababa dejando a la otra persona en visto o simplemente no llamando. Pero Marta es diferente. El primer beso de ayer fue distinto, pero las cosas se complican a pasos agigantados: mis padr...