CAPÍTULO 45

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No contesto. La miro con cara de no entender nada.

—Creo que no me has comprendido. Eres un gilipollas. Me vas a escuchar, lo quieras o no. Eres mi hermano, pero esta vez has metido la pata hasta el fondo —dice sin casi respirar y subiendo cada vez más el volumen.

—¿Quién te crees tú que eres para hablarme así?

—Pues tu hermana, la misma a la que tú abriste los ojos hace unos meses cuando peor lo estaba pasando. La misma a la que no abandonaste y acogiste en tu grupo de amigos para que no estuviera sola. ¿Te parece suficiente? —Asiento. Nunca la he visto así.

—Dime lo que tengas que decir y lárgate —le comento mientras me giro para sentarme en la cama, sin mirarla.

—Muy bien. Iré directa al grano. Sin rodeos. Eres un gilipollas.

—Eso ya lo has dicho. Dime algo nuevo que no sepa.

—Bien. Veo que vamos entendiéndonos. Ya sabes lo que eres, ahora te lo demostraré. ¿Sabes quién era el tío al que besó Marta?

—Me importa una...

—Era su primo Marc —me interrumpe—. El de Barcelona. El hermano de Clara.

—¿Qué me estás contando? ¿Qué te has fumado? Tú alucinas. ¿Quién saluda a su primo de esa manera?

Todo se me está volviendo nublado. Siento que me estoy mareando. Necesito sentarme, algo no encaja, pero no sé qué es.

—¿No te acuerdas de que Marta dijo que su primo iba a venir a las fiestas? —Vuelvo a asentir—. ¿No recuerdas que te dijo que ella lo quiere mucho y que era su forma de saludarse? Eso me contaste tú. Piénsalo bien, porque te puedo decir el día y la hora en la que te lo dijo.

Me cago en la puta y en la madre que me parió.

Mi hermana siembra la duda en mí. Empiezo a discurrir y dar vueltas por la habitación. Reflexiono. No encuentro nada en mi cerebro bloqueado. Piensa, Mateo, piensa. Tú eres bueno en eso. De repente paro. Ya me acuerdo. En nuestra primera conversación después de la fiesta de fin de curso. Incluso me puse una nota mental para preguntarle a Marta. Cosa que no he hecho. Ahora todo encaja, así, de repente.

—Te has acordado, ¿verdad? —me dice Naira, sacándome de mis pensamientos—. ¿Tú le pediste que confiara en ti cuando paso lo de Sheila? —Vuelvo a asentir. Me vengo abajo. Debería haberla dejado hablar. Ese día la lección que había aprendido es que hay que hablar antes de enfadarse si vemos algo que no nos gusta. Y yo he hecho todo lo contrario.

—Pero no es lo mismo, Nai. Esto es un beso.

—Vale. Pero ni siquiera le has dado la posibilidad de explicarse, cosa que tú sí pediste. Eres un....

—Gilipollas, ya me lo has dicho.

—No. En esta ocasión iba a llamarte desalmado, egoísta, cabezota...

—Para ya. He pillado la indirecta. Pero ya es demasiado tarde. Ahora es ella la que no querrá hablar conmigo y no la culpo.

—Nunca es tarde cuando tienes a tu lado a tu hermana. ¿Tú quieres recuperarla o al menos tener la oportunidad de hablar con ella? —No sé ni cuántas veces llevo asintiendo ya. Claro que quiero.

—Pues, escucha atentamente. No me interrumpas. No quiero ni un pero...

—Nai, yo...

—¿Qué te he dicho? —me interrumpe. Yo solo queríadisculparme.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora