—¿Estás bien, hijo? —quiere saber mi padre—. Por cierto: Hola, Marta. Hacía tiempo que no te veíamos.
Ella sonríe y asiente.
Ahora mi mayor preocupación no es la picadura, es la pillada que nos han hecho mis padres. Me cago en la puta. Esto no me puede estar pasando a mí. Con la picadura tenía suficiente. Menos mal que esto no puede ir a peor.
—Eh... sí... estoy bien. Ha sido una abeja. Y bueno... Marta ha decidido acompañarme porque... los demás estaban... preparando la piscina, digo la comida.
Madre mía en que jardín me estoy metiendo. Que malo soy poniendo excusas. Viendo las caras de mis padres no me han creído. Normal. Yo tampoco lo hubiera hecho.
Empiezan a sonreír y dirigiéndose a Marta le dicen:
—Muchas gracias, jovencita.
—De nada —dice bajando la mirada y poniéndose roja también.
Menudos dos ladrones seríamos nosotros. Nos pillarían a la primera. No tendríamos ni que confesar, se vería a la legua que somos culpables.
Nos acompañan a la mesa. Al llegar, todos empiezan a descojonarse:
—Bro, si es que... eres Don Pupas y... Don Gafe. ¡En el día de tu cumpleaños!... ¿No sabías cómo llamar más la atención? —dice mi mejor amigo sin dejar de reírse ni un segundo. Si casi no le entiendo. Será cabrón, por no decir hijo de puta.
—Bueno, chicos, disfrutad de la comida —nos dice mi madre. Y dirigiéndose a mí continúa—: Hijo, si ves que te encuentras peor, avisa, ¿vale?
—Que sííí. Estoy bien. No hacía falta que hubierais venido.
—No estoy de acuerdo. Nos alegramos de que tu hermana nos haya avisado. Se ve que estaba preocupada.
Sí, sí, mega preocupada, la hostia de preocupada. Ella lo que quería y buscaba es que nos pillaran a Marta y a mí. A mí no me la da. Es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, vamos, una bipolar de libro. La miro con ojos de querer comérmela y veo que asiente a lo que dice mi padre, como si nunca hubiera roto un plato. Y es verdad, jamás ha roto un plato, ella ya ha destrozado una vajilla entera.
Me siento y me pongo hielo en la zona. Ya pensaré en mi hermana en otro momento.
Parece que la inflamación y la quemazón empiezan a remitir. Nos ponemos a comer. Todo está buenísimo.
Después nos ponemos a jugar al mus. Yo voy con Teo y Naira con Julián. Marta está a mi lado. Andy, Patty y Junqui se van a dar un baño. No son de cartas.
A mitad de la partida, me miro la picadura porque empiezo a no encontrarme bien. Veo que lo que antes era rojo como una herida ahora es blanco con una parte roja. Como una diana.
Marta me pregunta:
—¿Qué te pasa?
—Que esto está cambiando de color. Debería ir al botiquín otra vez.
—¿Quieres que vaya a buscar a los papás? —pregunta mi hermana con cara preocupada. Esta vez creo que es sincera.
—No. Yo me voy al botiquín otra vez y tú, calladita y quieta aquí hasta que vuelva. ¿Entendido? —Veo que asiente. Sabe que no estoy de broma.
—Marta, ¿me acompañas, porfa?
—¿Seguro? Que mira lo que ha pasado antes con tus padres...
—Esta vez no va a pasar nada porque mi hermana se va a quedar calladita, ¿verdad?
La aludida hace el gesto de que se cierra la boca con cremallera y tira la llave al mar. Más le vale.
En el botiquín me tocan la zona y al ver que me duele me dice la enfermera:
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Más allá del primer beso
RomanceYo estaba acostumbrado a un rollo de dos semanas donde todo acababa dejando a la otra persona en visto o simplemente no llamando. Pero Marta es diferente. El primer beso de ayer fue distinto, pero las cosas se complican a pasos agigantados: mis padr...