CAPÍTULO 48

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A la media hora estoy como un clavo en el portal. Me están esperando. Están hechos unos figurines con sus vaqueros, sus deportivas elegantes y sus camisas de manga corta. Parecen dos modelos sacados de una revista.

—Vaya, ¿y esa sonrisa? —me pregunta el cotilla de mi cuñado.

—Que me hace ilusión pasar una tarde de tíos.

No voy a contarles la llamada, me lo guardo para mí.

Nos lo pasamos genial en la bolera y en la cena. A las diez, estamos en la puerta de la discoteca, la misma donde todo empezó hace casi dos meses. Me estoy arrepintiendo de haber venido. Son muchos los recuerdos.

—Mateo —me dice Teo—, tienes que ser valiente. Piensa que dentro de unos días la vas a encontrar a diario en clase durante todo el año, y no pensarás esconderte, ¿no? Deja tus fantasmas atrás. Pásatelo bien hoy. Mañana ya se verá.

—Tenéis razón. Gracias, tíos.

Les doy un abrazo y entramos.

La discoteca está a reventar. No cabe un alfiler.

Bro, vete pidiendo en la barra. Ahora vamos.

—¿Qué os pido? Para ganar tiempo.

—Nada. Llegamos en breve.

Me voy a la barra a pedir. Me apoyo mientras espero a que el camarero me sirva. Es el mismo que hace dos meses. ¡Más recuerdos! Joder.

—¿Estás esperando a alguien? —me susurra una voz. Micuerpo se tensa y la piel se me pone de gallina.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora