CAPÍTULO 43

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Lo veo como una escena en slow motion. Quiero morirme. No entiendo nada.

¿Qué está pasando? ¿Quién es ese pavo?

Salgo rápidamente de ahí. Esto es demasiado para poder digerirlo.

De repente oigo que alguien dice mi nombre. Me paro. Son Julián y Teo.

Bro, ¿qué está pasando? —me pregunta Julián tratando de calmarme—. ¿Por qué te has ido tan rápido?

No puedo escucharlos. No dejo de dar patadas al aire. Estoy enfadado, ofuscado, rabioso... Maldigo mi mala suerte. No quiero hablar con ellos.

—Ven, Teo, vamos a sentarnos a esperar que se calme y nos diga qué ha pasado —oigo que dice Julián.

Doy vueltas en círculo. Veo a gente que pasa por delante de nosotros, riéndose camino de la verbena. La música retumba por todo el pueblo. Maldita verbena.

—¿Por qué? ¿Qué le he hecho yo para que haga esto? ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo? —me pregunto en bucle una y otra vez. Hace un momento lo pensaba, ahora lo verbalizo.

Miro a mis amigos. Me observan sin decir nada.

Pasa media hora, calculo yo. Ahora solo se decir:

—Joder, joder, tíos.

Al oír esto, veo que se levantan y se ponen a mi lado.

—Nos estás asustando, bro —dice Julián pasando un brazo por mi hombro. Yo me aparto—. Te has largado hecho un loco. Casi te llevas a tu hermana por delante. Llevas más de una hora maldiciendo. Creo que este es un buen momento para que nos expliques.

—¿Pero es que no lo habéis visto?

—¿El qué? —quiere saber Teo.

—¡El beso que le ha dado Marta a un pibe, a un tío, en la plaza!

—¿Quéééé? —preguntan mis dos amigos a la vez.

—Lo que habéis oído. Cuando volvía de coger la bebida, he visto con mis propios como Marta, mi chica, le daba un pico a un tío que no era yo, y que no había visto en mi puta vida —digo con un tono cada vez más exaltado mientras la imagen pasa una y otra vez por delante de mis ojos.

—A ver, bro, tranquilo —trata de comentar Julián en un tono conciliador—. Seguro que hay una explicación. No te bloquees. Habla con ella primero antes de ponerte como lo estás haciendo. Mira la que se lio en Lanzarote por no preguntar primero.

—Mira, Julián. Te tengo mucho aprecio, pero no me toques los cojones. No puedes comparar. No es ni por asomo igual.

—Relájate. Yo me refiero al hecho de preguntar antes de liarla. Que nos conocemos. Que tu pronto te nubla. No me cuadra que Marta haya hecho esto con lo bien que se os ve ¿No te habrás equivocado de chica?

Suelto un bufido. ¡Lo que me faltaba! Que mi mejor amigo, que es como mi hermano, crea que estoy loco o que me lo he imaginado.

—¡Que sí, tío! —contesto de muy malas maneras—. Que no me lo ha contado nadie. Que lo he visto yo con estos ojos —les indico señalándomelos para que sea más visual, más creíble.

De repente, aparecen de la nada Marta y Naira.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora