Todos nos ponemos a buscar a esa bolita marrón. Estamos nerviosos, sobre todo Marta. Busco una solución, pero no la encuentro.
En este momento dice Teo:
—A ver, chicos. Vamos a dividirnos. Yo conozco esta zona como la palma de mi mano —dice mostrando un tono de seguridad que todo el mundo agradece—. Mateo y Marta ir hacia el puente por la zona del Barranco Perdido. Yo me voy con el resto hasta el Bacirbe. Es un riachuelo pequeño que discurre por el camino de las huellas. Ahora está seco.
—Vale, Teo. Me parece bien. Tú mandas —le comento a Marta mientras le cojo de la mano para empezar la búsqueda. No hay tiempo que perder.
—Yo me voy con mi prima —dice Clara sorprendiéndonos a todos.
—No —le corta Teo—. Te necesito en mi grupo. Es una zona amplia y necesito más ojos.
La aludida mira a su prima y Marta hace un gesto diciendo que es lo mejor, que haga lo que Teo dice.
Nos dividimos y salimos raudos.
Marta mira por todos los lados sin dejar de gritar el nombre de Summer.
—No te preocupes, Marta —trato de tranquilizar con la voz más calmada que puedo—. La vamos a encontrar. No ha podido ir muy lejos. Ella tiene patitas cortas y nosotros largas, así que abarcamos más.
—Gracias. —Puedo vislumbrar una pequeña sonrisa. Me vale.
Llegamos hasta el puente. Miramos entre los coches, por si acaso está ahí, pero nada, ni rastro de Summer.
Le digo a Marta si rehacemos el camino, volviendo al punto de origen.
Cuando nos volvemos a encontrar con la cuadrilla en el parque, dicen que no la habían visto.
De repente una niña se acerca a Teo.
—Hola, Teo. Quero decite ago—dice esa niña que no tendría más de tres años, pero una lengua de trapo y unos rizos rubios que llaman la atención.
—Hola, Elvira —le responde agachándose para estar a su altura—. Es mi vecina—nos aclara girándose y mirándonos—. Cuéntame, cariño. ¿Qué ocurre? —le pregunta volviéndose a fijar en ella.
—Ahí dento hay un perito que ta ladando y ta asustado.
Todos nos ponemos en guardia y miramos en la dirección que dice Elvira. Es la zona de columpios de los peques.
—Está en la zona de la Ermita. Vamos, Elvira —sugiere Teo cogiendo de la mano a la niña.
Nos dirigimos a donde dice la nena y, justo en ese momento, la dueña del bar abre la puerta y sale con unas sillas en los brazos. Summer corre como una exhalación a los brazos de Marta, que llora de alegría mientras la abraza y le da besos.
—Seguramente —explica Teo—, la dueña tendría la puerta abierta y Summer se coló al oír el cohete en busca de refugio, con tan mala suerte de que la puerta se cerró.
—Perito bonito —dice Elvira acercándose a la cachorra.
—Muchas gracias por encontrar a mi perrita y haberla cuidado tan bien, Elvira —le comenta Marta con una sonrisa.
—¿Poqué lloras? ¿Tienes pupa? —le pregunta Elvira.
—No, cariño. Es que estoy muy contenta de tener a Summer conmigo. Y todo gracias a ti —le dice dándole un besito.
—Vale. Me voy al columpio con mi pima Guiomar. Adiós perito —se despide de la cachorra dándole un abrazo.
—Ves, Marta. Te dije que la encontraríamos. Todo está bien.
La pobre no puede dejar de llorar y abrazar a Summer. Hasta Clara sonríe. Buena señal.
Con el susto en el cuerpo oímos que la campana de la iglesia señala que es la una. Hora de irnos a la plaza a la comida con los padres.
Marta lleva de una mano a Summer y de la otra a mí.
La comida y el resto del día pasan muy bien. Todo el mundo está relajado. Hasta Clara está más simpática. No es la persona más habladora, pero, es un cambio.
Por la noche, todos se van a Logroño. Naira y yo nos vamos con mis padres a Munilla.
Al día siguiente, nos despedimos de mis abuelos después de comer y volvemos a casa.
Los siguientes tres días los pasamos en la piscina con la cuadrilla. Marta solo se une el miércoles. Ha estado con Clara el resto de la semana.
Se acercan las fiestas de Munilla. El chupinazo me gusta. Siempre lo disfruto. Pero este año estoy deseando que llegue el fin de semana. Vienen todos, menos Andy y Patty, que sigue fuera, al menos esa es la versión oficial.
Marta me dice que también va a venir su primo Marc, que es el hermano de Clara. Como sea igual que la hermana al principio, vamos apañados. Menos mal que Clara al final resultó ser una tía genial.
Ya es viernes. Marta sube en el autobús con Junqui. Ni rastro de su primo. Voy a preguntar por él, pero me nublo cuando Marta se acerca a mí y me besa. La echaba de menos, y eso que llevábamos sin vernos unos días.
Al llegar a casa de mis abuelos, Junqui y Marta dejan su mochila en la habitación que van a compartir y vamos a dar un paseo corto para que conozcan la Plaza de Santa María, que está cerca de nuestra casa. Luego bajamos al Casino. Está bastante animado. Jugamos una partida al futbolín: Marta y yo contra Julián y Naira. Les machacamos 8 a 2. Como era lógico. Mientras, Teo y Junqui han estado jugando a los dardos.
Con el subidón, salimos y volvemos a casa de mis abuelos a cenar.
Me mosquea un poco que Marta no deja de mirar el móvil. No creo que sea para darme una sorpresa. Estamos todos juntos. No tengo la posibilidad de estar a solas para preguntarle. Naira y yo somos los anfitriones y no paramos.
A las diez y media, nos arreglamos y salimos de casa. Aunque la verbena ha empezado a las diez, la gente no empieza a animarse hasta las diez y media. Estamos bajando la cuesta que da acceso a la Plaza de San Miguel, y vemos que la verbena está en pleno apogeo. La música es para todos los gustos, un pasodoble, da lugar a la conga; esta, a una canción de los años 80, y esta, a una de hoy en día. A la gente le gusta esta variedad. Es lo bueno que tienen las verbenas.
Nos ponemos a bailar. Después de dos canciones, estoy un poco cansado. Así que les digo:
—¿Alguien quiere tomar algo? —Todos niegan con la cabeza mientras no dejan de bailar, así que me voy solo.
Voy a la barra. Mientras espero que me sirvan decido girarme y ver a mis amigos. Se lo están pasando muy bien.
Un momento, ¡no veo a Marta! ¡Qué raro! ¿Dónde se habrá metido?
Estoy pensando en ello cuando oigo:
—¿Qué te pongo? —me pregunta la camarera.
—Eh... una coca cola, por favor —le contesto sin apenas mirarla. Me preocupa saber dónde está mi chica
—Dos cincuenta, por favor.
Pago, cojo la bebida y vuelvo con mis amigos.
De repente, paro, se me cae la bebida, noto que pierdo el color y que me voy a caer redondo.
Me cago en la puta. ¿Qué es esto? No puede ser verdad.
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Más allá del primer beso
RomanceYo estaba acostumbrado a un rollo de dos semanas donde todo acababa dejando a la otra persona en visto o simplemente no llamando. Pero Marta es diferente. El primer beso de ayer fue distinto, pero las cosas se complican a pasos agigantados: mis padr...